La tradición literaria estadounidense es amplia, una de las más ricas de América. Entre sus figuras destacan autores universales como Edgar Allan Poe, Mark Twain, Jack London, Herman Melville y Walt Whitman, por citar algunos de los más clásicos. Nombres que han contribuido a la grandeza literaria de ese país y del continente.
Pero no todos los grandes escritores alcanzan la fama universal. Hay otros que, desde el olvido, lanzan alguno que otro grito y se vuelve la vista hacia ellos: entonces se descubre su grandeza y se retoma su obra.
Tal es el caso de la recomendación de esta semana: William Saroyan (Fresno, California, 1908-1981), un estadounidense de origen armenio. Puntualmente, de su volumen de cuentos El joven audaz sobre el trapecio volante (1964; Acantilado, 2004; traducción: J. Martín Lloret).
La editorial catalana ha publicado seis obras de Saroyan. Este hecho ha provocado que el escritor vuelva a la escena, aunque más bien de forma tímida, pero con firmeza.
El joven audaz… fue el primer título que publicó el autor, en 1934. Su aparición le valió el reconocimiento del público y de la crítica, lo que marcó el inicio de una carrera en el mundo de las letras.
El volumen en mención está integrado por 26 relatos que lo mismo pueden leerse como historias dispersas o como una totalidad, entrelazados uno a uno.
Varias de las historias se ubican en el periodo de la Gran Depresión; sus personajes, marginales y sin muchas esperanzas en el porvenir, deambulan por buhardillas y cierto ambiente hostil.
En los textos puede encontrarse un tono autobiográfico: la formación como escritor de Saroyan, los inicios de la carrera, las dificultades que debió sobrellevar ante la soledad a la que se sometió en un país que está lejos de ser lo que se cuenta de él.
Sin embargo, no toda la obra transcurre en la desesperanza. William Saroyan también maneja un buen humor que hace de sus textos espacios placenteros.
En «Un día de frío» se cuenta la historia de un escritor incipiente que no soporta el temporal y busca calentarse, prenderse una fogata en su habitación con la intención de comenzar la escritura de un relato. Para ello planea quemar algunos de sus libros más voluminosos y que carezcan de calidad.
Al iniciar la selección, el personaje hojea los mamotretos elegidos para su empresa. Sin embargo, va descartando cada uno al descubrir que no le resultan tan malos como lo suponía.
En este cuento encontramos al Saroyan escritor en ciernes: hay una preocupación por los procesos de creación a los que se somete el que pretende escribir. Resalta todas las adversidades –internas y externas– por las que debe transitar para plantarse –en su caso– frente a la máquina de escribir y comenzar «el gran relato».
Aunado a este tema, que es constante en el libro, el autor también lanza una crítica a la sociedad de su tiempo. En «Id vosotros a la guerra» hay acaso la parte más política del californiano. Pero ello no significa dejar de lado su necesidad de escribir, sino más bien el crear se convierte en prácticamente lo más importante de su vida.
En dicho texto nos encontramos con un joven que pretende crear una historia. Sin embargo, temprano recibe la visita de un individuo que le resulta desagradable y que va en su busca para invitarlo a integrarse a la primera línea del frente para combatir a «los enemigos»: fascistas, bolcheviques, comunistas y anarquistas.
En este texto se encuentra el buen sentido del humor y el sentimiento antibelicista de Saroyan. El personaje principal, Enrico Sturiza, agradece la invitación, pero no está interesado en participar de ninguna guerra.
Ante la primera negativa, recibe más visitas, pero ahora de oficiales de mayor rango, a los que el joven escritor vuelve a rechazar, pero la historia concluye más bien de forma un tanto trágica.
El último cuento, «Yo sobre la tierra», es un texto profundamente humanista. Es una especie de conclusión de la vida del autor hasta ese momento, lleno de nostalgia por el padre muerto; es un homenaje al padre en sí. Pero es asimismo un canto a la libertad, a la naturaleza, a la camaradería… Se trata de un relato conmovedor y lleno de calidad.
Los cuentos que conforman El joven audaz sobre el trapecio volante van de lo amargo a lo dulce, de lo trágico a lo divertido. En cada uno se puede sentir el humanismo del escritor, el llamado a sus raíces, el amor por los otros, un acto cada vez menos practicado.