El cráneo de Enrique “N” permaneció en calidad de desconocido en la oscuridad de las instalaciones del Servicio Médico Forense (Semefo) de la Fiscalía General del Estado (FGE) por cerca de un año. Ahí lo depositó el personal de esta dependencia, luego de que el 15 de diciembre de 2016 lo levantaran los peritos en la autopista 95D México-Acapulco, por la calle Revolución de la colonia Antonio Barona (o en “Ocotepec”, según datos de la Fiscalía) y se le asignara la carpeta de investigación SC01/10656/2016.
El hallazgo no fue producto de la investigación de la FGE, a cargo del fiscal general Javier Pérez Durón, sino de vecinos que reportaron la existencia de la extremidad, y la identificación de los restos óseos tampoco fue resultado de las arduas pesquisas de la Fiscalía: la hizo el investigador privado Ivin Jaubert, que contrataron sobrinas de la víctima.
En noviembre de 2017, Ivin llevaba ya los resultados de sus propias indagatorias que le daban 70% de probabilidad de que el cráneo que se encontró a orillas de la Autopista México-Acapulco el 15 de diciembre de 2016 correspondía a Enrique “N”. Las mostró al personal del Semefo y tuvo que insistir por varios días para que la Fiscalía hiciera la confronta entre las muestras del cráneo y una muestra que había tomado la institución a uno de los parientes, días después de la desaparición de Enrique “N” (10 de octubre de 2016), aunque tuvo que llevar a un pariente de la víctima de nueva cuenta (diciembre de 2017), dando positivo el 17 de enero de este año y el 22 de este mes se extendió el certificado de defunción y se entregaron los restos de Enrique “N” a su familia.
Negligencia en el caso
De acuerdo con Abimelec Morales Quiroz, médico especialista en criminalística y representante de la Asociación de Ayuda a Víctimas y Grupos Vulnerables Tlamalhuiliztli, servicios periciales “no hizo su trabajo”, también afirmó que un año es un tiempo excesivo para la obtención del perfil genético de un cráneo.
“Posterior al levantamiento de la extremidad o extremidades localizadas el Servicio Médico Forense se debe trasladar. Ya en ese lugar de realiza su fijación fotográfica, en las mismas circunstancias en que fueron recolectadas (con tierra, fauna necrófaga, maleza, etcétera). Lo que prosiga dependerá de la circunstancia de los restos en estudio. Si se encuentran esqueletizados se omite necropsia y se efectúa el proceso de distribución al área de Antropología Forense para determinar el género, edad aproximada, raza; con algunos huesos se puede estimar estatura y enfermedades crónico degenerativas, fracturas y tratamientos quirúrgicos de éstas, reconstrucción facial, entre otros muchos datos. En muchas ocasiones con estos datos, por medio del sistema de exclusión se puede orientar a una identificación sin la necesidad de genética forense.
“Posterior a la intervención del área de Antropología Forense (en algunas ocasiones puede proporcionarse un fragmento que no afecte al antropólogo forense y no esperar a que culmine su examen) se distribuye el o los restos al área de Genética Forense para localizar tejido óptimo para su procesamiento y la obtención de perfil genético que ayude en la identificación.
“Posterior a la obtención de él o de los perfiles genéticos, inicialmente puede determinarse si corresponden a un mismo individuo o a varios, de igual forma se puede determinar a qué genero corresponden (femenino o masculino)”.
“Ya teniendo el perfil genético, proyectado de manera gráfica en lo que se conoce como ‘electroferograma’, y cumpliendo con algunos requisitos muy sencillos, deben ser enviados a Procuraduría General de la República para que sean ingresados al Combined DNA Index System (CoDIS), de esta manera, si algún individuo ha reportado a un familiar desaparecido en cualquier parte de la República Mexicana y dio una muestra biológica para que se obtenga su perfil genético y fue ingresado a CoDIS, este sistema alertará una probabilidad de compatibilidad.
“Posteriormente, de forma personal, son analizados los perfiles y se confirma o descarta la línea familiar”.
Responsabilidad penal
Pedro Martínez Bello, presidente del Foro Morelense de Abogados y Abogado litigante, dijo que puede existir, en este caso, una responsabilidad compartida entre el agente del Ministerio Público que conoció del caso y el personal de los Servicios Periciales (a saber el coordinador central de Servicios Periciales es el doctor Samuel Nava Vázquez) y la Policía de Investigación Criminal, porque de conformidad con el artículo 21 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los artículos 13 y 18 de la Ley Orgánica de la Fiscalía General de Justicia y el 109 del Código Federal de Procedimientos Penales, el responsable de llevar a cargo la investigación y persecución de los delitos es el Ministerio Público, auxiliándose para ello de los Servicios Periciales y la Policía de Investigación Criminal.
Los familiares pueden interponer queja en Visitaduría y una denuncia de hechos para que conozca de este asunto en la Fiscalía de Servidores Públicos.
Miguel Ángel Rosete Flores, penalista y quien ha realizado búsquedas de personas y ha litigado en Morelos y Guerrero, compara el grado de negligencia de ambas fiscalías. Dijo que se debe a la falta de personal, falta de equipo, instalaciones inadecuadas y falta de capacitación del personal. “La falta de respeto y el abandono de los cuerpos y restos humanos en estas fiscalías es increíble. No hay la menor sensibilidad”, criticó.
Ivin, el hombre que encontró a Enrique
Ivin Jaubert es un investigador privado con 30 años de experiencia en la búsqueda y localización de personas extraviadas.
Fue contratado por sobrinas de la víctima en octubre de 2017 para encontrar a “Enrique “N”. Le dieron todos los datos que la familia poseía: fotografías, documentación relacionada con la víctima, hábitos, estado de salud, situación económica, amistades, lugares que frecuentaba, y datos que existían en la Fiscalía General del Estado de Morelos, como el hecho de que la familia había reportado la desaparición del anciano de 88 años de edad el 10 de octubre de 2016 y su situación particular ese día en especial: personas con las que convivió, a quien saludó por última vez, quienes lo vieron por última vez, en qué lugar, a qué hora, etcétera.
Llegó, de la Ciudad de México a Cuernavaca, a realizar trabajo de campo: entrevistas con quienes lo vieron, con los que lo conocían, fue a los lugares que visitaba y se entrevistó con las personas que lo conocían y lo vieron el último día, anotó los datos.
“Pocos días después llego a la conclusión que Enrique ‘N’ estaba muerto, porque rompió todos sus vínculos. En mi experiencia las personas que se alejan voluntariamente tienen comunicación con alguien cercano, pero él no”.
El siguiente paso se orientó a la búsqueda donde pudieran tener a los muertos: Semefos de la Ciudad de México, de Guerrero y de Morelos. Aquí había un aproximado de 50 cadáveres, después fue descartando a las mujeres, a los niños y a quienes no concordaban con el perfil de la víctima que buscaba.
“En el Semefo de Cuernavaca me reportaron tres cráneos en calidad de desconocidos, hallado en diferentes zonas; me dijeron que uno correspondía a un joven, del otro no tenían idea, y el otro era el de una anciana. Pedí que precisaran los lugares del levantamiento de los restos y así lo hicieron”.
En esta investigación fue clave el testimonio de varias personas que entrevistó de manera personal y que habían visto a la víctima el 11 de octubre de 2016, es decir, un día después de la desaparición: él se había equivocado de ruta, en vez subirse a la de costumbre y que lo llevaría a su domicilio en Subida a Chalma, se fue por otra vía y se perdió. “Sí lo vimos, con toda certeza, hizo esto, iba nervioso, con esta vestimenta”.
El día 10 de octubre del 2016 aproximadamente a las 17 horas Enrique “N” abordó una ruta con dirección opuesta a su domicilio; esta situación se había repetido algunas veces, pero él había regresado a su casa, incluso con ayuda de la policía.
De acuerdo con testimonio de algunos pobladores, el 11 de octubre fue visto en la colonia Lomas de Cortés caminando apresuradamente y con gesto de una persona perdida.
La hipótesis, de acuerdo con datos recabado por Ivin, es que por la noche caminó por la avenida Lomas de Cortés hacia el oriente, hasta la Autopista 95D México-Acapulco, colonia Antonio Barona, pretendiendo regresar a su domicilio. Sobre el acotamiento, en un tramo del kilómetro 85 de la autopista 95D México-Acapulco, su andar era errático, estaba débil y deshidratado; en ese tiempo esa autopista tenía entradas y algunas brechas paralelas al acotamiento. Hay allí una amplia curva con pendiente en la que los camiones bajan aproximadamente a 80 kilómetros por hora y al ser rebasados por otro camión reducen el espacio del acotamiento, un trailero a esa velocidad al ver un peatón sobre su camino no frena y menos esquiva bruscamente, pues eso resultaría más peligroso que proseguir, a diferencia de los automóviles que prefieren el carril izquierdo y que ágilmente evitarían un obstáculo, lo más probable es que un camión haya aventado el exiguo cuerpo hacia los baldíos subyacentes. En esa zona es muy frecuente que atropellen perros, éstos se descomponen, por lo que un olor pútrido no genera ninguna alarma a la gente cercana. Un cadáver a campo abierto es atacado por los animales carnívoros y carroñeros que aceleran mucho la degradación del cuerpo, dejándolo reducido en pocos días a unos cuantos huesos; es también posible que estos animales consuman, fracturen y desorganicen el cadáver. Así fue movido aproximadamente 500 metros pendiente abajo paralelos a la autopista. Una calavera, a diferencia de otros huesos humanos, es muy evidente incluso entre basura, fue así que el 15 de diciembre del 2016, por una llamada de los vecinos, el Semefo lo levantó en calidad de desconocido y estableció que se trataba de un cráneo femenino”.
En noviembre del año pasado (2017) llegó a la conclusión de que ese cráneo que la Fiscalía habían identificado como una anciana, desdentada, era el de Enrique “N”: Él tenía muy poca grasa en la cara, era fina, con características sajonas, femeninas. En ese momento estaba 70% seguro que había encontrado a quien buscaba y lo comunicó a quien lo contrató.
“A partir de ese momento insistí en que le realizaran pruebas periciales y las pruebas de genética; ellos se opusieron, pero era tanta la insistencia que aceptaron hacerla. La familia me había comunicado que días después de que reportaron la desaparición, a uno de los parientes de la víctima se tomó una muestra y ésta se entregó a la institución. Pero en la Fiscalía me condicionaron a que necesitaban una muestra más, así que llevé a un pariente para que le tomaran la muestra y así fue. Las pruebas resultaron positivas y se determinó el 17 de enero que dichos restos pertenecían a Enrique ‘N’. El lunes 22 enero 2018 entregaron los restos a los familiares. Para estar totalmente seguros yo pediría una prueba genética en un laboratorio privado, el tiempo que estuvo resguardado y las malas condiciones de preservación e higiene en las que se encuentras los Semefos en Morelos son deplorables”.
El abandono de un anciano
Enrique “N” era un hombre querido y respetado entre sus cerca de 200 amigos que se reúnen cada martes, viernes y domingos en el Parque San Juan, localizado en avenida Santos Degollado y Morelos, en el centro de la ciudad, para bailar, cantar y platicar sobre sus cotidianidades y temas propios de las personas de la tercera edad.
En vida y después que se reportó su desaparición, algunos de sus amigos y conocidos denunciaron el grado de abandono de Enrico o El Gitano, como también se le conocía.
Según estas amistades estaba en condiciones de persona de la calle; aunque vivía en una casa muy bonita, ésta es de su hija que le prestaba un cuarto de servicio para pernoctar. Llegaba al Jardín San Juan y allí sus amigos le regalaban algunas monedas para que pudiera comer y regresar a su domicilio; cuando no conseguía dinero se regresaba caminando.
Luis Barrera Urióstegui, cantante y coordinador del programa “La Hora del Pueblo” que se realiza en el Jardín San Juan, dijo que él y otros integrantes del programa se presentaron a la funeraria Naser el lunes 22 de enero para dar las condolencias a la familia y ésta se molestó mucho con ellos porque los amigos de Enrique “N” exigieron que no se cerrara la carpeta de investigación y se diera con él o los responsables de su muerte.
Un caso entre muchos
No es la primera vez que la Fiscalía y los Servicios Periciales caen en negligencia de este tipo, como mero ejemplo, la Fiscalía General del Estado entregó, a finales de 2017, los restos de Neyda y Dalila, reportadas como desaparecidas en febrero del 2016 en Jiutepec y Cuautla; a pesar de que los cuerpos permanecieron un año y medio en los Servicios Periciales de la Región Oriente.
El caso más grave y que puso a Morelos ante los ojos del mundo fue la exhumación de los cadáveres de la fosa común de Tetelcingo, Cuautla, y que arrojó la exhumación de 117 cadáveres el 3 de junio de 2016 y la extracción de 85 cuerpos y otros restos óseos, del 21 de marzo y el 27 de abril de 2017 en Jojutla; todo esto por la negligencia de la Fiscalía General del Estado en el caso de Oliver Wenceslao Navarrete Hernández, secuestrado en 2013.
Las desapariciones continúan
De acuerdo con Susana Díaz Pineda, integrante de Centro de derechos Humanos Digna Ochoa, en Morelos se reportaron, de 2012 a 2017, 42 hombres desaparecidos, en rango de edad de 60 a 95 años.
Enrique “N” descansa por fin en paz. No fue cremado en Cuernavaca, como pretendía la familia, porque hay una carpeta de investigación abierta por probable homicidio.
Desde el 23 de enero de este año, sus últimos restos mortales descansan en un brevísimo ataúd, en la cripta 35 F, plano 1, planta alta del Edificio Ángel de la Guarda, en Mausoleos del Ángel de Gayosso, al sur de la Ciudad de México.
En el Jardín San Juan, donde los amigos de Enrique “N” se reúnen y se acompañan, es muy frecuente oír una melodía dulce:
“Como un rayito de luna/ entre la selva dormida,/ así la luz de tus ojos ha iluminado mi pobre vida”, es el verso de Chucho Navarro y es la voz de Enrico.