Tetela del Volcán, Morelos.- Desde hace más de 100 años, cada 1 de noviembre las almas de cientos de difuntos regresan del más allá para convivir con sus seres queridos, durante algunas horas, en esta tierra.
Después del mediodía, hombres, mujeres, niños y niñas habitantes de Tetela del Volcán, municipio morelense ubicado en las faldas del Popocatépetl, comienzan a llegar al panteón viejo de la comunidad.
Ahí, el ruido de las campanas de la capilla de San Jerónimo les anuncia el arribo de los espíritus de los muertos.
Se trata de la Huehuenchada, una celebración centenaria que los habitantes de Tetela del Volcán mantienen con vida, alejada de influencias extranjeras, como el Halloween.
“La Huehuenchada es un recorrido que se hace de aquí del panteón del pueblo, el panteón viejito le llamamos, del panteón viejito hacia la comunidad, recorremos muchos huehuenches, son varios cientos, llegando a mil o más de mil, recorriendo por las principales calles del pueblo, representando la alegría y el gusto de nuestros difuntitos, recorriendo las calles, llegando al centro del pueblo y, de ahí, los que participamos nos distribuimos a nuestras casas ya para degustar lo que nos pusieron en la ofrenda”, dijo Don Hedilberto Cortés Mendoza, integrante del comité organizador de la Huehuenchada, quien este año decidió representar a uno de sus más grandes ídolos: El Santo.
Según la leyenda, en el panteón los espíritus entran en el cuerpo de los vivos para poder bailar por las calles del pueblo y llegar, en la noche, a sus respectivas casas y disfrutar la comida y bebida colocadas en las ofrendas.
“Cuando ellos vienen, al momento de representarlos nosotros, se introducen en el cuerpo del huehuenche y así es como vienen y bailan y disfrutan de estos días con nosotros”, dijo Pedro Díaz Trejo, quien este año se disfrazó de una quinceañera que falleció en el pueblo.
Desde el panteón del Barrio de San Jerónimo, donde la esencia de los muertos se impregna en el cuerpo de los vivos, comienza el baile que recorre las principales calles de la comunidad.
Durante el recorrido suena a todo volumen la música del Conjunto Acapulco Tropical.
De acuerdo con los organizadores de la Huehuenchada, en el origen de esta fiesta era música tradicional interpretada con guitarras la que acompañaba el recorrido.
Sin embargo, desde la década de 1970, con la proliferación de los discos de acetato, los pobladores decidieron introducir el ritmo de cumbia a la fiesta.
“Salimos del panteón porque, se supone, representamos a nuestros difuntitos, nos impregnamos del ambiente, de la esencia de nuestros antepasados, de nuestra gente querida que ya no está y salimos representando ese gusto, esa alegría por estar nuevamente con nuestros familiares”, expresó Don Hedilberto Cortés.
Para reforzar todavía más la sensación de llevar el alma de otra persona adentro, los huehuenches utilizan la ropa de los difuntos en la Huehuenchada.
“Varios agarran su ropa de los difuntos y se las ponen para recordar al difunto. Sale de acá el espíritu, las almas, y ya salen por un momento a recorrer, salen de donde están ellos”, dijo Rodrigo Martínez Mendoza, quien a sus 20 años forma parte del comité organizador de la Huehuenchada.
Lejos de sentir tristeza por la ausencia de sus seres queridos, para los huehuenches este recorrido es una forma de celebrar la vida después de la muerte.
Aunque algunos pobladores se disfrazan de personajes imaginarios, la mayoría utiliza la fiesta para sentir cerca a sus abuelos, padres o hermanos fallecidos.
Es el caso de Gumaro Pérez, quien puso su cuerpo para que fuera ocupado por su abuelo, quien murió en el campo.
“A mi abuelo, nosotros a nuestros familiares, venimos representando a nuestros familiares como campesinos”, dijo.
Este año, el sismo del 19 de septiembre, que dejó graves daños en Tetela del Volcán, estuvo a punto de provocar la suspensión de la Huehuenchada, sin embargo, los pobladores determinaron que la fiesta debía continuar como una forma de ayudar al pueblo a superar la tragedia.
“Se consultó si esto debería suspenderse, nos dijeron no, ahora más que nunca tenemos que recordar a nuestros difuntitos, tenemos que seguir con esta tradición y tenemos que seguir con esta alegría de recibirlos, estamos lastimados, estamos dolidos, muchas personas perdieron sus casas y, sin embargo, van a estar representando a sus difuntitos, ellos van a andar bailando porque esto es algo que está muy arraigado, muy fuerte, esto es algo muy poderoso y vieron que pudiera ser un error suspenderlo, al contrario, tendría que ser un motivo para, de alguna manera, rendir una especie de homenaje a quienes por alguna situación se vieron afectados por estos lamentables acontecimientos”, expresó Don Hedilberto.
Tres horas después de la salida del panteón, los huehuenches llegan a la explanada de la presidencia municipal, donde bailan en fila durante un tiempo más antes de irse a sus casas para disfrutar las ofrendas.
Este año, algunos de los pobladores decidieron aprovechar la Huehuenchada para rendir un homenaje a las personas que ayudaron a la comunidad tras el sismo del 19 de septiembre.
Por eso se pudo ver en la fiesta a huehuenches rescatistas, paramédicos, brigadistas y otros que se dedicaron en el recorrido a “repartir víveres”.
A pesar de la influencia de otras culturas, como la estadounidense, esta celebración ha logrado conservar su originalidad y evitar disfraces de monstruos, vampiros o brujas.
“Tenemos el gusto de que en los jardines de niños salían muchas brujitas y muchos draculitas a pedir calavera, tenemos el gusto de que en las escuelas, en el jardín de niños, en las primarias, ya se hacen huehuenchaditas”, dijo Don Hedilberto Cortés.
Luego de permanecer toda la noche en casa con sus familiares, este 2 de noviembre los huehuenches llevan de regreso los espíritus de los muertos al panteón de San Jerónimo.
Con un baile previo, también al ritmo del Acapulco Tropical, las almas abandonan los cuerpos de los vivos y regresan al más allá, donde esperarán otro año para poder continuar con la fiesta.