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Lunes, 28 Septiembre 2020 05:17

La historia del mal llamado Pelucho o Peluchín

Los perros de la calle puede ser una plaga, pero no existen. Nacen, crecen, se reproducen y mueren y nadie se entera. En ocasiones estos animales que andan alrededor de las casas son adoptados y llevan una vida buena, pero no pasan de ser o haber sido perros de fulano de tal.

No faltan los perros extraordinarios, “listísimos”, a quienes “nomás les falta hablar” para ser humanos, que pasan a la memoria de las familias o de los barrios por una o varias hazañas, como es el caso del mal llamado Pelucho o Peluchín; un can de siete años de edad de color blanco, rescatado muy cachorro cuando lo fueron a tirar a una barranca.

El can de marras vive en una colonia que colinda entre Jiutepec y Cuernavaca. La madrugada del domingo 7 de junio, hizo mucho aire, lo que provocó que el portón de la casa se abriera y el animal, junto con dos perras de raza schnauzer, Yuyu y Curra, se salieran a la calle y se juntaran con un perro sin dueño apodado El Sonsacador.

La dueña del cuadrúpedo vio el portón abierto y pensó que los ladrones habían entrado a robar, aunque no escuchó el ladrido de los animales, que se supone que cuidan la propiedad: no le habían robado nada. Corrió para meter a sus animales y logró atrapar a las dos perras y dejó afuera a Peluchín y al Sonsacador; no era la primera vez que Pelucho amanecía en la calle.

A las ocho de la mañana de este domingo la dueña se levantó y no vio a su perro, pensó que tal vez regresaría horas más tarde, como los cientos de veces que escapaba y regresaba sediento.

Su mamá le reclamó que se le había salido el perro y le dijo que no, que se había abierto el portón por el aire y se habían salido los perros, pero el macho no se pudo meter, porque el motor de la camioneta del papá de la dueña, que sale muy de madrugada por mercancía, lo alertó y lo siguió cuadras abajo.

A las once del día, la dueña del animal y sus dos hijos fueron a buscarlo por los alrededores de la colonia; pensó que lo habían atropellado, pero no encontraron rastros. Los niños y la dueña se comenzaron a preocupar más. Salieron a buscarlo a un área un poco más grande y no encontraron ni polvos de Peluchín.

Eligieron una foto del perro y la subieron a redes sociales: “Se busca, se perdió por Farmacias Guadalajara en la colonia Jacarandas, muy cerca de Chedraui”. La publicación fue compartida más de 200 veces en Facebook, pero nadie daba razón del extraviado.

Los días fueron pasando y el ladrante no regresaba. La familia pensó que lo habían atropellado, que lo habían robado y hasta que lo habían hecho en barbacoa por la crisis que padecimos esos meses por la pandemia.

Peluchín es muy listo y siempre que se salía regresaba a las pocas horas, aunque se hubiera ido muy lejos de la casa. No era fácil de capturar porque era bravo: mordió a varias personas, incluyendo a su dueña.

La foto del can fue extendiéndose por las redes sociales, y las reacciones no se hicieron esperar: a la familia le mandaban imágenes de perros parecidos a él. Cada dueño o dueña conoce a sus animales, la mirada del perro era única.

La familia pensó en contratar los servicios de un buscador de perros pero los honorarios eran muy caros y siguieron insistiendo por las redes sociales. Había imágenes que llegaban de otros municipios, pero no era el perdido.

El 22 se publicó en los periódicos que en Rancho Cortés, al norte de Cuernavaca, habían abandonado a 24 perros. Entre el grupo había un perro de color blanco, pero no era el extraviado.

Conforme fueron pasando las semanas disminuyeron las posibilidades de hallar al can. Quedaba el consuelo de que durante los varios años estuvo en esa familia se le dio una buena vida y se le demostró que lo querían como a un miembro más.

El tiempo fue cerrando todos los días la puerta del olvido y de Peluchín no quedó ni el ladrido.

La familia quiso adoptar a un perro, pero la mamá de la dueña advirtió que no quería más animales en la casa.

El jueves 10 de septiembre, como a eso de las seis de la tarde, la dueña de Peluchín estaba en la sala apoyando a las tareas de su hijo menor, a quien regañó porque no quería hacer nada y le alzó la voz. Su hijo mayor le dijo que no le gritara a su hermano porque era su cumpleaños y que además si hubiera estado allí Pelucho los defendería.

A los pocos minutos sonó el timbre del portón. El hermano mayor salió a abrir. La mamá escuchó gritos de la abuela; desde el barandal ésta le pedía a su primo que sacara a la calle a un perro que se había metido a la casa.

-¡Es Peluchín! -grito el hombre.

-¡No, como crees, ese no es, está todo flaco y pelón, ese perro no es! –respondió la abuela.

En efecto, el ladrante era blanco, pero estaba flaco y pelado, olisqueaba por los rincones de todo el patio. Las dos schnauzer se le acercaron y después de olerlo lo reconocieron.

La dueña bajó rápidamente:

-¡Peluchín, dame la mano! Y el perro obedeció.

Después bajaron los niños y abrazaron al animal.

Flaco, pelado, jodido y desorientado, pero el animal había vuelto a su casa.

A la semana siguiente, la dueña del perro vio en un muro de Faceboook una foto de un perro igual a Peluchín. Lo buscaban en Lomas de Cortés; y respondió al aviso diciendo que ese animal era propiedad suya; pero quien solicitaba la búsqueda contestó que no era posible, porque su perro había desaparecido un día antes y Peluchín ya llevaba una semana en casa.

 

COLOFÓN CON COLA

La vida debe tener sus misterios y los de este cánido durante estos meses que no estuvo en su casa deben ser muy interesantes: ¿estuvo a punto de servir para hacer tacos de suadero de guaguacoa? ¿Anduvo en la calle y se peleó con otros animales? ¿Destronó a algún macho alfa y tuvo su propia manada? El ladrante regresó pelado. Al menos tuvieron esa atención, no se sabe si fue con la finalidad de que estuviera presentable para venderlo o darlo en adopción o era parte de la receta secreta para algún platillo exótico en tiempos del covid-19.

El nombre de Peluchín le queda muy corto ahora a un animal que recuerda mucho al corrido del Caballo Blanco de José Alfredo Jiménez (Este es el corrido del caballo blanco/ que en un día domingo feliz arrancara), y es necesario buscarle un nombre que le haga honor a su hazaña: el Regresador es una manera más precisa de llamarlo o de plano: Termineitor.

 

 

 

 

 

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