Rita María Chanona Domínguez
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Las grandes catástrofes como los terremotos mueven en las personas su lado más humano; es decir, lo mejor y lo peor que tenemos. Sin embargo, ante el dolor del semejante lo que vemos mucho más frecuentemente es su sentido solidario y su capacidad de empatía. Con el sismo del 19 de septiembre la gente salió a las calles para ayudar a quienes más lo necesitaban y entregar lo más generoso de si: su afán de ayudar y de aliviar el dolor del semejante.
Uno se pregunta qué lleva a las personas a volcarse en ayuda al prójimo, la respuesta no es unívoca, pero en mucho, salimos a la calle a contender con nuestros miedos, al solidarizarnos con los otros, nos hacemos semejantes y podemos identificar nuestras preocupaciones en el rostro de dolor de aquellos que perdieron algo, poniendo cierta distancia con el propio sentimiento de pérdida. Ofrecer nuestro trabajo por el prójimo nos distrae de nuestras propias preocupaciones. La muerte ¿qué es la muerte?, ¿cómo darle significado a la muerte? Su impacto brutal nos rebasa y da de frente con la posibilidad de la muerte propia; de uno mismo o la de un ser querido… lo cual nos deja perplejos y tratamos de asimilarla bordeándola con palabras y/o con actos; le buscamos sentido a lo inexorable. El arte, la ciencia, las acciones, los discursos, las palabras siempre tratarán de dar cuenta de nuestra finitud. Hacer algo por alguien nos entretiene (nos tiene-entre las angustias del otro) y al mismo tiempo nos libera de atraparnos en nuestra propia angustia.
Ante las catástrofes las personas reaccionan de diferente manera, el hacer algo y el ayudar al prójimo nos identifica con el semejante y es una forma de sentirnos menos vulnerables, pues ello confirma que uno puede ser generoso, al mismo tiempo que otros también son generosos, reafirmando el sentimiento de esperanza y de confianza en los demás, reforzando el placer de estar vivo[1] y servir (no ser vil) para algo.
Las catástrofes como los sismos no sólo mueven la tierra, las pérdidas que vemos en el exterior remueven nuestras pérdidas internas, y viejos conflictos sepultados pueden emerger de nuevo. Alguien me decía que el sismo le hizo pensar ¿qué había hecho de su vida? Empezó a preguntarse por su existencia y sobre cómo quería seguir su vida.
Hay quienes dicen que los sismos nos mueven a ayudar por las culpas (conscientes o inconscientes) que traemos cargando y que pueden fácilmente ser proyectadas en eventos extremos como los sismos, por lo que ofrendar nuestros esfuerzos es una forma de resarcir por aquello de lo que nos sentimos culpables. El adulto en general posee muchos recursos para enfrentar las situaciones extremas; pero ¿qué hay con los niños?, ¿cómo ayudarlos a contender con los efectos que producen esas situaciones extremas, tales como los sismos?
Es importante hacer notar que el niño necesita expresar abiertamente sus temores, a veces la angustia del niño puede ser poco tolerada, pues si algo nos angustia es la angustia y la tristeza de un niño. Se piensa muchas veces que es mejor que no hable de esas cosas para que no se “traume” más, así al quererlo proteger, lo dejamos a solas con sus fantasmas. El niño necesita expresar su sentir en un ambiente donde se sienta seguro y contenido; no hay que exponerlo crudamente a la catástrofe, pero tampoco hay que negarle que hay una realidad que él mismo está viviendo. No se trata de exponerlo al amarillismo televisivo, pero sí explicarle lo que pasó a nivel de su entendimiento y de su capacidad para asimilar el impacto de la catástrofe, dándoles siempre un sentido esperanzador y reforzando la capacidad que tiene el ambiente que lo rodea para cuidarlo y mantenerlo seguro. Tampoco hay que exponerlo a la avalancha de nuestras ansiedades, pero sí habrá que darle libertad para que platique sus miedos, que exprese, a través de cuentos, dibujos, actividades, etcétera, sus preocupaciones, respetando su ritmo. El permitirle ayudar en labores de acopio y/o participar en el hogar o en la escuela en labores destinadas al apoyo para los afectados, lo hará sentirse partícipe y perteneciente a su comunidad, a la vez que le proveerá herramientas para que el pueda ir asimilando y afianzando estrategias para contender con las crisis. También habrá que estar atentos a manifestaciones de ansiedad desplazadas a otras circunstancias, que los desastres naturales despiertan en nuestros niños, para poder ayudarlos a elaborar el terrible impacto que estos desastres pueden despertar en ellos.