La Tinta Insomne

El libro vacío

Sólo queda esta atormentada necesidad

de escribiralgo, que no sé lo que es.

En El libro vacío

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Cuentan que en 1958, una mujer se presentó a la imprenta donde estaban a punto de imprimir su primer libro. Se dice que le solicitó al encargado que detuviera la impresión porque tenía ciertas dudas y debía hacer correcciones a la novela.

Otro día, una vez más, la mujer llegó a la imprenta. Como en la ocasión anterior, pidió que se detuvieran para hacer correcciones. El libro le fue devuelto, hizo los cambios y lo entregó a la imprenta.

Cierto día se volvió a presentar. En esta ocasión, el encargado le negó la obra, al tiempo que le dijo que si seguía corrigiendo terminaría por arruinar la novela. Entonces, el libro se imprimió; su autora, una tal Josefina Vicens, no tenía idea de lo que acababa de entregar a la literatura mexicana: El libro vacío.

Ésta es una de las novelas más importantes que se han gestado en México. Hoy en día, Josefina Vicens es apenas conocida, pese a que su obra se ubica en las cumbres de las letras mexicanas. Como Rulfo, únicamente publicó dos libros que le valieron la eternidad en el mundo literario de este país que a veces se niega a reconocer las grandes obras y se empeña en anteponer otras, de amigos para amigos.

El libro vacío (SEP/Lecturas Mexicanas, 1986) es una narración en primera persona protagonizada por José García, un contador de 56 años que vive atrapado en la rutina de su trabajo y en el encierro de su casa. Un hombre «gris» que se rechaza a sí mismo: «No me gusta mi cuerpo: es débil, blando, insignificante. No, no me gusta» (p.48).

Cierto día, este hombre decide escribir. Para ello adquiere dos cuadernos; en uno escribirá su rutina, contará su vida, los hechos que lo han marcado; lamentará su mediocridad y su poca capacidad para escribir… En el otro planea transcribir lo que le parezca más valioso para convertirlo en un libro, que sin embargo permanece en blanco.

A través de la historia conocemos pasajes de la vida de José. Por ejemplo, cómo a los catorce años sostuvo una relación con una mujer de cuarenta. O cómo cayó en infidelidad pocos años antes de decidirse a escribir.

Vicens aborda el tema de la imposibilidad de crear, de escribir. Porque José García escribe en su cuaderno, pero no en el libro. Es decir, escribe pero no escribe. Todos sus apuntes los considera eso y nada más, aun cuando su historia va cobrando forma.

El personaje reconoce la necesidad de escribir. Luego, convencido de que no es posible crear, decide no volver a escribir. Pero recae: «He tenido una pequeña victoria. Hoy hace exactamente ocho días que no escribo. Esta recaída es sólo para consignarlo» (p.53).

José busca desprenderse de la cotidianidad a través de la literatura. Su vida le resulta vacía como para habitarla día a día sin respuesta a esa «nada». Josefina Vicens entregó una novela redonda cuya importancia radica no sólo en la innovación, sino en el hecho mismo de que estaba convencida de que no se podía escribir nada.

«¡No soy escritor! No lo soy; esto que ves aquí, este cuaderno lleno de palabras y borrones no es más que el nulo resultado de una desesperante tiranía que viene no sé de dónde» (p.44), dice José García, seudónimo que, precisamente, alguna vez utilizó Josefina, la gran escritora Josefina Vicens, aun cuando hoy su nombre no es mencionado entre las «estrellas» de nuestra literatura, pese a la importancia de su brevísima obra.

A propósito de ello. Aun cuando recibió buena crítica El libro vacío, Vicens no se animó a publicar otra obra sino veinticuatro años después, cuando en 1982 apareció Los años falsos (Martín Casillas Editores), la segunda y definitiva novela de esa escritora que prevalecerá en las letras mexicanas, pese al olvido al que la han destino algunos.

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