La Tinta Insomne

Con esas manos se acarician

El cuento es un género bien cultivado y de mucha tradición en nuestro país. Juan Rulfo, Jesús Gardea, José de la Colina, Juan Vicente Melo, Juan José Arreola, Beatriz Espejo y José Revueltas son unos cuantos ejemplos de la cantidad de notables cuentistas del México del siglo XX; es un género que aún goza de popularidad.

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La fantasía en esta nación forma parte de nuestra cultura; vivimos en un lugar construido con paredes de ficción y caminamos sobre suelos de mentiras. Hay imágenes que parecen haber sido sacadas de las peores pesadillas de un demente, pero que –muy a nuestro pesar– no son sino un fragmento de la realidad que azota a este país.

Pese a ello, la literatura fantástica no ha destacado en México como la rural o la urbana. Hay, sin embargo, un escritor que lo mismo ha escrito periodismo y novela de narcotráfico, que cuentos cuya atmósfera se torna en el terreno de lo fantástico. Me refiero a Mario González Suárez (México, D.F., 1964).

El libro que recomiendo esta semana se titula Con esas manos se acarician. Fue publicado en el año 2010 por Bruguera y es una antología que reúne quince textos de los libros Nostalgia de la luz (1996), La materia del insomnio (1997), El libro de las pasiones (1999, Premio Gilberto Owen), Marcianos leninistas (2002) y Dulce la sal (2008).

Son quince historias escritas con una prosa fluida que permiten una lectura rápida. En esta obra, el lector encontrará diversos personajes, víctimas de sí mismos; como el taxista que, cierta noche de aburrimiento, descubre una nueva pasión de la que forman parte los pasajeros, aunque éstos no la disfruten como el chofer. «Lo que marque el taxímetro» obtuvo el primer lugar del Premio de Relato Emecé/Zoetrope, en el año 2002.

En «El Pelochido» se cuenta la historia de jóvenes mexicanos metidos al comunismo, sus prácticas, el lenguaje de ese sector y la vida que solían llevar en el siglo pasado, cuando esa ideología cobró fuerza en México.

«Volapié» da cuenta de dos hombres y una mujer aficionados a las corridas de toros; ambos están enamorados de ella, pero nadie dice nada al respecto. Salen los tres, se citan a espaldas del otro, todo en torno a lo que acontece en la plaza de toros, con un final inesperado.

Historias de este tipo hay en la obra, con partos de seres extraños, hermanos envueltos en una atmósfera a lo Quiroga; o una pareja de sordomudos que se comunica en una playa y un testigo –que conoce el lenguaje de señas– narra las frases que el hombre le dice a la mujer: frases poéticas expresadas con las manos.

En el libro hay hombres y mujeres atrapados en situaciones angustiantes; algunos pasan de la rutina a lo inimaginable en un abrir y cerrar de ojos.

En resumen: Con esas manos se acarician es una muestra de la tradición cuentística de México y las buenas formas de nuestros narradores.

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