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La razón por la cual el PRI está perdiendo la campaña presidencial de 2018

TXT Edmar Ariel Lezama
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Justo ahora que se han oficializado las candidaturas de los tres principales partidos políticos para renovar el Ejecutivo Federal, la estrategia electoral del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se ha centrado en la descalificación y el uso sesgado de la ley para de esa forma restarles puntos a sus contrincantes.

Para ejemplificar lo escrito en el párrafo anterior, basta con observar el trabajo que ha realizado la Procuraduría General de la República (PGR) en el manejo que le ha dado al caso Ricardo Anaya y la forma en la que presuntamente se han enriquecido él y sus familiares en los últimos años.

La PGR, antes de permitir la presunción de inocencia, armar un expediente y presentar las pruebas, prefiere empeñarse en exhibir al candidato y su abogado en medios de comunicación, de una forma tal que haga a la ciudadanía pensar que el panista es una figura no confiable para un cargo de elección popular, lo cual en el mediano plazo podría significar pérdida de votos para el señalado.

La realidad demuestra que el resultado esperado por el PRI no ocurrió.

La lógica priista radica en un juego de suma cero, es decir, lo que mi contrincante pierde, es exactamente lo que yo voy a ganar; cuánto más pierda Anaya por una campaña de desprestigio es lo que ganará Meade al recibir a esos votantes desilusionados.

La realidad demuestra que el resultado esperado por el PRI no ocurrió, pues al revisar una encuesta de Parametría publicada por The New York Times el día 7 de marzo y que se levantó justo en el periodo de mayor exposición negativa para Anaya, se observa a Andrés Manuel López Obrador con 35% de preferencias, Ricardo Anaya con 21% y José Antonio Meade con 16%. Lo que significa que la brecha entre segundo y tercer lugar sigue siendo casi la misma, aunque con la desventaja para Meade, quien ahora se encuentra más lejos del puntero y mucho más cerca de Margarita Zavala, que posee el 10% de preferencias.

Sin tener la certeza sobre la culpabilidad o inocencia de Ricardo Anaya debido al mal uso de las instituciones del Estado por parte del partido en el poder, es sensato llegar a la conclusión que el PRI está pensando en función del siglo XX. Es decir, entiende que una competencia electoral está basada en amenazas a adversarios y oposición, tener medios de comunicación alineados y un uso de las instituciones del Estado contra con quien considera un adversario de peligro.

El PRI y su antecesor como partido político durante el siglo XX a través de Plutarco Elías Calles y hasta Carlos Salinas de Gortari, sin dejar fuera a ningún presidente emanado de esa institución, utilizaban la ley a conveniencia con la oposición, lo cual era promocionado por radio y posteriormente televisión. Para finalmente justificar el por qué se estaba sacando de la arena política a determinado personaje.

La elite en el poder entendía claramente que, al no haber elecciones limpias, la preocupación no se centraba en ganar votos, sino en justificar acciones; se castiga o elimina políticamente a alguien porque se lo merece, era el mensaje que se buscaba dar.

En lo que se refiere al político priista promedio, el que no está cerca de la elite en el poder, creyó en la idea de un juego de suma cero en política, es decir, desprestigiar al rival para obtener así a sus votantes y poder ganar elecciones, sin darse cuenta de que las elecciones ya estaban ganadas desde el principio.

Ese político promedio es la base del PRI actual, el que sale a la calle a gritar en mítines de campaña y considera a esos mítines como el medio adecuado para hacer llegar un mensaje; el que antepone la guerra sucia a la autonomía de las instituciones y su libre funcionamiento; el que cree en política como un negocio donde defraudar es lo normal si la ley está conmigo.

La realidad del siglo XXI es diferente a la del XX, ya que en la actualidad el PRI no puede censurar a todos los medios ni amenazar a través de la aplicación de la ley tan solo a ciertas personas, sin que ese par de actos despierten un enojo social que parece se refleja mes a mes en las encuestas: el único candidato que pierde puntos es Meade, mientras que los demás se mantienen igual o ganan.

Ese político promedio priista y su estrategia electoral llevarán a la peor derrota del PRI en su historia, pues cambiar de hábitos es algo que no ocurre de un día a otro; primero tendrán que desaprender que hacer política no es como hace 80 años, para después aprender que la dinámica social de México está vinculada a redes sociales e internet, con todo lo bueno y malo que conlleva eso.

Una vez realizado ese proceso de transformación, vendrá la limpia de marca como partido y la formación de cuadros realmente nuevos; el tiempo puede tardar más de seis años, si consideramos que quien gane el poder en 2018, tampoco dejará irlo tan fácil.

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