El Dr. Muir presentó resultados del programa Foresight que, en pocas palabras, es un amplio programa para ayudar al gobierno inglés a pensar en el futuro en materia de ciencia (www.bis.gov.uk/foresight). La verdad es que fue difícil pensar en el 2050 y seguir sus razonamientos sin pensar en el hambre en la sierra Tarahumara o en los cinco estados de la república en alarmante sequía, cuando el año pasado contabilizábamos pérdidas por las heladas. De acuerdo con Muir, se avecina una “tormenta perfecta” con el arribo de los nuevos jinetes del Apocalipsis, o cómo quieran ustedes considerar al agotamiento de las fuentes de energía, al cambio climático, a la pérdida de suelo agrícola y a la escasez de agua, lo que traerá entre otras consecuencias la escasez de alimentos y la pérdida global de sustentabilidad alimentaria. El lado optimista de su charla fue afirmar, con británica elegancia y acento de Cambridge, que vivimos un “momento único en la historia” en el que “la toma de las decisiones apropiadas puede cambiar el rumbo de los acontecimientos”. ¡Vaya suerte!, ¡decisiones apropiadas! Habló entonces de cinco retos: balancear la producción de alimentos con la demanda de los mismos, evitar la volatilidad de los precios en buena medida derivada de la especulación, favorecer el acceso a lo que se produce, evitar las emisiones de gases de efecto invernadero --en particular atender a las que derivan de la actividad agrícola-- y, claro, hacer todo esto protegiendo la biodiversidad. Menuda tarea. Muir planteó una premisa contundente: “El sistema actual de producción de alimentos ha dejado de ser sustentable; lo fue, tuvo cuatro décadas más o menos exitosas, pero ahora consume el 70% del agua disponible en el planeta, cerca del 25% del suelo agrícola se ha deteriorado y la agricultura contribuye con un 10-12% de los gases con efecto invernadero.”
Y lanzó entonces lo que definió como los mensajes clave de su conferencia: “Hay que actuar y hay que cambiar”. Aunque en británico lo dijo de forma más complicada: “La no acción y el no cambio no son una opción” --siempre he tenido conflicto con la gente en negativo--. El segundo mensaje es igualmente importante: “Las decisiones políticas tomadas fuera del sistema alimentario son críticas”; entiendo que se refería a políticas de comercio, de uso del suelo, de producción agrícola, de ciencia y tecnología para el campo, de educación al consumidor; decisiones que, en nuestro contexto, tendrán que ser tomadas por los sucesores del actual gobierno; y me preguntaba si no eran más complejos los retos que tenemos los mexicanos en materia de gobierno y gobernabilidad en el país, que los retos para alcanzar la seguridad alimentaria. ¿Cómo hacemos si en nuestra esfera política se exonera y se recibe con aplausos a los Montiel, a los Moreira, a los Ruiz, a los Marín, etc.? Si se hacen y se rompen alianzas donde lo que cuenta no son programas, ni propuestas, ni valores, ni antecedentes, sino número de votos... En esa triste reflexión estaba cuando Muir envió su tercer mensaje: “Se requiere de un rediseño radical del sistema global alimentario”.
El resto de su plática se centró en documentar (como si lo necesitáramos) su visión de la tormenta, la necesidad del cambio y su científico optimismo para lograrlo. Y hablo de optimismo porque de alguna manera puede verse con optimismo que, de tajo, se podría aumentar 30% la disponibilidad de alimentos, si partimos de la base de que el 30% de lo que el mundo produce nunca se consume: se pierde. Es de resaltar que estas pérdidas en los países pobres se dan en el campo o en el transporte, es decir, lo que llega se consume; pero en los países ricos las mayores pérdidas ocurran en los refrigeradores (de casa o de los centros de distribución), agregando lo que se esconde y/o destruye por especulación. Sobre el aumento de productividad agrícola, Muir señaló que desde 1968 hasta el 2008 en general los rendimientos agrícolas aumentaron hasta 159% con tan sólo el 9% de incremento en la superficie agrícola, pero que ese ritmo se ha perdido. Y después del brutal aumento de precio en los alimentos del 2008, el escenario se antoja complejo: o se aumenta la productividad, la eficiencia en la distribución y la racionalidad en el consumo o la escasez y por ende el precio de los alimentos se irán para arriba (sí, más). Por no hablar aquí del asunto de los biocombustibles. Para todo esto, no hay más que soluciones científicas, tecnológicas y, desde luego, ¡decisiones políticas!
Por todo esto, es fundamental preguntarnos: ¿cuál es la agenda de los partidos políticos en materia de ciencia y tecnología y seguridad alimentaria?, ¿y de alimentación y políticas para el consumidor? Debemos exigir que pare el alud de “comerciales” de radio y televisión, que han sustituido a los productos milagro por los candidatos milagro; que dejen de fracturar el espacio visual natural con tantas mantas y espectaculares, y que nos abrumen, sí, pero con propuestas concretas y precisas, con los ¿cómo? y los ¿con quién? En concreto, en lo que a seguridad alimentaria se refiere, con un plan preciso que nos lleve a los urgentes cambios a los que Muir se refiere. Una buena noticia: la Academia Mexicana de Ciencias ya hace una serie de propuestas a los candidatos; nos toca a los ciudadanos, científicos o no, exigir que respondan (www.amc.mx/recomendaciones_2012.pdf). Bueno, claro: antes tienen que leerlas.