Cada mes en Cuernavaca se recuperan más de 300 colchones. Así lo dieron a conocer encargados de centros de reciclaje en Ocotepec y Ahuatepec.
En un centro de acopio en Ocotepec había una pila de más de cuatro metros de colchones usados, de diferentes colores y tamaños: los olores de fluidos y suciedad se mezclaban con otros que despedían las cosas viejas, desarmadas, trituradas de ese lugar.
“Viene cada 15 días el de la fábrica de colchones y se los lleva todos, más de 100, se vende bien. Ellos le quitan la cubierta, que también reciclan, y usan el metal para recubrirlos y venderlos. Nosotros los pagamos a 20 o 30 pesos y los vendemos a 40 pesos la unidad, ellos venden uno restaurado desde 500 o hasta mil 500 pesos. Les va bien”, relató el encargado del negocio.
Los empleados habían rescatado de la basura uno o dos en buen estado y no tan sucios y los habían subido a una especie de tapanco, en donde había colgado un oso de peluche. Allí pernoctaban, de acuerdo con el responsable del lugar.
En Ahuatepec también había una gran cantidad de colchones, estaban unos sobre otros. Les construyeron una galera para que no se mojaran y con el sol despidieran malos olores.
En ese sitio los trabajadores dijeron que la recicladora se los llevaba cada 15 días y que en ese lapso se juntaban unos 70 colchones.
Los llevan o van por ellos
Los centros de acopio pueden esperar a que los pepenadores les lleven los colchones, pero lo más frecuente es que una camioneta los vaya a comprar en las calles de la ciudad con el volumen muy alto y una grabación casera: “¡Colchoneeeees. Fierros viejos que vendaaan!”
Jesús sacó dos en un domicilio de la Carolina: uno individual y otro matrimonial, rotos y sucios y le hizo la parada al comprador, éste se estacionó a la orilla de la banqueta, frente al domicilio. Salió del auto, sacó su cartera y le dio billetes de 20 pesos a Jesús, quien se metió a su casa y cerró la puerta de metal.
El chofer subió los colchones a la camioneta y continuó su camino lento, anunciando que compraba cosas viejas o inservibles.
Días antes Jesús había dicho que si la camioneta de fierro viejo no se aparecía, los abandonaría por la noche o la madrugada en cualquier esquina del barrio, pero así pasó y no tuvo que salir.
Verdades y mitos de los colchones reciclados
Una mujer relató que un familiar suyo había comprado un colchón, barato, en un tianguis. Lo pusieron en su habitación y conforme pasaron los días se dieron cuenta que olía mal. Lo abrieron y adentro encontraron pañales desechables sucios.
Un hombre contó este relato:
“Por las noches, cuando me acostaba en el colchón que compré en una tienda, escuchaba ruido, pero iba tan cansado que pensaba que estaba soñando. Eran como pequeñas patitas que andaban por toda la superficie del colchón; a veces como que peleaban o jugaban o se perseguían. Pero yo no los tomaba en cuenta porque iba tan cansado y pensé que era mi cansancio y el sueño, pero una vez salieron dos cucarachas de una orilla rota y abrí más y salieron más, entonces abrí con un cuchillo y era un nido, cientos de cucarachas metidas ahí salieron corriendo del colchón”.
El abandono
Aunque es frecuente ver colchones rotos o desvencijados en las calles, no deja de sorprender que algo que debería estar en lo más escondido o íntimo de la casa, de pronto, se encuentre en la intemperie, a la vista de todos.
En las paredes de las calles parecen borrachos que se han quedado dormidos.
El obrero llega cansado a su casa, se refugia en el amor de su esposa y cae rendido en la suavidad de su colchón, allí donde fueron engendrados sus hijos, en ese lugar donde soñó con tener una familia y una casa pequeña pero propia, en el sitio donde lloraba sus frustraciones, allí donde la muerte le tapará los ojos con su mano huesuda y le dará un beso en el corazón.