Uno de los episodios más trágicos del siglo XX tuvo que ver con la desintegración de Yugoslavia. Las diferencias étnicas, religiosas y políticas desencadenaron un conflicto bélico que dejó miles de civiles muertos, desplazados y exiliados.
El exilio por cuestiones políticas fue una constante entre artistas del siglo pasado, ante la cantidad de guerras, invasiones y golpes de Estado que tuvieron lugar en decenas de países alrededor del mundo. El conflicto que fragmentó Yugoslavia no fue la excepción.
Uno de estos casos lo encarna la escritora y ensayista Dubravka Ugrešić (Zagreb, Croacia, 1949), quien, en 1989, se unió a un partido que rechazaba la independencia de Croacia y se declaró antibelicista, lo que provocó fuertes críticas hacia su persona durante la guerra de principios de los noventa. Así pues, la postura de Ugrešić la convirtió en «antinacionalista», «traidora» y «bruja» para quienes no compartían la idea de seguir formando parte de Yugoslavia. Ello derivó en su partida de esa nación balcánica, en 1993.
En el extranjero, la escritora ha sido catedrática en universidades de diversos países y ha escrito desde el exilio. En español se han publicado sus novelas El museo de la rendición incondicional (Alfaguara, 2003) y El Ministerio del Dolor (Anagrama, 2006); los ensayos Gracias por no leer (La Fábrica, 2004) y los artículos y ensayos No hay nadie en casa (Anagrama, 2009).
En El Ministerio del Dolor (traducción de Luisa Fernanda Garrido Ramos y Tihomir Pištelek) hay una carga nostálgica que es narrada por el personaje central: Tanja Lucić, una profesora que consigue una plaza de interina para impartir la materia de lengua y literatura serbio-croatas en Ámsterdam.
Tanja deberá enfrentar a un grupo conformado por alumnos que también son exiliados, todos provenientes de la ex-Yugoslavia. Para poder permanecer en esa ciudad, los estudiantes deben obtener buenas notas, por lo que la profesora les asegura que las tendrán apenas al iniciar el curso y con ello buscar aminorar la tensión.
Sin embargo, de pronto, las clases se convierten en prácticamente terapias de grupo: todos están despojados de su pasado, de sus hogares, de sus familias y de sus amigos… Queda la nostalgia para compartirla, los recuerdos para tratar de reintegrar la nación que no existe más.
Y resulta que de ser yugoslavos se convierten en serbios, bosniacos, croatas, etc. El cambio es radical y muy rápido, sin tiempo para asumir y asimilar la pérdida. Por eso, a través de pláticas y remembranzas, Tanja intenta contener el dolor y la ira que se han acumulado en algunos muchachos de la clase.
En esta novela, que posee una prosa con una fuerte carga poética, Dubravka Ugrešić reflexiona respecto de los orígenes y la identidad de las personas; es asimismo un grito de dolor contra la pérdida de la patria, del hogar, y la imposibilidad de hacer escuchar su voz para una posible reconciliación entre todos y cada uno de los involucrados.
En la segunda parte del texto hay un cambio generado por uno de los personajes y sus quejas contra Tanja Lucić por su sistema pedagógico. Ello permite que el lector se adentre en el mundo de algunos clásicos de la literatura de los Balcanes, a través de un recorrido histórico de las letras de una región rica en cultura y todas las formas de expresión.
El Ministerio del Dolor es una novela que se deja leer, que invita a reflexionar acerca de ciertas posiciones y grupos políticos que, más que beneficiar, terminan por dividir sociedades, separar familias y contar muertos como si de simples números se tratara.