Un caso de integración territorial de las propiedades enfitéuticas en el Marquesado del Valle (1592 a 1900)
PRIMERA PARTE
El análisis de las haciendas en el estado de Morelos está limitado a los estudios de carácter del patrimonio cultural, destacando los aspectos arquitectónico, arqueológico y artístico con fines de difusión turística. Otros estudios se han centrado en la producción del azúcar. Pero ninguno tiene un enfoque del proceso de integración territorial y cambio de uso de suelo, que permita estudiar los orígenes de las haciendas, la incorporación de tierras, sus transformaciones del uso del suelo y del medio ambiente a lo largo de los siglos.
Este texto pretende realizar un acercamiento a la parte de la integración territorial y los cambios de uso de suelo que le dan un sentido de funcionalidad a las haciendas en la jurisdicción de la alcaldía mayor de Cuernavaca, que formaba parte del Marquesado del Valle de Oaxaca, durante el periodo de 1592 hasta el primer tercio del siglo XIX. Se trata de un primer acercamiento que permita posteriormente, estudiar los cambios en el medio ambiente. Se presenta el caso de la hacienda de San Antonio Tlazala “el Puente” porque corresponde a la primera hacienda que tuvo su origen en la concesión de tierras a particulares por parte de Pedro Cortés Arellano y Monroy, marqués del Valle de Oaxaca, a partir de la figura del censo enfitéutico, que otorgaba el usufructo de la tierra por tiempo ilimitado pero no su propiedad, a cambio de una renta anual.
La Hacienda de San Antonio Tlazala o El Puente que, en 1900 heredó doña María Portillo Diez de Sollano –que en ese año heredó de su padre don Ramón Portillo y Gómez–, tuvo su origen en varias mercedes de tierras concedidas en fechas diversas por el Marquesado del Valle de Oaxaca a diferentes personas, a lo largo de dos siglos. En 1731, el alférez Joseph de Palacios, importante comerciante de la ciudad de México, adquirió varias fincas agrícolas, fusionándolas en una sola propiedad: la hacienda de San Antonio Tlazala también conocida como El Puente, el trapiche de San Antonio Cuahuixtla –ambas en la cañada de Xochitepec—, el rancho de Apatlaco, el trapiche de San Ildefonso, y la estancia El Potrero, este último en términos del pueblo de Alpuyeca.
El 6 de julio de 1529, Carlos V le había concedido a Hernán Cortés una merced que incluía veintidós villas y veintitrés mil vasallos en la Nueva España. La merced comprendía un territorio muy amplio diseminado en el centro sur del reino de la Nueva España: Charo Matlatzinco, Toluca, Coyoacán, Cuernavaca, Yautepec, Tepoztlán, Oaxtepec, Yecapixtla, Oaxaca, Tehuantepec, Tuxtla y Cotaxtla.
Debido a que el Marquesado del Valle de Oaxaca tenía jurisdicción criminal y civil propia, los marqueses tenían facultades para otorgar mercedes de tierras en sus territorios. La cesión de las tierras se realizó mediante un censo enfitéutico perpetuo, por medio del cual los marqueses del Valle traspasaron el dominio útil de los bienes raíces a los contratantes, conservando el dominio directo sobre sus tierras. Anualmente, los enfiteutas pagaban un censo en dinero al censualista. Si alguien dejaba de pagar durante tres años, caía en la pena de comiso y el dueño adquiría el derecho de reclamar su propiedad. Entre 1614 y 1627, Pedro Cortés otorgó ciento veintidós censos enfitéuticos a varias personas que fundaron sus fincas y, que con el paso del tiempo, se convirtieron en haciendas azucareras.
(CONTINUARÁ)
Dr. Jaime García Mendoza
Profesor Invitado de la Escuela de Turismo UAEM
FOTOGRAFÍAS:
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Adalberto, Ernesto y Adalberto.