Espectáculos

Prince rompió las reglas de la moda, y le fue muy bien

Hubo alguna vez un músico más enamorado del terciopelo, del encaje y de los rizos que Prince? Él usó todo eso de una forma seductora y poderosa. Con sus camisas adornadas y sus trajes, sus sedas y brocados, Prince jugó con los estereotipos de género y nos empujó a todos a reconsiderar nuestra relación con la sexualidad. Usó la moda como un afrodisíaco. Fue el juego previo, el crepúsculo y la parte del medio.

Robin Givhan
En el lugar de los hechos

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Posted by La Unión de Morelos on sábado, 9 de abril de 2016

Prince tomó un simple matiz real y lo convirtió en algo propio. Se calzó el púrpura y no lo abandonó jamás. Cuando usó el color, este se convirtió en complicado, sexy y misterioso. Era solamente un color, claro, pero él lo llenó de contenido emocional. De su contenido emocional.

Utilizado por Prince, el púrpura se convirtió en una suerte de lamento. Su uso de la moda fue íntimo y personal, no guiado por marcas o tendencias. Nunca fue conocido por utilizar la ropa de algún diseñador en particular, a pesar de que una vez dio un espectacular concierto privado tras un show de Versace que dejó boquiabierta a una audiencia de shows de moda. La ropa nunca fue para él un símbolo de status o relevancia en tendencia. Eran su particular expresión creativa, su impresionista y cool interpretación de la masculinidad, llena de capas de significado diferentes.

Prince cruzó la frontera entre la masculinidad y la feminidad al rechazar ser atado a nociones tradicionales sobre qué era apropiado para las mujeres y qué era lo correcto para los hombres, sobre lo que era aceptado por la sociedad. Usó bufandas y bandanas y todo tipo de perifollos, pero nunca fue tímido o vago al hacerlo. Prince no existía en una "zona gris" de la androginia. Él declaró una vez –sobre el escenario y debajo de él– que un hombre merecía ser envuelto en satén y terciopelo porque se lo había ganado, porque se veía bien en él y porque estaba bastante seguro de que a las mujeres les gustaba verlos en ellos también. No había autoconsciente o grotesco en su estilo. ¿Era transgresor? Sí. Pero no para él. Él lo hacía ver demasiado fácil.

Las ropas fueron suyas. Su elección. Su estilo. Prince no parecía estar buscándose a sí mismo en la moda. No. Desde sus inicios, con su gabardina trench, su bandana y más en la versión de Dirty mind, hasta su camisa de punta de ala y su broche en Controversy, y una vez tras otra se mostraba absolutamente seguro de su imagen pública.

Usó tacos. Tacos altos. Y sí, estos potenciaron su diminuta estatura, pero también Prince pareció siempre consciente de que los tacos cambian la postura de quien los usa. Por decir una cosa, hacen más prominente la cola. Y mucho tiempo atrás, en la época de los broches, pantalones y Luis XIV, los hombres usaban tacos, especialmente los aristócratas. ¿Y no merecía un señor llamado Prince Rogers Nelson un tratamiento de noble?

Prince exudaba también un machismo de la vieja escuela. Era testosterona pura derramada en sus conjuntos amplios y trajes de terciopelos sin espalda. Algunas de esas prendas eran innegablemente disfraces, un desafío a la moda. Se requiere de un alma brava, después de todo, para poner el trasero para que todo el público lo vea, sin importar cuán magnífico este sea.

Pero había otro tipo de ropas que usó durante sus últimos años, como por ejemplo los trajes elegantemente entallados que podían ser utilizados con una camisa ajustada y una bufanda fluida que hablaba de un estilo confiado que recordaba a algunos de sus predecesores como James Brown o Jackie Wilson, dos hombres de escenario que sabían que el realce y la belleza de sus prendas era parte de la proyección de esa confianza que mostraban y, por extensión, de su magnetismo. Como el propio Bruno Mars –cuyo estilo debe una significativa deuda a Prince– dijo alguna vez: "Tengo que darme un beso a mí mismo. Soy tan lindo".

Prince era lindo, con sus ondas peinadas, su magnífico afro o sus alisados. Pero no era un artista que utilizaba a su ropa como una armadura. No se escondía en ellas. Sin importar que estuviera dentro de una camisa de chiffón o en una campera con flecos o en un redingote metálico de color púrpura, él siempre se estaba mostrando al desnudo. Expandió el lenguaje de la ropa de hombre. No tenía que ser estoico, al estilo He-Man o bohemio. Un hombre también puede ser lascivo, hermoso y divino.

Fuente: Robin Givhan para The Washington Post

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