Vida y Estilo

Cómo saber si mi bebé podría tener alergia a las proteínas de leche de vaca

La alergia a las proteínas de leche de vaca (APLV) es la alergia alimentaria más común en bebés y niños pequeños. No en vano, entre el 2 y el 8 por ciento de los bebés la padecen pero no siempre es diagnosticada de forma rápida y concreta.

Silvia Díaz
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Como madre de un niño con esta alergia alimentaria, os contaré cuáles son los síntomas que deben ponernos en alerta. Algunos son muy claros y evidentes, pero otros pueden llegar a confundirse con afecciones comunes de los bebés como reflujo o cólicos del lactante. Por ello es importante que acudamos al pediatra ante cualquier signo que nos haga sospechar.

Lactancia materna y APLV

La lactancia materna exclusiva es el mejor escudo para proteger a nuestro bebé de padecer una alergia alimentaria, incluida la APLV. Pero por desgracia, dar el pecho no asegura una protección total y los bebés amamantados también pueden desarrollar esta o cualquier otra alergia.

Esto ocurre, principalmente, en niños con antecedentes de atopía, es decir con padres alérgicos (no necesariamente a la leche de vaca) y/o asmáticos o con algún hermano con APLV. Si ese bebé transporta en sus genes una importante carga atópica, lo más probable es que la alergia acabe debutando sin que podamos hacer nada por evitarla.

Pero hay una práctica que sí podemos evitar y de la que, por suerte, cada vez más pediatras y personal sanitario es consciente de los peligros que entraña: la administración precoz e intermitente de leche de fórmula mientras se da el pecho.

Se trataría del típico biberón de fórmula que damos (o dan a nuestro bebé en el hospital sin nuestro conocimiento ni consentimiento) mientras nos sube la leche. O al que recurrimos una noche esporádica para poder descansar. O a la "ayudita" que nos aconsejan que demos los primeros días porque parece que "el bebé se ha quedado con hambre"... Esta manera de administrar la leche de fórmula, potencia el riesgo de padecer APLV en individuos genéticamente predispuestos.

Primeros síntomas de alerta

Tanto si has optado por lactancia materna como si estás dando biberón, quizá notes ciertos comportamientos extraños en tu hijo durante la toma. ¿Tu bebé se arquea mientras come?. ¿Suelta y coge el pezón o la tetina con rabia, como si no quisiera comer pero al mismo tiempo tuviera hambre?. ¿Se muestra inquieto y nervioso durante y después de la toma?. ¿Rechaza el pecho o el biberón?...

Estos síntomas a los que, inicialmente, los padres pueden no dar importancia, podrían escoder una APLV. Pero si además, tu bebé se muestra irascible la mayor parte del tiempo, tiene periodos de sueño muy cortos, parece dolerle la tripita o estar incómodo, vomita a propulsión o regurgita constantemente, deberías consultarlo de inmediato con tu pediatra.

Igualmente, conviene estar alerta ante cualquier cambio inusual en el color y consistencia de las heces si hablamos de un bebé alimentado con lactancia exclusiva. Heces con moco, con hebras de sangre o con un olor muy fuerte pueden ser también señales de alarma.

Tipos de alergias alimentarias
Existen dos tipos de alergias alimentarias y una suele ser más sencilla y rápida de diagnosticar que la otra:

Por un lado están las alergias mediadas por IgE cuyos síntomas suelen ser inmediatos a la ingesta del alimento alérgeno. En el caso de la APLV estaríamos hablando de síntomas que aparecen tras dar el biberón o el pecho a nuestro bebé.
Los síntomas más característicos son las erupciones cutáneas: el bebé comienza a llenarse de ronchas o granitos alrededor del área de la boca, barbilla, cuello u otras partes del cuerpo. Además, pueden aparecer otros síntomas asociados como dificultades respiratorias, silbidos o hinchazón de párpados y labios.

Al tratarse de síntomas muy llamativos y de brusca aparición tras la toma, el diagnóstico no suele hacerse esperar.

LA APLV MEDIADA POR IGE PRESENTA SÍNTOMAS DE RÁPIDA APARICIÓN Y EVOLUCIÓN Y SU DIAGNÓSTICO SUELE SER CLARO

Pero no podemos olvidarnos de las alergias no mediadas por IgE, las responsables de que muchos bebés sean diagnosticados tras días, semanas o incluso meses de pasarlo realmente mal.
En el caso de la APLV, estos síntomas tardíos y de lento desarrollo se suelen confundir con otras patologías comunes en los bebés, de ahí que su diagnóstico llegue a veces tan tarde.

Si tu bebé presenta cólicos a cualquier hora del día, reacciones cutáneas en forma de eczemas o dermatitis de pañal muy rebeldes, reflujo, irascibilidad, estancamiento o pérdida de peso, dolor abdominal, "cacas raras", vómitos... Podrías estar delante de una APLV no mediada por IgE.

LA APLV NO MEDIADA POR IGE PRESENTA SÍNTOMAS TARDÍOS Y DE LENTA EVOLUCIÓN QUE PUEDEN LLEGAR A DIFICULTAR Y RETRASAR SU DIAGNÓSTICO

No obstante, debemos tener muy presente que no hay dos alergias iguales por lo que los manuales de síntomas sólo deben servirnos de guía para estar alertas en caso de detectar algo inusual. Pero, como en casi todas las cosas, el instinto de una madre suele ser siempre el mejor de los manuales.

Pasos a seguir tras el diagnóstico

Si has detectado en tu bebé alguno de lo síntomas descritos es importante que acudas de inmediato a un pediatra (o al servicio de urgencias de un hospital si consideras que los síntomas son graves) que te dará las indicaciones precisas sobre los primeros pasos a seguir.

Es probable que vuestro pediatra os derive a un especialista que hará el seguimiento de la alergia de tu hijo, así como las pruebas necesarias para confirmar las sospechas del diagnóstico.

En cualquier caso, el tratamiento a seguir ya sea una alergia mediada por IgE como no mediada por IgE, será la exclusión de la dieta del bebé del alimento alérgeno, en este caso de la leche de vaca.

Si estás alimentando a tu hijo con leche de fórmula tendrás que sustituirla por una leche hidrolizada (que te deberá recetar el médico) y si estás dando el pecho lo más recomendable es eliminar de tu dieta la leche de vaca y los productos derivados lácteos, para seguir amamantando con seguridad.

¿Es lo mismo APLV que intolerancia a la lactosa?

¡No!. Por desgracia es común que se produzca confusión entre los términos "alergia a la leche" e "intolerancia a la lactosa" pero es muy importante saber diferenciar ambas patologías porque la vida del paciente depende de ello.

En una alergia alimentaria (ya sea mediada por IgE como no mediada por IgE) entra en juego el sistema inmunitario al considerar a las proteínas de la leche como un enemigo contra el que luchar.

Por otro lado, hay que saber que una alergia puede comprometer la vida del paciente si llegara a producirse un shock anafiláctico, por lo que en los casos más graves se recetará adrenalina autoinyectable para que el alérgico la lleve siempre consigo.

En la intolerancia a la lactosa no entra en juego el sistema inmune sino el aparato digestivo. El paciente es incapaz de digerir la lactosa (el azúcar de la leche) y se producen alteraciones a nivel intestinal que en ningún caso comprometerán la vida del paciente ni requerirán de adrenalina. Una persona intolerante a la lactosa podrá seguir consumiendo productos lácteos siempre que estén exentos de lactosa.

El problema es que en algunas ocasiones, la APLV no mediada por IgE puede presentar síntomas digestivos muy similares a los de la intolerancia a la lactosa, de ahí que haya equívocos y retrasos en su diagnóstico. Pero es importante conocer las diferencias y emplear correctamente la terminología.

UN ALÉRGICO A LA LECHE DE VACA DEBERÁ RETIRAR DE INMEDIATO LA LECHE DE SU DIETA. UN INTOLERANTE A LA LACTOSA PUEDE SEGUIR CONSUMIENDO LECHE SI ÉSTA NO LLEVE LACTOSA

En resumen...

La alergia a las proteínas de leche de vaca nada tiene que ver con la intolerancia a la lactosa, ni en gravedad de síntomas, ni en desarrollo, ni en pronóstico. Y aunque es la primera alergia alimentaria que debuta en la infancia, también suele ser la que mejor pronóstico de curación tiene.

En cualquier caso, se trate de una alergia mediada por IgE o no mediada, con síntomas graves o menos graves, el tratamiento siempre pasará por la eliminación de la leche de la dieta del bebé.

 

Fuente: Bebés y más

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