Sociedad
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El amate amarillo: Carlos y José

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Tepoztlán.- A Carlos y a José les gusta trepar a los cerros de Tepoztlán. En las partes más altas buscan una buena piedra para divisar todo y se sientan a observar cómo se pierden las líneas de verde al fondo y el follaje es cortado por la autopista, las líneas de autos y los tráileres que van y viene como hormigas por la carretera La Pera-Cuautla. Son las 11:30 de la mañana.

También observan a los minúsculos obreros con sus chalecos y sus cascos dando paso con banderas a los automotores.

Más allá, dos máquinas arrasan con la vegetación, otras raspan los costados de los cerros para abrir paso al asfalto.

Los trabajos de ampliación de La Pera-Cuautla se realizan en terrenos de régimen comunal y ejidal de Tepoztlán, que forman parte del Área Natural Protegida Parque Nacional “El Tepozteco”, de competencia federal. Mediante resolutivo S.G.P.A./D.G.I.R.A./D.G./5887 de fecha 4 de agosto de 2011, la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental (DGIRA) de la Semarnat autorizó la construcción de la ampliación,

José y Carlos ya atravesaron por esa zona cargando su bicicleta. Se dieron cuenta de que los obreros no guardan las debidas precauciones con la señalización de la obra en construcción y cuando cierran o dan el paso a los autos y camiones pesados que durante el día y la noche pasan y pasan por la autopista. Eso de las medidas de seguridad lo escucharon de un grupo de cinco personas que fueron a hacer una revisión al lugar donde se amplía la autopista: Larisa del Orbe, Jaime Lagunes, Nanci Arispe, Lety Villaseñor y un fotógrafo.

También oyeron que algunas veces las enormes piedras ruedan hacia la autopista y ponen en peligro a los conductores. Incluso ya hubo un accidente de fatales consecuencias. Los visitantes documentarían cómo la vegetación cambia en las áreas en las que los obreros metidos en las máquinas van abriendo la tierra y llevándose matorrales y árboles jóvenes, adultos y viejos a la orilla de la carretera que va de la Ciudad de México hacia Cuautla.

Cerca de ahí está zona arqueológica de Tlaxomolco, que en 2014 prácticamente fue arrasada por la empresa Tradeco, con permiso del Instituto Nacional de Antropología e Historia por considerarla un “basurero”: Según Jaime Lagunes, Tlaxomolco es más antigua que Teotihuacán, tiene más de tres mil años y es patrimonio de la humanidad y, si no estaba en un proyecto de rescate, no la hubieran destruido.

Sentados en una piedra en lo alto de un cerro, con su mochila al hombro y ropa deportiva, los niños platican de los pleitos que hay en la primaria o de las muchachitas bonitas o de los profesores que aburren y se descuidan para que los chamacos se vayan “de pinta”. La mayor parte del tiempo sólo miran: la carretera entra por sus miradas, con todo y los colores verdes y los morados de las flores de los árboles que están urgidos de los tiempos de lluvia, con los follajes que palpitan y esperan la llegada de la primavera.

A lo lejos, un trascabo rompe enormes rocas con su broca, como un pájaro carpintero de metal y diésel.

Carlos y José bajan de la piedra, se incorporan al grupo de adultos que llevan cámaras y grabadoras, y que ahora descienden por el cerro. Les platican que sus maestros no les informan sobre las obras en la carretera, que ya lleva varios años; alguna vez el director de su primaria comentó algo sobre la ampliación de la autopista La Pera-Cuautla en una junta de padres de familia, pero no se ha vuelto a tocar el tema, aunque ellos se dan cuenta cómo se ha ido destruyendo el paisaje: lo ven como algo extraño, aunque no saben las consecuencias que esto acarreará. Les gusta ver la maquinaria pesada y los tráileres salchicha desde la parte más alta de los cerros.

Hay un amate como un enorme arácnido oriental que ha hundido sus raíces a una parte del cerro. A los niños les preocupa que en cualquier momento las máquinas que lo destruyen todo vayan a matar a este gigantesco árbol amarillo que destaca por entre la vegetación marchita.

Una de las personas que lleva una cámara fotográfica les dice que no cree que eso suceda, porque hace dos o tres años los pobladores de Tepoztlán y autoridades federales convinieron en respetar ese árbol y la enorme roca a la que se encuentra asido.

Los chamacos son muy preguntones, quieren saber para qué van a servir esos túneles que están haciendo debajo de la carretera. Una adulta del grupo contesta que son paso de fauna, para que los animales atraviesen la carretera sin peligro de que los vayan a matar.

Una vez que el grupo de siete desciende hacia donde más obreros trabajan, los niños se despiden. Atraviesan la carretera por el túnel del paso para la fauna, cargando la bicicleta como a otro miembro del grupo; son ya las doce y media.

Antes de llegar al otro extremo miran hacia atrás, los visitantes están platicando con un obrero que tiene un chaleco verde con rótulo de la empresa Grupo Constructor Jalapa; ya no alcanzan a escuchar lo que dicen: en un agujero que abrieron en la tierra están depositando la mezcla sobrante y otros desechos que se generan en la obra.

Desde finales de 2011, una gran parte los tepoztecos y de otras comunidades, que después se organizaron en los Frentes Unidos en Defensa de Tepoztlán, han hecho que a lo largo de varios periodos se suspenda dicha obra por atentar contra la flora, la y fauna, los mantos friáticos, los vestigios arqueológicos y los pobladores de esa comunidad.

 

 

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