Daniel Barenboim, director de la Orquesta Estatal de Ópera de Alemania, declaró al canal Al Jazeera de TV, que la música es una forma de vida. Con ello nos hizo pensar en la importancia que tiene la creación y el disfrute de la belleza y la armonía, en medio de un mundo contradictorio y violento. Sus padres sufrieron la persecución nazi, él ha luchado contra la intolerancia entre israelíes y palestinos y se ha asimilado a la cultura alemana. Profesa la convicción de que el arte tiene un poder redentor sobre la miseria y la maldad que afligen a nuestra especie. La música no solo nos divierte o distrae, es una parte esencial de la salud mental, pues actúa como un alivio de nuestras dolencias. Esta convicción debería ser parte de la lucha por un futuro mejor.
La importancia de la armonía musical fue estudiada por Pitágoras, quien descubrió las relaciones matemáticas entre los sonidos que más nos gustan. La frecuencia de las vibraciones entre la nota “do” de una octava son el doble de las vibraciones del “do” de la octava inferior. Gustav Fechner, fisiólogo alemán del siglo XIX, descubrió que las relaciones que preferimos entre los lados de un rectángulo obedecen a la proporción áurea o número de Fibonacci, (1.618) y por eso todas las tarjetas de crédito conservan esa relación. Gustav Fechner y Ernst Heinrich Weber formularon la ley logarítmica de nuestra percepción: percibimos mucho mejor las diferencias de los estímulos, en potencias de un número y no como sólo relaciones proporcionales entre sí. Los pitagóricos y los platónicos imaginaron que el mundo ideal dirigía al mundo real y el disfrute de la armonía o belleza consistía en descubrir esas relaciones. De esa forma, las músicas compuestas con intervalos entre do y mi (tercias) o do y sol (quintas) nos parece más alegre y entusiastas, como la música de Beethoven o Mozart, y nos parecen tristes o solemnes si mezclamos cuartas (do a fa) con quintas (do a sol), como los cantos gregorianos o las marchas fúnebres. Sin embargo, la música aymara y quechua puede ser muy alegre con sus huaynos, que tienen cuartas y quintas, pero su ritmo es vivo y variado. Quizás sea más claro decir que en la música percibimos patrones o referencias que nos gustan y repetimos; al hacerlo, disfrutamos de la sintonía entre la música y nuestros sentimientos. Así, la música oriental está basada en variaciones de semitonos o bemoles que no pueden gustarnos en Occidente, pero son de gran interés y satisfacción para miles de millones de orientales.
En la poesía, la belleza está en la combinación de los sonidos y las rimas de los versos, pero también en el juego de las palabras que evocan imágenes novedosas frente a objetos comunes como la oda a la cebolla de Pablo Neruda (luminosa redoma, pétalo a pétalo se formó tu hermosura). En un chiste, nos reímos de la sorpresa que nos provoca el contraste con lo que imaginábamos al principio y lo chusco que resulta el final. En la pintura nos gusta o no ver la evocación de los objetos que conocemos o de las formas que imaginamos y en la danza percibimos el ritmo que nos mueve en sintonía con nuestros semejantes. La belleza es un bien cultural enorme que nos permite superar nuestras tristezas, sentir próximos a muchas personas ajenas o resucitar nostalgias de una vida íntima que nos conmueve. Desde hace miles de años los humanos se han reunido alrededor de las fogatas para oír los relatos fantásticos de los cuentistas, han acudido a las danzas de las comunidades y han escuchado con admiración a los músicos y cantantes. Millares de artesanos y operarios han construidos templos, plazas y monumentos para congregar, impresionar y unir a las multitudes. Ciudades enteras han aclamado a sus artistas y admirado sus interpretaciones. El culto y disfrute de la belleza es una parte esencial de nuestra vida y por ello vale la pena preservarlo, cultivarlo y enriquecerlo.
Por esas razones, la creación, recreación y acceso a la belleza deben ser considerados como una parte de los derechos fundamentales de la humanidad y una de las virtudes esenciales de la sociedad. El tema va más a allá del negocio o conveniencia de vender productos estéticos al pueblo, está ligado a las tradiciones más profundas de cada cultura y a las aspiraciones personales a una vida digna de ser vivida. De poco sirve tener pan y techo si la existencia es miserable, horrible y sin disfrute alguno de la belleza.