Pero antes de contarles mi aventura, tienen que saber que Tlayacapan es un municipio que se encuentra al norte del Estado de Morelos, municipio que desde julio del año 2011 cuenta con el título de Pueblo Mágico; también es un pueblito con 3,000 años de existencia, que, a pesar de ser parte de los 121 pueblos mágicos de México, no cuenta con tanta afluencia de turistas, a diferencia de Tepoztlán, otro pueblo mágico que se encuentra también en Morelos.
La visita a Tlayacapan se realizó con motivo de las salidas programadas por parte de mi licenciatura; fuimos exclusivamente al Cerro del Tlatoani, parte del Corredor Biológico Chichinautzin y de paso conocimos un poco el pueblo.
Llegamos a las 9:30 horas al centro de Tlayacapan, donde mis amigos y yo nos reunimos con el profesor Roberto López Solano, la señorita Gris y el guía de turistas Gerardo; justo ahí en el centro se encuentra la Presidencia Municipal, lugar que sufrió severos daños debido al sismo de 2017 y que no se ha podido restaurar por falta de recursos, como en muchas otras partes no solo del Estado, sino del país.
Antes de subir al Cerro del Tlatoani, nuestro guía nos dio varios datos interesantes sobre el pueblo y el cerro, como por ejemplo que esa zona del cerro fue construida para realizar ceremonias al dios Tlaloc y Cholotl, y al mismo tiempo fungía como lugar de residencia para los altos mandos, como sacerdotes, gobernantes y militares.
A las 11 horas comenzamos a subir el cerro, el cual está lleno de rocas, la tierra del piso es muy fina y engañosa, ya que provoca que te puedas resbalar con mayor facilidad y tiene muchos espacios muy angostos que te dificultan el paso y le agregan un poco de adrenalina a la subida.
A tu paso por el sendero, te puedes encontrar con plantas y flores muy coloridas que alegran el paisaje, árboles milenarios como el Amate Amarillo, miradores y partes del cerro con una vista inigualable, desde las cuales puedes observar todo Tlayacapan y parte del Estado de Morelos, así como insectos y aves que están en la zona.
Tres horas después, ya nos encontrábamos en la punta del cerro, admirando tanta belleza del lugar y capturando ese momento mágico, lleno de un entusiasmo por estar ahí y haber logrado subirlo. La paz que emanaba ese lugar era increíble, inigualable, podías respirar verdadero aire puro y realmente estar en contacto con la naturaleza.
Para bajar, tardamos menos, en hora y media ya estábamos en la entrada del cerro, yo lo atribuyo a que moríamos de hambre, así que, después de conocer el emblemático y conocido restaurante 1000 Amores, nos dirigimos hacia el mercadito ubicado en el centro de Tlayacapan y comimos a más no poder. Al ir hacia el mercadito, noté que no había muchas personas vendiendo artesanías del lugar, lo que me dejó pensando que sería probablemente porque aún no terminan de recuperarse del sismo, pero ahora con esta nueva situación, el Covid-19, no puedo imaginar cómo estarán.
Es por eso que los invito a que, cuando podamos volver a salir, apoyemos a nuestros artesanos, ¿cómo? comprando lo local, no regateando y prefiriendo lo hecho por sus manos. También los invito a seguir conociendo Morelos, ya sé que cuando todo esto pase, las cosas no volverán a la normalidad, y que seguramente la forma de hacer turismo cambiará mucho, pero eso no significa que no podremos conocer nuestro Estado, ni salir de él, de nosotros depende ayudar a que se recupere.
Así que ya saben, vayan a Tlayacapan, vale la pena conocer y visitar este pueblo mágico, es un lugar que tiene mucho por dar...
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS:
IDGIE CASANDRA ÁVILA HERNÁNDEZ
ESTUDIANTE DE LA ESCUELA DE TURISMO UAEM