“La bise”, como le llaman a este acto en Francia, viene desde un periodo bastante antiguo. Según se dice, este bizarro y platónico saludo fue presentado por los franceses a los romanos durante las guerras gálicas entre el año 58 y 51 a.C, luego pasó a ser una costumbre meramente aristocrática del país europeo para después convertirse en un acto de cotidianidad que trascendió por casi todo el mundo.
En América se cambió un poco el formato ya que los franceses ocupan el doble beso de derecha a izquierda casi aéreo mientras que aquí nos embarramos el cachete derecho con quien se nos presente así sea familiar, amigo o desconocido. Quizás se pueda traducir como un principio moral o de educación pero hablando desde lo personal, me parece ligeramente aberrante y sé que a varias personas también.
Sin embargo, sea lo que sea esta extraña tradición que los franchutes inculcaron en nuestros colonizadores, va siendo hora de despedirse de ella por un rato, por mucho que a algunos les duela o les de gusto. Más que nada es por cuidarnos, porque mas allá de lo social, la educación, el cariño, o en su defecto, el disgusto de rozar tu mejilla con una ajena, ha llegado la hora de hacer conciencia.
Ahora será pertinente el saludo a la distancia, el choque de puños, un hi five, el choque de codo para los cuates, o también, una reverencia, el námaste o el saludo Vulcano que nos enseñó el señor Spock en Viaje a las Estrellas que a mi parecer sería el más indicado para mostrar respeto y afecto por el prójimo.
En fin, muchas cosas irán cambiando como las reglas laborales, sociales, el uso de la tecnología y por supuesto también las costumbres como el beso en la mejilla la cuales, al igual que nuestra vida en general, serán transformadas y visualizadas dentro de una “nueva normalidad” que ahora nos compete a todas-todos-todes como personas responsables y seres humanos.