Esto pasó a las 19:40 horas el sábado 15 de abril, en esta comunidad en donde por segunda ocasión los artesanos del taller “Almorales” organizaron la quema del Judas, sin ayuda alguna de ningún político ni del Ayuntamiento de Jojutla:
“Nos cansamos de pedir y pedir cada año, desde hacer tres o cuatro años era lo mismo.
A veces nos decían que sí nos darían apoyo, pero nunca llegaba. Una de las última veces nos prometieron que habría equipo de sonido, pero no, nada. Hubo una ocasión que nos dieron permiso, pero resulta que también le habían dado permiso a la misma hora a un grupo religioso y tuvimos que esperar a que se retiraran para quemar al diablo”, relató Alfonso Morales Vázquez, director del taller de artesanos y habitante de Tlatenchi, quien además aseguró que la quema es una tradición del pueblo y para el pueblo que significa la purificación ante la maldad, la ambición, la envidia, la discordia, la explotación, concentrada en Judas Iscariote, quien por 30 monedas entregó a quien le dio la confianza, la amistad, su amor.
Satanás se bañaba en llamas ante el asombro de una multitud que había llegado al corral por invitación de los cartoneros y por el argüende del fuego, que ha sido un imán desde que el hombre dejó de ser mono.
Quienes más se acercaban al monigote rojo de enormes cuernos, sonrisa burlona y baba en punta eran los niños: en sus ojos las lenguas rojas consumían al cartón pintado y el carrizo traído de los apantles, que son el cuero y el alma de los diablos de Jojutla.
Horas antes estos pequeños acompañaron al Judas por las calles de Tlatenchi, del taller de los cartoneros al auditorio de esa comunidad, sonándole la panza con unos palos a un tambor.
Minutos antes también hubo un festival en el que la gente del pueblo participó: Aquileo Morales, el cantautor campesino, se reventó tres canciones a capela; el grupo de Yasmín Domínguez y de Brenda Domínguez dieron un espectáculo de danza regional y dos chavos con guitarra y violín tocaron algo de rock. Todo fue gratis y el público disfrutó de estas actividades culturales tanto como de la quema del Judas.
Hubo dos Judas. Uno de tres metros y otro más chico, y se quemaron los dos, como para reiterar la idea de que el mal debe desaparecer de la entidad.
Las últimas llamas consumieron la cabeza del chamuco. Sus cenizas quedaron en el potrero; estaba ya oscuro y un aire las levantó y se las llevó lejos del centro de Tlatenchi.