Sociedad
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Historias de albergues: Amanda y Frida

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En Jojutla no hay clases desde el 20 de septiembre. En el más reciente reporte del gobierno estatal, en este municipio ocho escuelas serán demolidas.

En los albergues, los chicos pasan las horas jugando o en actividades lúdicas, mientras sus padres descansan de las jornadas laborales o de la búsqueda de un trabajo que les permita sobreponerse a las pérdidas por el sismo.

-Ellos no sufren. Sus padres los atendemos y seguido vienen voluntarios con dulces, juguetes y actividades para ellos. Más que estar en medio de una desgracia parece que están de vacaciones o en una fiesta que está durando ya muchos días -dice Amanda Margarita Fitz Flores, madre de Frida, de cinco años de edad, que cursa el primer año en la Escuela Primaria Cuauhtémoc. Ella está sentada en una jardinera y la niña, a su lado, hace tareas en una libreta.

Amanda llega al albergue por la tarde. Trabajaba en una juguería, pero con el sismo no hay venta y no tiene recursos para mantenerse, por lo que durante el día busca empleo o ayuda y llega a comer por la tarde al albergue y a cuidar a su hija, a quien encarga con algunos familiares que están en el lugar y que sí perdieron sus casas y sus cosas.

-La pongo a estudiar, a repasar sus lecciones porque cuando reinicien las clases muchos van a llegar sin saber nada y se les va a complicar, más si van en primer año, como va ella.

Relata que los adultos están conscientes de que la ayuda que están recibiendo será menor conforme transcurran los días y que va a llegar el momento en que cada quien luchará por reponerse de esta desgracia. Por eso aprovechan todo lo que les llevan.

-Jamás pensamos estar en esta situación. En un principio no sabíamos qué hacer y a dónde ir, pero los voluntarios nos ayudaron, nos ayudaron a pararnos y nos estuvieron acompañando. Gracias a ellos estamos aquí, dispuestos a reponernos.

Platica que durante el tiempo que ha permanecido en el albergue no le ha preocupado su hija porque sus familiares y ella misma la han atendido, además de que los voluntarios la han consentido mucho con regalos, dulces y juegos. Le preocupa lo que viene pero, por lo que ha visto, los afectados están dispuestos a reconstruir sus vidas y sus bienes.

-Tengo la esperanza de que cuando mi hija tenga unos dieciocho años platicaremos juntas de toda esta desgracia que le pasó a toda la gente, de la ayuda que recibimos, de que estuvimos juntas y de cómo nos recuperamos. Tenemos fotografías y videos en los celulares.

Amanda y Frida se incorporan y van hacia unos muchachos vestidos como superhéroes que acaban de llegar con las manos llenas de juguetes y dulces.

 

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Máximo Cerdio

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