Sociedad
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Presenta el poeta Alejandro Machuca su Musa consentida

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Jiutepec.- El sábado 26 de agosto Alejandro Machuca presentó su libro Mi musa consentida, en el atrio de la iglesia de Jiutepec, a las 12 del día, la mera “hora del loco”.

Son 52 páginas, editado por El Gallo Pitagórico en 2016, es el primer libro, en forma, de Alejandro Machuca Rodríguez, “Oriundo de Tlaltizapán de Zapata Morelos (antes de Pacheco), nació el 22 de febrero de 1944 a un costado de la presidencia municipal, donde hoy está la biblioteca pública”, dice en su biografía.

En la presentación hubo asistentes diversos, gente del pueblo y algunos cronistas de Jiutepec y Cuernavaca, no pasamos de 30, sin embargo, estuvo divertida, con la lectura del poeta y los comentarios de algunos asistentes sobre los temas que aborda Alejandro y la forma en que los plasma.

“Alejandro es un chamán, hace hablar a los animales y a los hombres los convierte en animales”, dijo el cronista de Jiutepec, Marcelino Sánchez Cardoso.

Juan Landa Ávila, cronista de Cuernavaca, dijo que el poeta Alejandro era como un cronista de Tlaltizapán.

La musa peluda

Durante la presentación, Alejandro llevaba unos monigotes como de 30 centímetros hechos de cartón. Uno de ellos era una mujer, con pelo natural. El poeta relató que una vez fue al sureste del país:

“Esta muñequita mal hecha la hice porque en un viaje que hicimos a Chiapas nos metimos a un tugurio, y en ese tugurio no nomás una mujer estaba así (desnuda y peluda como la muñeca), había muchas bailando en un tubo, inclusive le hice una canción a la que estuvo chupando conmigo”.

DAYANA. No sé lo que pensaba/cuando te conocí. Estaba tan borracho/ que ni cuenta me di./ En una servilleta/ tu nombre encontré,/ como era desechable/ que pude yo romper./ Dayana, dulce nombre,/ qué bien me la pasé/, no quiero ni acordarme/ a dónde te encontré. / No quiero que lo entiendas/ que es un vil reproche/, bailabas para mí/ ya era muy de noche./ Seis número distintos/ será tu celular/ estamos seguritos/ que no fue el de tu hogar. / Yo me sentí un Adán/ allá en el Paraíso /y me atreví a pensar/ que estábamos solitos./ Yo me voy a subir/ a la Montaña Rusa/ y le agradezco a Dios/ que fuiste tú mi musa.

El poema cantado no está incluido en el libro.

Su obra, más allá de una presentación

Más allá de la impresión de su obra, que es una plaquet, de material sencillo; y de la presentación en donde estuvo gente del pueblo, hay un acercamiento al poeta y a las características singulares de su poesía:

En una entrevista que tuvimos hace dos años, me contó que estuvo cinco años el primer año de primaria porque en el tiempo en que él estudio era el único grado que había en ese pueblo: “muy a mi pesar tuve que abandonar la escuela, ya me había encariñado con ese primer año”. Eso y el tiempo vivido, el que lo arrastró por las calles como moneda, el que lo llevó a los campos de cultivo o a la Ciudad de México y al Estado de México donde anduvo de peluquero, le bastó para escribir un libro.

Alejandro ha compuesto más de 100 canciones e igual número de poemas. En “Mi musa consentida” se recopila buena parte de su obra, la que ha ido escribiendo en cuadernos viejos y en pedazos de papel, con su caligrafía de cola de alacrán.

Algo que lo caracteriza es su capacidad para reírse de sí mismo, de las situaciones por las que pasa y de la gente. Sus letras humorísticas son verdaderas joyas:

EL CANTO DE LA ARAÑA: Aquí me pongo a cantar/ con mucho gusto y esmero,/ decía una araña/ cerquita de su agujero,/ dándole gracias a Dios/ porque ya tenía alimento./ Una calandria envidiosa/ le dijo “ahorita regreso,/ hoy ya me di muy bien cuenta /a dónde tengo mi almuerzo”./ Y calandria envidiosa/ nunca jamás se regresó, /un gavilán la acechaba/ y de almuerzo le sirvió./ El gavilán muy alegre/ con su banquete en las patas,/ luego llegó el cazador/ le tira un balazo y ¡riata!/ nomás por calar el pulso, más no lo necesitaba/. De pura casualidad/ un policía lo observaba,/ lo acusó con la montada./ La araña se carcajeaba/ que a la cárcel caminaba./ Aquí se acaba el cantar/ de la muy gustosa araña,/ de la envidiosa calandria, y el alegre gavilán./ Sólo se aclara una cosa,/ que el hombre es el más rapaz,/ que mata todas las bestias/ sin haber necesidad.

El texto es un discurso redondo y armónico, coherente, octosilábico preponderantemente. El contenido es una gran pieza lógica de consecuencias: una acción desencadena a otra, de tal manera que el poeta teje una telaraña compuesta por un ritmo, un discurso y un argumento.

Machuca ha afirmado que su mayor influencia es Antonio Plaza (Apaseo, Guanajuato, 2 de junio de 1833-Ciudad de México, 26 de agosto de 1882) “y mi madre, de quien heredé el gusto por la poesía y las recitaciones desde que yo era chiquito”, seguramente no ha leído a Margarito Ledezma (seudónimo de Leobino Zavala), con quien comparte este singular modo de conocer, de apropiarse de este conocimiento y divulgarlo.

La similitud de tono y tema de Margarito Ledezma se puede observar en este texto (de Margarito):

¿POR QUÉ TE TAPAS? Al pasar junto a mi lado,/ te tapas con el rebozo./ ¿Pues qué crees estoy sarnoso/ o que estoy descomulgado?/ Pues no tengo nada de eso,/ pues mi defecto mayor/ es el tenerte este amor/ que sin miedo te confieso./ Si no tienes voluntad/ siquiera de contestarme,/ yo creo que no hay necesidad/ ni menos de avergonzarme./ Mucho menos todavía/ de enredarte en el rebozo,/ pues ya desde el otro día/ te dije no estoy sarnoso./ La gente se entiende hablando/ y aunque digas no me quieres,/ yo he de seguir batallando,/ porque así son las mujeres.

“NOTA. Fíjense y verán cómo Tula ha agarrado la mala imposición de taparse con el rebozo cuando me encuentra, y por eso se lo digo aquí tan clarito, pues es una falta muy grande de educación. Eso sólo se queda para la gente sin ninguna crianza; pero se me afigura que sólo lo hace por quedar bien con los demás y por hacerse grande, pues cómo no le iba a gustar que yo la mire bonito”.

Alejandro Machuca dice:

POTRANCA FINA A mi musa consentida (Canción). Me salió caro tu beso/que me diste aquella tarde,/ ay, que beso tan sabroso/ cuando no estuvo tu madre./ Pero ya reflexionando/ eso estuvo muy mal,/ me diste a probar tus mieles/ pero menos el panal./ Así me fuiste llevando/ hasta el bordo del canal./ Hoy te encuentro ya pipona/ pero de otro animal./ ¡Me estás oyendo bambina!/ Tú eres potranca fina,/ no te dejaste amansar,/ te gustó un cuaco del norte/ menos de Tlaltizapán. /Yo soy caballo corriente/ pero de muy buena ley,/ espero no te arrepientas,/ viviendo con ese güey.

Otro texto soberbio es el del perro caliente, que podría ser del Salvador Flores Rivera (Ciudad de México, 14 de enero de 1920-5 de agosto de 1987), conocido como Chava Flores, compositor e intérprete de canciones populares:

“EL HOT DOG”. Vengo a decirles señores/, que tengan mucho cuidado/ porque por ai anda un perro,/ anda muy alborotado,/ anda queriendo gozar/ a los que quedan tirados./ Ayer iba en un camión,/ me asomé a una ventanilla,/ un hombre iba corriendo/ con la ropa en la rodilla,/ el perro quería gozarlo,/ le estorbaba la camisa./ Cada vez que lo alcanzaba/ se estremecía de pavor/ gritaba desesperado:/ quítenmelo por favor./ El perro se ve muy fino/ y está muy bien entrenado/ para darles un consejo/ a todos los que andan briagos./ Ya me voy ya me despido/ me voy para Ticumán/ porque al perro lo encontraron/ por aquí en Tlaltizapán”.

La primera vez escuché a Alejandro cantar a capela pensé que tocaba, al menos, la guitarra, porque sus “canciones” eran muy rítmicas y redondas. En su momento le pregunté y respondió que no ejecutaba ningún instrumento musical porque eso “no se le daba”.

 

Su marginalidad

Alejandro Machuca es un talento abandonado como hay muchísimos en Morelos y en México. Siempre anda con una copia de un libro engargolado: Corridos morelenses, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Gobierno del Estado de Morelos, en 1990; en la página 117 el “Corrido de Roberto Quiñones” corresponde a Alejandro Machuca R. También lleva un CD el cual tiene tres canciones suyas grabadas.

A pesar de la falta de apoyo, el poeta está vivo, más aferrado a su obra que una garrapata al pellejo de un perro, a su modo de percibir la realidad, a su crítica: “Aquí en el pueblo creen que estoy loco. Traen algunos eventos de Cuernavaca para acá, pero nosotros sólo servimos para adornar eventos cívicos y fiestas populares, pero no tenemos un lugar, no nos llevan a Cuernavaca o a México para que nos escuchen; no nos publican”, me dijo la ocasión que platicamos allá en Tlaltizapán.

Mi musa consentida es un avance en la divulgación de la obra de Machuca, y es importante porque en este documento está plasmada parte de la historia del municipio de Tlaltizapán, desde un punto de vista muy singular: crítico, con humor.

“No he recibido ningún apoyo del gobierno para la publicación de este libro. Y si escribo de protesta, pues menos”, dijo Alejandro en la presentación del libro (que él financió con sus ahorros), en Jiutepec.

 

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Máximo Cerdio

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