Cada que recuerda sus noches como cantante en un bar de Polanco, Nora Álvarez intenta ser balanceada en su relato. “Había noches buenas, otras no tanto”, dice. Solía llevar vestidos, maquillaje impecable, tacones altos y su largo cabello negro sin amarrar. En su repertorio, canciones noventeras, aunque de vez en vez cedía con rancheras para el cliente que insistía. Nora asegura que arriba del escenario era bastante buena pese a no ser una auténtica profesional del canto. De hecho, su paso por aquel bar en uno de los barrios más lujosos de la Ciudad de México fue casi como un error, no estaba en su plan de vida cantar cada fin de semana para mejorar su ingreso, no se suponía que sería así.
Además de los millennials de los estereotipos que parecen ser personas exitosas y realizadas, la mayoría de ellos en México vive en un escenario mucho más difícil.
Nora tiene 28 años, es abogada y tiene experiencia laboral en temas de litigio y notariales. Aun así, su salario mensual en un despacho jurídico es de unos 8 mil pesos, con los que tiene que hacer malabares para pagar renta, transporte, comida y salir con su novio. Hasta hace dos meses vivía con sus papás en el Estado de México, pero ahora renta un cuarto de un pequeño apartamento en una unidad habitacional en Azcapotzalco, en donde vive con otras dos mujeres.
Nora relata que una de las mayores ironías de su época como cantante era que obtenía el mismo ingreso arriba del escenario que como abogada.
“Trabajaba los viernes y los sábados en el bar, y por cantar 8 noches al mes me pagaban 8 mil pesos, igual que en el despacho, ganaba lo mismo que como profesionista”, asegura. “El problema era que físicamente me pegó mucho, tenía sueño todo el tiempo, estaba agotada”.
Al poco tiempo Nora dejó el micrófono para dedicarse de lleno a su carrera como abogada, el problema es que los meses pasan y su economía no mejora, tampoco su futuro profesional. “Creo que muchos pensábamos que con una carrera y echándole ganas al trabajo tendríamos el camino más fácil, pero no ha sido así”, dijo. “Sí es frustrante no tener ni siquiera seguridad social, sobre todo luego de haber estudiado tanto”.
Una de las cosas que más le duelen es que debió posponer decisiones de vida. “Sí quisiera poder casarme, haber hecho viajes, pero actualmente no ha sido posible”, asegura con voz que se quiebra. “Quiero ser mamá, pero no podría ahora, no tendría cómo mantener a mis hijos”.
Por todo el empleo nuevo que las autoridades presumen, México es uno de los países con los menores salarios entre los países de la OCDE. Los llamados millennials, jóvenes de entre 20 y 35 años, hoy conforman casi la mitad de la población mexicana en edad de trabajar y están en medio de ese escenario gris que arroja historias como la de Nora con desalentadora frecuencia. Muchos de ellos estudiaron porque les dijeron que si lo hacían su futuro sería mucho mejor, pero al llegar al mercado laboral toparon con la escasa oferta de puestos para profesionistas, generalmente mal pagada, inestable y con la que raya en suerte encontrar un empleo que ajuste con sus necesidades.
“Como sociedad les dijimos a los jóvenes que si estudiaban una carrera tendrían una mejor calidad de vida y aunque en muchos casos sí es así, en miles de otros esas palabras no fueron verdad”, menciona Héctor Villarreal, director del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).“Hay algunos que tienen un buen salario saliendo de la universidad, pero los números nos cuentan que el grueso de los jóvenes enfrenta una historia distinta”.
Ser millennial parece algo ‘cool’: el estilo de vida un tanto desenfadado, las habilidades tecnológicas, el espíritu emprendedor y el compromiso con el medio ambiente y la comunidad. Sin embargo, detrás de esas generalizaciones hay un auténtico ‘ejército’ de jóvenes sin oportunidades a los que las consecuencias de la Gran Recesión han golpeado en el bolsillo y la autoestima.
Las cifras de ocupación del Inegi muestran que los jóvenes sí quieren trabajar, solo que frecuentemente no encuentran dónde. Sus relatos advierten: no es que sean inestables en su sitio de trabajo, es que una diferencia de apenas mil pesos en el sueldo luce tan grande, que es motivo suficiente para dejar un empleo por otro. Muchos sienten frustración por lo que atraviesan y sienten pena de ser vistos como una especie fracaso (de hecho, la mayoría rechazó fotografiarse para este artículo). Y sí, tienen miedo.
CUATRO DE CADA 100 GANAN MÁS DE 12 MIL PESOS AL MES
Hiram Laguna siente que le han faltado oportunidades. A sus 31 años trabaja por periodos cortos en producciones audiovisuales, a veces son 4 meses, otras el empleo dura unas cuantas semanas. Es comunicólogo y en sus hombros recae buena parte de la manutención de su hogar, que lo completan su madre, de 54 años, y su hermano, de 27, quien no tiene movilidad de la cintura a los pies.
En los últimos 12 años tuvo 5 empleos formales; en el más estable duró apenas un año y medio como vendedor de marca en una tienda de Liverpool. Su salario más elevado en ese periodo fueron unos 7 mil 500 pesos, también como vendedor en otra tienda departamental. “No es ideal mi situación, con todos los gastos de la casa quisiera tener un trabajo estable, pero los trabajos me contratan por un tiempo y luego no hay nada”, afirma Hiram, quien descarta por completo poder salir de casa de su mamá en el futuro cercano. “Sí me preocupa y sí siento angustia por mi situación, pero por ahora es lo que tengo, yo y varios más”.
No se equivoca.
Los datos más recientes de la encuesta ENOE del Inegi, son contundentes: Del total de la población desempleada del país, que suma más de un millón 870 mil personas, el 51 por ciento de ellos, alrededor de 948 mil, son jóvenes millennial.
Por si fuera poco, de los millennial que sí están ocupados en la economía, casi la mitad de ellos están empleados en el sector informal. Es decir, no tienen prestaciones de ley, como seguridad social, primas vacacionales y otros beneficios.
Del total de los millennials ocupados en la economía, de acuerdo con el Inegi, el 11.1 por ciento no supera los 2 mil 400 pesos, el 29.4 por ciento percibe entre 2 mil 401 y 4 mil 802 pesos, el 23.8 por ciento de 4 mil 803 pesos a los 7 mil 203.
Un 13 por ciento restante de esos jóvenes gana hasta 12 mil pesos, mientras que Entre los afortunado que pueden tener un salario mayor a los 12 mil pesos está apenas el 4.4 por ciento.
El restante 18.3 por ciento señaló que no recibe ingresos o no especificó si los tenía.
¿QUIÉN PUEDE ASÍ PENSAR EN UN FUTURO SERIO?”
“¿Quieres saber de qué me quejo?”, pregunta Alberto Martínez, ingeniero civil y desempleado, mientras abre la página web del sitio de empleos OCCMundial, en busca de plazas para ingenieros sin experiencia laboral. Los resultados arrojan salarios bajos, menos de 10 mil pesos muchos de ellos. “Esas son mamadas”, dice. “¿Quién puede así pensar en un futuro serio?”.
Definitivamente él no, pues aunque intentó vivir de forma independiente el año pasado en un apartamento que compartía con dos amigos, eventualmente regresó este año a vivir con sus papás al sur de la Ciudad de México, pues los gastos de su parte de la renta, alimentos y una que otra salida con sus amigos le comía su ingreso. “No siento que sea un fracaso, tengo 28 años, no me gusta estar así, pero tampoco es el fin del mundo”, dice. “Eso no quita que sienta mucho coraje, según yo estudié para tener algo mejor”.
Quizá uno de los más grandes mitos alrededor de los millennials es que el salario no forma parte importante de sus expectativas laborales. Que la experiencia es más valiosa y que la obtención de nuevas habilidades les mueve más para permanecer en un trabajo. El Banco de México sembró serias dudas.
La institución realizó recientemente un análisis sobre el comportamiento de los millennials en la economía, basado en encuestas realizadas a directivos empresariales a nivel nacional. Uno de sus primeros hallazgos es que a estos jóvenes sí les importa su salario, mucho.
De hecho, es un elemento más relevante que para la generación previa, la generación ‘X’, que incluye personas de entre 35 y 51 años de edad.
“La mayoría de las fuentes consultadas en todas las regiones coinciden en señalar que para ambas generaciones predomina el interés por obtener mayores beneficios económicos como el principal factor que causa separación del personal de la empresa, si bien un mayor número de los directivos encuestados consideran que para los millennials este factor es más importantes con relación a la generación ‘X’”, destacó el Banco Central.
Al menos 7 de cada 10 directivos señalados por el análisis de Banxico destacaron como su principal respuesta la búsqueda mayores remuneraciones como la principal causa de pérdida de empleados millennial. El resto de las respuestas las completaron la mayor competencia entre las empresas y la ausencia de oportunidades de crecimiento laboral.
Óscar Sanabria entiende perfectamente lo que muestran los datos del Banxico. Hasta hace poco, este abogado de 26 años de edad y dos de experiencia en tribunales penales, recibía un salario de apenas 4 mil pesos mensuales como ayudante de la secretaría de acuerdos de un tribunal. Ese ingreso se esfumaba en transporte, alimentos y hasta hace unos meses en pago de gastos escolares. Recientemente, Óscar recibió una oferta que no pudo rechazar: trabajar en una empresa relacionada con el sector inmobiliario que le dobló el sueldo a 8 mil pesos mensuales.
Es una mejora, pero resulta insuficiente para poder llevar a cabo los planes que tenía desde hace varios años cuando comenzó la universidad. “Me gustaría vivir solo, ya vivir solo, pero no puedo, económicamente es imposible”, asegura.
Quizá podría rentar algún sitio con algunos amigos como lo hacen miles de jóvenes en las principales ciudades del país, dividir gastos y aligerar la carga financiera. El alquiler compartido se convierte en vía de esperanza de independencia para miles de millennials, pues adquirir una propiedad es un reto en lugares céntricos como la Colonia Roma de la Ciudad de México, en donde una vivienda cuesta en promedio más de 5 millones de pesos, de acuerdo con Propiedades.com, un sitio especializado en bienes raíces.
Y justamente ahí, en el ámbito inmobiliario, se rompe otro mito, aquél que asegura que los millennials no están interesados en comprar una casa.
De acuerdo con un estudio reciente realizado por HSBC, titulado “Más allá de los ladrillos. El significado del hogar”, 94 por ciento de ellos en México planea adquirir una vivienda en los siguientes 5 años, sin embargo, hay dos barreras que limitan ese sueño: a 66 por ciento no le alcanza con sus ahorros para un enganche.
La solución para muchos millennials termina en el nido. Sus padres los mantienen en casa durante varios años más después de terminar sus estudios universitarios o fungen como aval y prestamistas para adquirir una propiedad. Además, poco más de la mitad, un 54 por ciento de los millennials que sí compraron una vivienda en los últimos dos años, terminaron por pagar más de lo que habían presupuestado inicialmente, según HSBC.
“Claro que queremos cosas, ¿quién no quiere una casa propia?”, menciona Óscar. “El problema es que no alcanza, ni habiendo estudiando una carrera”.
MÁS ESTUDIOS ¿MEJORES SALARIOS?
Una de las cosas que Mariana Armenta creía sin dudar era que con un mayor nivel educativo sería más fácil conseguir buenos salarios y empleos. “Estudiar es igual a un mejor trabajo y eso es igual a estar tranquila”. Ella siguió lo que creía: estudió una licenciatura de la cual se graduó con mención honorífica y posteriormente una maestría en administración. Al final, no fue lo que esperaba.
“Creo que si pudiera regresar el tiempo y volver a tomar una decisión, no habría hecho la maestría y habría buscado trabajo desde que salí de la licenciatura”, afirma. “En los trabajos me dicen que no quieren a alguien de mi perfil, que sobrepaso lo que piden”.
Los números están de su lado. Al cierre del segundo trimestre de 2017, las personas desocupadas en la economía que estudiaron solo la primaria completa totalizaron 235 mil 994, según Inegi. ¿Las de bachillerato, universidad y más estudios? 882 mil 271.
Inegi muestra también que 66 por ciento de los millennials que están desempleados cuentan con educación media superior y superior y la mitad de los que están subocupados, aquellos que pueden trabajar más tiempo pero no consiguen ese trabajo adicional, son también jóvenes de entre 20 y 34 años.
Además, quienes pierden el empleo y cuentan con un mayor grado de estudios suelen tardar más en encontrar otro con igual o mejores condiciones salariales y de prestaciones.
Mariana tardó 8 meses en encontrar trabajo adecuado. “Al principio yo misma descartaba opciones por lo que pagaban, pero conforme fue pasando el tiempo fui siendo más flexible en ese aspecto”, reconoce. “La competencia a veces es muy dura por muy poco”.
En su estudio sobre millennials, Banxico detalló que se trata una generación más preparada académicamente que la predecesora generación ‘X’. Alrededor de 49.2 por ciento de los milliennials a nivel nacional cuenta con al menos educación media superior, en comparación con solo 37.5 por ciento de los miembros de la generación ‘X’.
Aun así, irónicamente a las empresas les cuesta mucho trabajo encontrar el talento adecuado para llenar sus filas. En 2016, la especialista en recursos humanos Manpower puso número a una hipótesis crítica: 4 de cada 10 empresas no encuentran jóvenes listos para enfrentar los retos profesionales que sus compañías ofrecen.
¿Y cuáles son las razones? La falta de experiencia laboral es la principal. Adicionalmente, las empresas suelen encontrarse con que no hay suficientes candidatos para llenar algunas de las plazas, no tienen habilidades técnicas o profesionales.
“Es un asunto serio que las empresas no encuentren lo que buscan de los miles de jóvenes que están allá afuera en busca de una oportunidad”, mencionó Manuel Toledo, especialista de la firma Andersen Tax & Legal. “Algo pasa en la formación profesional, en lo que enseñan las universidades, en la información con la que cuentan los jóvenes para tomar decisiones de carrera”.
Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en México no hay datos para que los más jóvenes tomen decisiones informadas sobre su futuro educativo. Además, se ha estimulado la oferta de programas de educación superior baratos en universidades de dudosa reputación, que no empatan con las necesidades del mercado laboral.
UNA CARGA ADICIONAL
Los millennials cargan con otra losa. Se trata de la generación que deberá pagar por las pensiones de sus padres y abuelos, algunas de las cuales están entre las más generosas de la historia del país.
“A la generación millennial se le está pidiendo que con su trabajo se hagan cargo de las pensiones de una generación anterior, cuyos beneficios ellos no van a ver, y al mismo tiempo se les pide que ahorren para su propio retiro, con salarios muy bajos”, advierte Villarreal, del CIEP. “A esta generación le tocaron una finanzas públicas muy apretadas”.
Para hacer frente a la ola de jubilaciones que se viene, menciona Villarreal, el gobierno mexicano deberá quitarle servicios a los millennials en los próximos años. Invertirá menos en educación, pagará por menos beneficios, les pedirá más a través de la recaudación. “Es una situación que los millennials ven y les da coraje, se está generando un auténtico polvorín político para los próximos años”, dice el especialista.
Curiosamente, las proyecciones del CIEP muestran que la llamada generación Z, que sigue a los millennials, no padecerá un entorno fiscal tan complejo, pues estos últimos ya habrán solventado la mayor parte de la carga.
Desde cualquier perspectiva, agrega Villarreal, buena parte de los millennials parece destinada a sobrellevar un entorno complejo en su integración a la economía y al mismo tiempo, se espera que revolucionen los sitios de trabajo, las tendencias de consumo, la manera en que nos organizamos políticamente. Los millennials, al parecer, dejarán una huella profunda.
Así lo cree también Nora, quien aunque las cosas no pinten como esperaba hace unos años, cree que todo puede mejorar con un poco más de esfuerzo. Quiere volver a cantar, pero esta vez solo por gusto, sin la presión de tener que hacerlo para conseguir un ingreso que tanta falta le hace. Quiere seguir preparándose, dar clases, formar una familia y despreocuparse de que sus hijos tengan lo que ella tuvo cuando fue niña. Sueña todavía con que la carrera que estudió le abra las puertas a un empleo de mejor sueldo y no sentir que todo fue en vano. Y tiene esperanza. “Yo creo que sí me va a ir mejor, no sé cuándo, pero no creo que siempre vaya a ser así”.