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 Danton Iván Bazaldua Morquecho, de la Facultad de Ingeniería, participará en la misión que se llevará a cabo en la Universidad de Dakota del Norte.

 Financiada por la NASA, el objetivo es probar y desarrollar tecnología espacial con el apoyo del Programa Espacial Universitario y la Agencia Espacial Mexicana.

Danton Iván Bazaldua Morquecho, estudiante de la Facultad de Ingeniería (FI) de la UNAM, comandará la tripulación latinoamericana en la octava misión análoga a Marte, que se llevará a cabo en la Universidad de Dakota del Norte, Estados Unidos.

El alumno de Ingeniería en Telecomunicaciones, fue designado titular de esta empresa espacial por su experiencia en otras simulaciones análogas.

Con el objetivo de desarrollar y probar tecnología pensada para las misiones reales al planeta rojo, como trajes espaciales y factores humanos que serán cruciales para la búsqueda y éxito de la conquista de Marte, del 2 al 16 de octubre se llevará a cabo este proyecto en la Universidad de Dakota del Norte, en instalaciones financiadas por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, a través de su Established Program to Stimulate Competitive Research, conocido como NASA EPSCoR.

“Como comandante, mi función es examinar y experimentar con desarrollos propios, de la Universidad de Dakota del Norte y de la NASA, así como con algunos proyectos propios de la tripulación. De Latinoamérica seremos cuatro tripulantes: Atila Meszaros (Perú), David Mateus (Colombia) y Marcos Bruno (Argentina). Todos tenemos experiencia en simulaciones análogas, pero ésta, a diferencia de otras, es completamente científica, con objetivos complejos, experimentos y horarios sumamente rigurosos”, explicó Bazaldua Morquecho.

Águila y cóndor espaciales

Será la primera ocasión que en la universidad estadounidense participará una tripulación completamente de latinoamericanos, destacó. Es un logró derivado del interés de Pablo Gabriel de León, ingeniero aeroespacial argentino que trabaja con la NASA, dedicado al desarrollo de trajes especiales para las siguientes misiones a la Luna y Marte, con los que se trabajará.

“Las principales agencias espaciales están interesadas en estos temas, y Latinoamérica ya ha empezado a involucrarse a fondo con fines académicos, estratégicos y hasta militares”, dijo.

Lo importante no es sólo el deseo de llegar a Marte como un logro de la humanidad, este esfuerzo conllevan ventajas estratégicas, aclaró el universitario. Por ejemplo, grandes naciones aplican recursos a las misiones espaciales porque les generan beneficios económicos, políticos, sociales y seguridad nacional, además de obtener información sobre la situación de sus fronteras y hasta de la biodiversidad de sus territorios.

“En la actualidad muchos avances se asientan en tecnología espacial, y vendrá la parte de la exploración, que será una realidad en las siguientes tres décadas. Nuestra Universidad y México ya participan, quizá con misiones académicas y algunos esfuerzos aislados, pero en pocos años serán palpables, y este tipo de colaboraciones contribuirán a tener mayor presencia como nación”, subrayó.

Conforme pase el tiempo, concluyó, la tecnología nos obligará a sacar del espacio recursos que son escasos en la Tierra, y entonces veremos esta labor como una necesidad.

Danton Bazaldua fue nombrado en 2016 uno de los cuatro líderes emergentes del sector espacial por el Space Generation Advisory Council, entidad de la Organización de las Naciones Unidas. Realizó una estancia en el Politécnico de San Petersburgo, Rusia, donde desarrolló misiones y protocolos de comunicación con nanosatélites. Intervino en la Poland Mars Analogue Simulation 2017 (PMAS 2017) y fue Oficial de Salud y Prevención en la misión MDRS LATAM II en 2018.

 

 

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Se han encontrado planetas que orbitan otros sistemas solares, pero no es seguro que sean ‘gemelos’ de la Tierra, “de ahí la importancia de cuidarla más”, dijo la doctora honoris causa por la UNAM

La Tierra será un sitio para vivir por al menos 100 millones de años, se nos ha dado el regalo del tiempo cósmico; entonces, ¿lo vamos a usar o lo vamos a desperdiciar?, cuestionó

Ofreció la conferencia “Cosmic knowledge and long term strategy of the human race.

La astronomía es útil para inspirarnos a salvar la Tierra, para apreciar nuestro pasado cósmico y darnos cuenta de que hay mucho tiempo hacia adelante para que la humanidad haga cosas sorprendentes. Desde esa perspectiva, Sandra Moore Faber, doctora honoris causa por la UNAM, instó a los estudiantes de la Facultad de Ciencias (FC) a trabajar para preservar nuestro planeta, “el único que tenemos por ahora”.

Acompañada por el coordinador de la Investigación Científica, William Lee Alardín; la directora de la FC, Catalina Stern Forgach; y el director del Instituto de Astronomía, Jesús González, la catedrática de la Universidad de California, Santa Cruz, destacó que son los jóvenes quienes con sus ideas pueden ayudar en la preservación de un planeta que “podría ser único en el Universo”.

Durante la conferencia Cosmic knowledge and long term strategy of the human race, detalló que “la Tierra será un sitio para vivir al menos 100 millones de años, se nos ha dado el regalo del tiempo cósmico; entonces, ¿lo vamos a usar o lo vamos a desperdiciar? Cuando decimos que somos la primera generación de humanos que se enfrenta a este reto, es porque también somos los primeros que tienen este conocimiento, junto con la capacidad de perjudicar o salvar el futuro”.

Ante cientos de estudiantes y profesores de esta casa de estudios, reunidos en el auditorio Alberto Barajas Celis, Sandra Moore Faber, quien estudia el cosmos, sus nubes de gas y cómo ciertas zonas de un planeta pueden determinar si puede o no existir vida en él, destacó que si bien se han encontrado planetas que orbitan otros sistemas solares, en realidad no es seguro que sean ‘gemelos’ de la Tierra, “de ahí la importancia de cuidarla más”.

Productividad inalcanzable

La investigadora aseguró que no hay forma de incrementar la producción económica, todo debe ser reciclado. “Si tomamos en cuenta una perspectiva cósmica, ser sustentables es algo completamente diferente a lo que implica la economía”.

Cuando se habla de crecimiento económico se busca que éste sea constante, pues los líderes políticos sostienen que de lo contrario pereceremos, pero al poner el problema considerando los tiempos cósmicos, las cosas cambian drásticamente.

Creen que la Tierra puede crecer en un factor de productividad 16 veces mayor al actual, “lo dudo. Los economistas ven la productividad, pero no la capacidad del planeta para alcanzarla. Es claramente imposible”, remarcó.

Nosotros, como población, estamos llegando a un límite inconveniente, que lleva a nuevos temas morales que se refieren a la forma ética de enfrentar el futuro como especie.

“No tenemos una sensación de obligación con las generaciones futuras, no nos hemos puesto de acuerdo en si tenemos una responsabilidad de custodia con la Tierra, tampoco sabemos si existe un verdadero valor intrínseco en las actividades futuras de la humanidad y no creemos que se tenga un destino, nadie ha pensado a esta escala de tiempo”, reconoció.

William Lee Alardín coincidió en que la astronomía es una ciencia básica que ha tenido una larga historia en nuestro país, y sigue vigorosa y vigente en el conocimiento científico, además de buscar el desarrollo de aplicaciones y motivar a la sociedad para trabajar por el conocimiento, para que pueda estar más informada, más crítica, adaptable y resiliente ante los cambios que vienen, que en este siglo serán más acelerados.

Sobre la entrega del doctorado honoris causa a Moore Faber, Lee destacó que se trata de un premio que honra los más altos estándares y principios de la investigación. Para esta casa de estudios es un honor contar con la responsable de la instalación del Observatorio Keck, en Hawái, así como del equipo que diseñó una de las más importantes cámaras del telescopio espacial Hubble.

Sandra Moore Faber es mundialmente reconocida por ayudar a comprender cómo es que las galaxias se forman, funcionan, requieren de la materia oscura, agujeros negros, y ha tenido una gran influencia sobre la teoría del Big Bang, además de escribir 325 artículos y ser citada más de 60 mil veces.

 

 

 

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Sábado, 28 Septiembre 2019 05:41

Altera las telecomunicaciones la actividad solar

 Una tormenta solar es capaz de afectar también las subestaciones que alimentan a prácticamente todo el territorio, destacó Américo González, del Instituto de geofísica

En este proyecto colaboran el Laboratorio Nacional de Clima Espacial del Instituto de Geofísica y la Comisión Federal de Electricidad

Los efectos de la actividad solar pueden impactar en las telecomunicaciones, los sistemas de posicionamiento global y, en casos extremos, en los sistemas que distribuyen y generan la energía eléctrica, afirmó Juan Américo González Esparza, investigador del Instituto de Geofísica (IGef) de la UNAM.

Por ser un asunto de seguridad nacional, el Laboratorio Nacional de Clima Espacial (LANCE) del IGef empezó a estudiar el nivel de vulnerabilidad e impacto de este fenómeno en la red eléctrica nacional, en colaboración con la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

A raíz del avance tecnológico de la era espacial, explicó, se ha desarrollado una serie de tecnologías que hoy son fundamentales para la sociedad moderna; sin embargo, “hemos visto que son vulnerables a los efectos de las tormentas solares”.

A estos riesgos se encuentran expuestos todos los países, pues los efectos de las tormentas solares son globales, a diferencia de lo que ocurre con un sismo o con un huracán, donde las afectaciones están restringidas a una región del planeta, resaltó.

El especialista en física espacial explicó que cuando ocurre una tormenta solar hay una explosión en el Sol; en ocasiones salen nubes de material solar que se propagan en el espacio y algunas de éstas pasan por donde se encuentra nuestro planeta. Cuando se impactan contra el campo magnético terrestre se desencadena una serie de fenómenos físicos que terminan con una perturbación magnética sobre nuestro mundo, y es a lo que llamamos tormenta magnética”.

Entonces el campo magnético de la Tierra puede variar durante horas, incluso días. Cuando esto sucede hay cambios que pueden producir corrientes eléctricas que viajan a través de conductores de larga extensión como gasoductos o líneas de alta tensión de una red eléctrica nacional.

En México la red eléctrica de la CFE tiene 150 subestaciones de 400kV, que alimentan prácticamente la totalidad del país, y son las más vulnerables a los efectos de las tormentas magnéticas causadas por las explosiones en el Sol, remarcó.

Han ocurrido tormentas solares intensas que han producido perturbaciones magnéticas que ocasionan la pérdida total de este tipo de subestaciones, es el caso de Canadá, en 1989; Sudáfrica, en 2003; China; Nueva Zelanda y Finlandia, entre otros.

“Hasta ahora no habíamos estudiado en México el nivel de vulnerabilidad de la red eléctrica ante estos fenómenos. Es una labor compleja que requiere especialistas y la apertura de las compañías eléctricas para que permitan medir los efectos de las variaciones del campo magnético sobre la red. Estas investigaciones son difíciles de desarrollar en el mundo; aquí logramos establecer una colaboración con la CFE, apoyada por el Centro Nacional de Prevención de Desastres”.

Como parte de este trabajo, ya se colocó el primer detector en una subestación de la CFE, en Querétaro, para medir los efectos de las corrientes geomagneticamente inducidas, y se instalarán seis medidores más en diferentes subestaciones de las 150 que hay en el país, informó González Esparza.

“Estudiamos un tema de relevancia nacional; con el desarrollo de modelación numérica hemos identificado las subestaciones más vulnerables. Con esta información la CFE podrá tomar medidas para proteger la red eléctrica y atenuar los daños al sistema eléctrico nacional”, concluyó.

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Es la primera mujer mexicana en doctorarse en astronomía por la Universidad de California, en Berkeley, es investigadora, docente y una importante divulgadora de la ciencia..

En la sala Julio Bracho de la Filmoteca en el Centro Cultural Universitario (CCU) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se realizó un homenaje a la científica Silvia Torres Castilleja con la proyección de un cortometraje y una mesa de diálogo en la que participaron Julieta Fierro, investigadora del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM; Roxana Eisenmann, directora general de la IV Muestra Nacional de Imágenes Científicas (MUNIC), Ximena Perujo, de la Filmoteca; y Alejandro Alonso, director asociado de la MUNIC.

La investigadora emérita del Instituto de Astronomía y del Sistema Nacional de Investigadores fue la primera mexicana en doctorarse en astronomía por la Universidad de California, en Berkeley, y ha sido una destacada estudiosa de la materia que existe entre las estrellas y las atmósferas estelares, así como del interior de las estrellas.

Torres Castilleja dijo sentirse muy contenta con este homenaje y en su discurso habló de la importancia de la imagen científica, recurso que ha sido utilizado desde la antigüedad, por ejemplo, con figuras que representaban a las estrellas y que fueron diseñadas por muy diversas culturas, en particular la cultura griega.

Galileo Galilei también recurrió a ilustraciones para describir sus observaciones astronómicas, así como Nicolás Copérnico. “La imagen estática ha sido muy importante en astronomía y ni hablar de cuando llegó la fotografía, lo que nos permitió registrar eventos, cambios y peculiaridades”, comentó la también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.

También recordó que, durante el viaje de Napoleón a Egipto, se llevó a 167 científicos para tomar notas y registros de lo que había. Y en México también ha sido muy importante la imagen científica; una de las expediciones reales a la Nueva España dirigida por Martín Sessé y Lacasta, que tuvo como propósito registrar la flora y fauna, fue ilustrada por José Mariano Mociño, Juan de Dios Vicente de la Cerda y Atanasio Echeverría y Godoy en 1787. “Ahora esta colección es de la UNAM, es un registro bellísimo”, indicó la catedrática.

En su oportunidad, la también astrónoma Julieta Fierro refirió que Torres Castilleja “decidió reinventar su astronomía al estudiar nebulosas planetarias mediante luz ultravioleta cuando tradicionalmente se estudiaba a los astros por luz visible. Silvia se lanzó a observar nebulosas planetarias mediante este espectro y descubrir en qué consistía ese mundo diferente”.

En 1979 Silvia Torres Castilleja obtuvo tiempo en el Observatorio Espacial Explorador Ultravioleta Internacional (UIE, por sus siglas en inglés) para estudiar las propiedades de las nebulosas planetarias, el espacio interestelar y núcleos de galaxias, entre otros fenómenos astronómicos.

Relató que, Silvia Torres, quien fuera su profesora en la universidad, es una extraordinaria mujer; cuando era su estudiante le inspiraba miedo y admiración “pues por un lado era muy seria y muy estricta en clases, y por otro, era una mujer que podía combinar la docencia e investigación con su vida personal”.

La trayectoria de la doctora Torres Castilleja no sólo destaca en el ámbito académico, ha sido una convencida de la divulgación de la ciencia, siendo el proyecto de renovación en 2003 de la sala “Universo” del Museo de las Ciencias Universum una de sus principales aportaciones.

De acuerdo con Roxana Eisenmann “para MUNIC es un gusto honrar a una mujer quien es figura pionera en el quehacer de la divulgación científica en México, y que ha tenido una destacada aportación en medios radiofónicos, impresos y televisivos”.

Ximena Perujo de la Filmoteca UNAM recordó que entre las distinciones que ha recibido la astrónoma destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes, la medalla de la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS) y el Premio L’Oréal Unesco, así como el doctorado honoris causa por la UNAM y por la Universidad Ben Gurion del Néguev en Israel.

Alejandro Alonso, por su parte, agradeció a la astrónoma mexicana, quien fue presidenta de la Unión Astronómica Internacional (2015-2018), por haberle permitido a la producción adentrarse en su mundo “y jugar a reconocer el juego de otros, pues con el conocimiento se pueden construir diálogos”.

Además, informó que este año se recibieron 118 materiales y se seleccionaron 58 piezas, entre cortometrajes, magazines, documentales, cápsulas, largometrajes de ficción y piezas audiovisuales para museos, planetarios o domos de inmersión, de los cuales 35% fueron producidos por mujeres. En la misma ceremonia se entregaron los reconocimientos a los productores de estos materiales.

 

 

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Contribuyó en la obtención de la primera imagen de un agujero negro.

El Breakthrough Prize reconoce trabajos científicos de primer nivel mundial.

Laurent Loinard, investigador del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica (IRyA) de la UNAM, obtuvo el Breakthrough Prize 2020, en el área de Física, por su participación en un consorcio internacional que tomó la primera imagen de un agujero negro.

El universitario recibirá el galardón junto con los 347 miembros que forman el consorcio del Telescopio de Horizonte de Eventos, que captó la imagen del agujero negro en la galaxia M87, en 2017, misma que fue presentada el pasado mes de abril.

Loinard destacó que continúan analizando los datos que permitieron formar la imagen, así como nuevas observaciones hechas en 2018, por lo que el consorcio tiene la intención de presentar una nueva imagen para 2020, aunque no se sabe si será nuevamente del M87 o del agujero en el centro de la Vía Láctea.

Considerados los “Óscar de la ciencia”, los premios serán entregados el 3 de noviembre en ceremonia organizada por la Fundación Breakthrough Prize, encabezada por Sergey Brin, Priscilla Chan, Mark Zuckerberg, Ma Huateng, Yuri y Julia Milner.

“Se trata del segundo reconocimiento que se otorga al consorcio; el primero fue el Diamond Achievement Award, de la National Science Foundation, EU, y es comparado con los Óscar o el Nobel para la Ciencia”, y a nivel económico, es el más importante de todos, dijo Laurent Loinard desde Morelia, Michoacán.

El investigador de la UNAM y tres de sus estudiantes de posgrado contribuyeron a esta proeza. Actualmente, sus alumnos realizan estancias posdoctorales en Alemania y también recibirán el premio, pues la Fundación decidió repartirlo equitativamente entre todos los participantes.

“En este momento, soy el único de la UNAM, porque mis estudiantes Sergio A. Dzib, Antonio Hernández-Gómez y Gisela N. Ortiz-León hacen una estancia, pero me escribieron y están muy contentos, no pueden creer que también recibirán el premio. También está el equipo de trabajo del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE)”, añadió el universitario.

Cada año, el Breakthrough Prize reconoce trabajos científicos de primer nivel referentes a un tema en particular, y en esta ocasión fue “ver lo invisible”, inspirado en el Telescopio de Horizonte de Eventos, que creó la primera imagen de un agujero negro, así como la demostración del poder de la ciencia y las matemáticas para revelar mundos ocultos e inexplorados.

La imagen fue elaborada gracias a las observaciones sincronizadas de los radiotelescopios ALMA y APex, en Chile; del IRAM de 30 metros, en España; del James Clerk Maxwell y del Arreglo Submilimétrico, ambos en Hawái; del Telescopio Submilimétrico, de Estados Unidos; del Telescopio del Polo Sur, en el Polo Sur; y del Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, donde además de Loinard y sus estudiantes, participaron especialistas del INAOE.

“El tamaño de estos agujeros es proporcional a su masa y la distancia a la que se encuentran. El de nuestra galaxia es dos mil veces menos masivo que el de M87, pero es dos mil veces más cercano, entonces tienen el mismo tamaño en el cielo. La desventaja que tiene el de nuestra galaxia es que su flujo es muy variable, su brillo cambia todo el tiempo y eso complica hacer las imágenes”, subrayó.

Breakthrough anunció también que en la categoría de Ciencias de la Vida será reconocido el trabajo de Jeffrey Friedman, de la Universidad Rockefeller; Franz Ulrich Jartl, del Instituto Max Planck; Arthur Horwich, de la Universidad de Yale; y Virginia Man-Yee Lee, de la Universidad de Pensilvania, por su trabajo relacionado con obesidad, envejecimiento celular, dolor y demencia.

Además, en Matemáticas se reconocerá a Alex Eskin, de la Universidad de Chicago, y se otorgará un premio especial de Física Fundamental a Sergio Ferrara, de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), por la invención de la supergravedad.

 

 

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Se instalará en Los Andes, a una altitud mayor a cuatro mil 600 metros sobre el nivel del mar; permitirá observar regiones como el centro de nuestra galaxia.

La UNAM participará en el desarrollo de un observatorio de rayos gamma, que permitirá examinar el centro de nuestra galaxia, donde se encuentra un hoyo negro de cuatro millones de masas solares.

Por medio de una colaboración internacional que conjunta a 36 instituciones de nueve países, entre ellos varios grupos de investigación mexicanos y de la Universidad Nacional, se construirá en Los Andes, a una altitud de cuatro mil 600 metros sobre el nivel del mar.

La contribución de México en el proyecto SWGO (Southern Wide field-of-view Gamma ray Observatory) es mediante un consorcio de entidades representadas por el Instituto de Física (IF) de la UNAM, explicó Andrés Sandoval, investigador de la entidad universitaria.

El también portavoz de la colaboración HAWC y representante del consorcio de instituciones mexicanas que intervienen en SWGO comentó que “esta colaboración se encargará de desarrollar los prototipos de los detectores que serán indispensables para el nuevo observatorio; asimismo, optimizará el diseño del arreglo y permitirá escoger el mejor lugar para construirlo”.

El campo de visión del nuevo observatorio será amplio y cubrirá el hemisferio sur. Complementará al observatorio HAWC de rayos gamma (fenómenos explosivos muy energéticos y de corta duración que ocurren en el universo), situado en el volcán Sierra Negra, en Puebla, que capta señales desde el hemisferio norte del planeta.

Proyecto SWGO

Los países fundadores del SWGO son Alemania, Argentina, Brasil, Italia, México, Portugal, Reino Unido, República Checa y Estados Unidos. El proyecto unifica a una comunidad internacional dedicada a este campo.

Andrés Sandoval expuso que después de esta primera etapa de planeación y desarrollo, que durará un máximo de tres años, se planea instalar el nuevo observatorio a una altitud mayor a los cuatro mil 600 metros sobre el nivel del mar.

Su posición en el hemisferio sur hará factible ver directamente una de las regiones más interesantes de nuestra galaxia. “Hacer observaciones con un instrumento de amplio campo de visión es ideal para estudiar fuentes variables en el tiempo y para buscar regiones extendidas de emisión como las llamadas Burbujas de Fermi alrededor del centro galáctico, o señales de la aniquilación de la materia oscura, así como fenómenos inesperados”, detalló.

 

Observatorio HAWC de rayos gamma, situado en el volcán Sierra Negra, en Puebla, que capta señales desde el hemisferio norte del planeta

El instrumento posibilitará investigar algunas de las interrogantes más apremiantes sobre el universo. Observará rayos gamma, que son fotones o partículas de luz billones de veces más energéticos que la luz visible.

Éstos permiten explorar la frontera de la física buscando partículas de materia oscura y posibles desviaciones de la teoría general de la relatividad de Albert Einstein.

Para Andrés Sandoval y el grupo de científicos de México, con un observatorio de la siguiente generación y con mayor sensibilidad en la Cordillera de los Andes se podrá mirar continuamente toda la bóveda celeste en rayos gamma de la más alta energía.

El nuevo observatorio detectará las partículas a nivel del suelo, como lo hace HAWC; para hacerlo 10 veces más sensitivo, la colaboración desarrollará un nuevo concepto de detectores y diseñará una electrónica de procesamiento de señales más sofisticada.

La meta es que sea el más poderoso, que se encuentre en el mejor lugar y al menor costo.

PARTICIPANTES

Al consorcio de instituciones representadas por el Instituto de Física pertenecen, por parte de esta casa de estudios, además del propio IF, los institutos de Astronomía, Ciencias Nucleares y Geofísica.

También, el Centro de Investigación en Computación del Instituto Politécnico Nacional; la Facultad de Ciencias de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Además, el Departamento de Física y de Ciencias Naturales y Exactas de la Universidad de Guadalajara; el Instituto de Física y Matemáticas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; la Facultad de Ciencias en Física y Matemáticas de la Universidad Autónoma de Chiapas, así como la Universidad Politécnica de Pachuca.

 

 

 

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Los equipos se desplegarán por la superficie lunar y navegarán de forma autónoma hasta encontrarse unos a otros en un enjambre, conectarse eléctricamente y formar un panel solar, explicó Gustavo Medina Tanco, del ICN.

 Es una acción para posicionar tecnológicamente a México en una nueva etapa de exploración científica y explotación comercial, dijo.

 La misión, que será lanzada a mediados de 2021, es desarrollada en el Laboratorio de Instrumentación Espacial de la UNAM.

A mediados de 2021, la UNAM hará realidad la misión COLMENA, que colocará nueve pequeños robots en la superficie de la Luna. “Se trata de una acción para posicionar tecnológicamente a México en una nueva etapa de exploración científica y explotación comercial, que probablemente se desarrollará en asteroides y lunas”, indicó Gustavo Medina Tanco.

El investigador del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) y responsable del proyecto explicó que los equipos, semejantes a engranes, tienen ocho centímetros de diámetro por cuatro de altura, y se desplegarán aleatoriamente por la superficie lunar, navegarán de manera autónoma hasta encontrarse unos a otros, formar un enjambre, conectarse eléctricamente y crear un panel solar del mayor tamaño posible.

Esta misión es enteramente desarrollada en el Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINX) del ICN, con apoyo de la Agencia Espacial Mexicana (AEM), del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), del gobierno del estado de Hidalgo y de diversas empresas de tecnología socialmente comprometidas con el desarrollo científico, tecnológico y económico de México.

El lanzamiento, en 2021, estará a cargo de la empresa privada estadounidense Astrobotic, que también llevará experimentos de otros países y de la NASA.

La carga útil de COLMENA incluye a los nueve robots, además de un módulo de telecomunicaciones, telemetría y despegue, con una masa total de 500 gramos.

La baja masa total, sumada a los rigores del lanzamiento del viaje en el medio interplanetario y de la supervivencia sobre la superficie lunar, constituyen un desafío tecnológico único, subrayó el experto.

En el diseño, construcción y validación de COLMENA participan alumnos de la UNAM, de carreras vinculadas con ingeniería, física, matemáticas, actuaría, psicología, arte y diseño, entre otras, quienes trabajan en un ambiente multidisciplinario. “Esta misión es también una oportunidad para formar recursos humanos en el sector espacial”, remarcó el responsable del proyecto, que cuenta en su laboratorio con 50 participantes, desde estudiantes de bachillerato hasta doctorado.

Mediciones de polvo y módulo de telecomunicaciones

Los asteroides y lunas generalmente no tienen atmósferas o campos magnéticos propios, y sus superficies están expuestas al bombardeo meteorítico y de partículas de alta energía del viento solar.

“Como consecuencia, estos cuerpos celestes poseen una capa de regolito, un polvo muy fino, abrasivo, radiactivo y cargado electrostáticamente, sumamente dañino para toda la tecnología que se pretenda desplegar en ese ambiente, especialmente cerca del suelo”, indicó el experto.

La estrategia del LINX es desarrollar enjambres de robots muy pequeños, que puedan operar de forma cooperativa para desarrollar ensamblajes de estructuras o tareas grupales, haciendo uso de propiedades de sistemas complejos y sus propiedades emergentes.

Los equipos harán mediciones del polvo regolito, que levitará por encima de los robots debido a procesos de plasma polvoso, energizados por el viento solar.

 

 

 

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• Tras la Guerra Fría, la carrera espacial se “desinfló”; actualmente prioriza misiones robóticas más eficientes que las tripuladas por humanos: William Lee, coordinador de la Investigación Científica de la UNAM.

• “No dejemos nunca de pensar en lo imposible”, recomendó Jesús González, director del Instituto de Astronomía, como lección de la llegada del hombre a la Luna hace 50 años.

• Durante la mesa redonda “Cuando pisamos la Luna”, la investigadora emérita del IA, Silvia Torres, recordó que, en aquella época, se realizaron 78 misiones espaciales en pocos años.

La llegada del hombre a la Luna demuestra que los grandes proyectos pueden servir como catalizadores para desarrollar capacidades y ser generadores de actividad económica y bienestar social, afirmó William Lee Alardín, astrónomo y coordinador de la Investigación Científica de la UNAM.

Durante la mesa redonda “Cuando pisamos la Luna”, organizada por el Instituto de Astronomía (IA) para conmemorar la hazaña espacial ocurrida hace medio siglo, Lee Alardín, Silvia Torres y Jesús González, astrónomos del IA, de diferentes generaciones y quienes han dirigido esa entidad académica, narraron sus experiencias personales en torno a la hazaña de 1969, que marcó avances científicos y vocaciones.

La carrera espacial no va al ritmo que se esperaba tras la llegada del hombre a nuestro satélite natural, en 1969; después de la Guerra Fría “se desinfló”, se hizo más lenta y ahora prioriza misiones robóticas más eficientes que las tripuladas por humanos, dijo Lee Alardín.

Esa proeza demostró que “lo que se haga en un momento dado importa para lo que se puede hacer en el futuro”, como llegar a Marte, en donde el robot “Curiosity” captura y analiza muestras de rocas, y para donde se planea una misión tripulada por humanos para 2050, resaltó.

Remembranzas

Silvia Torres, quien en 1969 ya había terminado su doctorado en Astrofísica, recordó que la Luna ha despertado la imaginación del ser humano, por ello existen muchas representaciones de ella y ha sido inspiración de obras literarias, pictóricas y cinematográficas de todas las épocas, como la novela “De la Tierra a la Luna”, de Julio Verne, o la cinta “2001: Odisea del Espacio”, dirigida por Stanley Kubrick.

En el auditorio Paris Pishmish del IA, la investigadora emérita destacó que el primer satélite artificial de la historia fue el “Sputnik 1”, lanzado por la Unión Soviética en 1957. “Más tarde se sumó la NASA y empezó la carrera espacial para llegar a la Luna”. En aquellos años hubo 78 misiones a nuestro satélite natural, que significaron una efervescencia con intereses científicos, pero también políticos.

Jesús González, astrofísico y actual director del IA, terminaba la primaria cuando el hombre llegó a la Luna, desde entonces mostró su fascinación por una carrera espacial que en los años 60 y 70 inundó la pantalla de televisión con series de ciencia ficción como “El túnel del tiempo”, “Viaje a las Estrellas” o “Los Thunderbirds”, recordó.

Para González, además de inspirar y fomentar la imaginación, la lección de la llegada a la Luna es que “no dejemos nunca de pensar en lo imposible. Sin ciencia no hay futuro, e invertir en ella significa saber y tener independencia”.

William Lee no había nacido cuando ocurrió el hallazgo, pues llegó al mundo unas semanas después del icónico 20 de julio de 1969. “Con los años conocí el evento en revistas de la época y me impactó profundamente”, reconoció.

En ese año se reunieron factores políticos, militares y científicos para que esta efervescencia fructificara, concluyó.

 

 

 

 

 

 

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Sábado, 10 Agosto 2019 05:03

Pedazos de Luna en México

Dos rocas lunares son exhibidas en Universum, la más grande la obtuvo Neil Armstrong el 20 de julio de 1969 en la misión Apolo 11 junto con los astronautas Edwin Aldrin y Michael Collins, pesa 185 gramos y tiene una edad de 3,700 millones de años.

La roca lunar que se puede tocar fue obtenida por el astronauta Harrison Smith de la zona nombrada Monte Taurus en diciembre de 1972 en la misión Apolo 17.

El 1 de mayo de 1994 la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA por sus siglas en inglés) hizo entrega oficial de dos rocas lunares, obtenidas en la primera y la última de las misiones espaciales del Programa Apolo, al Museo de las Ciencias Universum, narró Jorge Flores Valdés, investigador emérito del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Es un logro que se alcanzó gracias a Gerardo Suárez, “quien entonces era el coordinador de la investigación científica de la UNAM, y en un viaje a Houston, donde se ubica el Centro Espacial Lyndon B. Johnson de la NASA, visitó una exposición donde se mostraban las rocas traídas de nuestro satélite natural. Se le ocurrió que una exposición semejante sería de mucho interés para Universum y convenció al entonces director del Instituto de Geofísica de ello”, recordó Flores Valdés, quien vivió este suceso siendo director de dicho museo.

De las dos rocas lunares exhibidas en Universum, la más grande, la obtuvo Neil Armstrong el 20 de julio de 1969 en la misión Apolo 11 junto con los astronautas Edwin Aldrin y Michael Collins, pesa 185 gramos y tiene una edad de 3,700 millones de años. La otra pesa 24 gramos y tiene una edad de 4,000 millones de años. Fue obtenida por el astronauta Harrison Smith de la zona nombrada Monte Taurus en diciembre de 1972 en la misión Apolo 17, ésta última es la que se puede tocar.

“La doctora France Córdova, directora científica de la NASA, vino a la Ciudad de México para firmar un convenio con la UNAM y formalizar el préstamo, todo en concordancia con las normas internacionales. En cualquier momento podrían solicitar que se les devuelva”, indicó el expresidente de la Academia Mexicana de Ciencias con motivo del 50 aniversario del alunizaje.

El físico rememoró que cuando Gerardo Suárez y él recogieron las rocas lunares en Houston, de regreso atravesaron la aduana de la Ciudad de México con cierta aprensión, logrando pasar sin que nadie se diera cuenta de lo que traían consigo. “Como llegamos en la noche, me quedé con las dos piedras lunares en mi casa, siendo, tal vez, el único ser humano que ha tenido en su casa semejantes ejemplares”, dijo.

En las seis misiones Apolo (1969-1972) los astronautas recolectaron rocas lunares, de acuerdo con la NASA. En total fueron 382 kilogramos de núcleos, 2,200 muestras de seis sitios de exploración diferentes que consisten en piedras, arena y polvo de la superficie lunar. El repositorio se encuentra en el Centro Espacial Johnson.

Los estudios sobre la composición química de las rocas y el suelo lunar son de interés de estudio porque brindan información sobre el origen del satélite, pero también de la formación de la Tierra y el Sistema Solar. Al parecer, la Luna podría haberse formado a partir de los restos de un cuerpo planetario que impactó en la Tierra.

Gracias a las muestras obtenidas, se sabe que la corteza lunar se formó hace 4,400 millones de años —la Tierra se formó hace 4,540 millones de años—, también se observa un posterior bombardeo constante de meteoritos y derrames de lava, información de relevancia para entender la historia geológica del satélite. La radiación del Sol, por otro lado, quedó atrapada en la formación del suelo lunar desde la formación de la corteza y es un registro permanente de la actividad solar.

En 1994, en el patio principal de Universum se montó una muestra sobre nuestro satélite en la que los dos equipamientos más importantes eran unos cilindros que resguardaban las rocas lunares. Actualmente, las rocas lunares pueden ser admiradas en la sala “Universo”, en el segundo piso del edificio A. Para el doctor Jorge Flores, “el hecho de traer mecanismos, objetos, ideas, programas de radio, televisión, libros que acerquen la ciencia al pueblo de México es algo que contribuye de manera muy importante a nuestro desarrollo como país y es absolutamente indispensable para tener una cultura científica”.

 

 

 

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En los primeros años de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) los encargados de descifrar ecuaciones numéricas complejas eran las llamadas “computadoras humanas”, Katherine Johnson era una de las personas que realizaban este trabajo, y una de sus principales contribuciones a la exploración espacial fue la serie de cálculos que realizó para el Proyecto Mercury y el vuelo del Apolo 11 a la Luna en 1969.

La exploración de la Luna a través de sondas automáticas o naves tripuladas con el objetivo de sobrevolar, orbitar la Luna o alunizar en ella se inició a finales de la década de 1950. La antigua Unión Soviética fue la pionera al realizar misiones lunares no tripuladas, pero el Proyecto Apolo de los Estados Unidos fue el único que realizó misiones lunares con tripulación.

La misión Apolo 11 se envió al espacio el 16 de julio de 1969, llegó a la superficie de la Luna el 20 de julio de ese mismo año y al día siguiente Neil Armstrong y Edwin Aldrin caminaron sobre la superficie lunar, mientras su compañero Michael Collins se quedó en el módulo de mando, el Columbia, orbitando alrededor del satélite.

Es así que el trabajo de Katherine Johnson fue esencial para el logro que llevaría a Estados Unidos a la victoria en la carrera espacial con la Unión Soviética.

La pionera en ciencia espacial y computación se graduó de West Virginia State College en 1937. Después de asistir a la escuela de posgrado y trabajar como maestra en una escuela pública, en 1953 empezó a trabajar en el Centro de Investigación Langley de la NASA en Hampton, Virginia, como una de las “calculistas del Área Oeste”, sus primeros cuatro años ahí analizó datos de pruebas de vuelo y trabajó en la investigación de un accidente aéreo causado por turbulencia de estela.

En 1957, Katherine proporcionó algunas de las matemáticas para el documento Notas sobre tecnología espacial, un compendio de una serie de conferencias de 1958 impartidas por ingenieros de la División de Investigación de Vuelo y la División de Investigación de Aeronaves sin Piloto.

En 1960, ella y el ingeniero Ted Skopinski fueron los autores de Determinación del ángulo de azimut en el quemado para colocar un satélite sobre una posición terrestre seleccionada, un informe que presenta las ecuaciones que describen un vuelo espacial orbital en el que se especifica la posición de aterrizaje de la nave espacial.

Más tarde hizo el análisis de trayectoria para la misión Freedom 7 de Alan Shepard en mayo de 1961, el primer vuelo espacial humano de Estados Unidos, ella verificó las ecuaciones orbitales para el control de la trayectoria de la cápsula de esta misión, desde el despegue hasta la descarga.

En 1962, mientras la NASA se preparaba para la misión orbital de John Glenn, Katherine Johnson fue llamada para hacer el trabajo por el que sería más conocida. La complejidad del vuelo orbital había requerido la construcción de una red mundial de comunicaciones que conectaba estaciones de rastreo por todo el mundo con ordenadores IBM en Washington, DC, Cabo Cañaveral y las Bermudas.

Los ordenadores habían sido programados con las ecuaciones orbitales que controlarían la trayectoria de la cápsula en la misión de Glenn, desde el despegue hasta el amerizaje, pero a los astronautas no les entusiasmaba la idea de poner sus vidas en manos de las máquinas electrónicas de cálculo, pues eran propensas a los problemas y a los apagones. Como parte de la lista de verificación previa al vuelo, Glenn pidió a los ingenieros que «trajeran a la chica» -Katherine Johnson- para que hiciera los mismos cálculos con las mismas ecuaciones que habían sido programadas en el ordenador, pero a mano, en su calculadora mecánica de escritorio. «Si ella dice que están bien», recuerda Katherine Johnson que dijo el astronauta, «entonces estoy listo para partir». El vuelo de Glenn fue un éxito y marcó un punto de inflexión en la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

La matemática estadounidense trabajó más de catorce horas diarias en el programa conocido como Lunar Orbit Rendezvous, procedimiento para enviar una nave tripulada en vuelo a la Luna. Este método, que se empleó en las misiones Apolo utilizaba dos vehículos que despegaban en el mismo cohete y viajaban unidos, uno para ir y volver de la Luna, y otro más pequeño para alunizar.

Johnson se encargó de calcular el momento en el que el módulo lunar Eagle del Apolo 11, del que descenderían los astronautas, debía abandonar el satélite para que su trayectoria coincidiese con la órbita que describía el módulo de mando nombrado Columbia y pudiera así acoplarse a él para regresar a la Tierra.

De acuerdo con la biografía de Katherine G. Johnson según la NASA, ser escogida para ser uno de los tres estudiantes negros que comenzaron el proceso de integración las escuelas de postgrado de Virginia Occidental es algo que mucha gente consideraría uno de los momentos más notables de su vida, pero es sólo uno de los muchos avances que han marcado la larga y notable vida de Katherine Johnson.

Nacida en White Sulphur Springs, Virginia Occidental, en 1918, la gran curiosidad y brillantez de Katherine Johnson con los números hicieron que adelantara varios cursos en la escuela. A los trece años ya iba al instituto el campus del histórico West Virginia State College. A los dieciocho años, se matriculó en la universidad propiamente dicha, donde no tuvo ningún problema en completar el currículo de matemáticas y encontró un mentor en el profesor de matemáticas W. W. Schieffelin Claytor, el tercer afroamericano en obtener un doctorado en matemáticas. Katherine se graduó con los más altos honores en 1937.

Katherine Johnson también trabajó en el transbordador espacial y el Landsat 1, y fue autora o coautora de 26 trabajos de investigación. Trabajó en el Centro de Investigación Langley de la NASA desde 1953 hasta que se jubiló en 1986, después de treinta y tres años. «Disfruté yendo a trabajar todos y cada uno de los días», dice. En 2015, a la edad de 97 años, Katherine Johnson agregó otro logro extraordinario a su larga lista: el presidente Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor civil de Estados Unidos y hasta la fecha es la única mujer de la NASA que ha recibido este reconocimiento.

En 2017, la NASA le puso el nombre de Katherine G. Johnson a uno de sus más potentes centros de cálculo el “Centro de Investigación Computacional Katherine G. Johnson”.

 

 

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Sábado, 27 Julio 2019 05:01

El legado del Programa Apolo

Salir del entorno terrestre fue un gran reto científico para la humanidad. Para lograr que el ser humano llegara a la Luna, se tuvo que recorrer un largo camino. Así, la historia empezó mucho tiempo atrás, cuando los hombres empezaron a experimentar con cohetes, sostuvo en entrevista Dolores Maravilla Meza, investigadora en el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La científica adscrita al Departamento de Ciencias Espaciales, recordó que Alemania tuvo grandes experimentos en este sentido. Obviamente junto con ellos estuvo involucrada la tecnología desarrollada en los países de Europa del este, la misma Rusia y Estados Unidos. “No debemos olvidar sucesos como el de Yuri Gagarin, el primer ser humano que orbitó nuestro planeta a bordo de la nave espacial Vostok, un logro de la Unión Soviética el 12 de abril de 1961”.

Gracias a este y otros proyectos se hicieron grandes descubrimientos en la vecindad de la Tierra, supimos que el medio interplanetario no era un espacio vacío como se suponía, se descubrió que el Sol tenía campo magnético y que toda la materia que sale del Sol va permeando el medio interplanetario.

Estos descubrimientos estuvieron sustentados por teorías e hipótesis científicas que fueron postuladas o planteadas por científicos, mucho antes de la era espacial. Desde el punto de vista tecnológico, antes de la llegada a nuestro satélite natural, la humanidad hizo grandes avances, como los proyectos que tuvieron que ver con el lanzamiento de satélites artificiales en el entorno terrestre desde el lanzamiento del Sputnik en 1957 hasta los que han sido lanzados en los últimos años, con ellos se descubrió por ejemplo que la magnetosfera terrestre, sus regiones, su extensión y su interacción con el material que viene del Sol, conocido en Física Espacial como viento solar.

Entonces, el programa Apolo y la tecnología que llevó al hombre a la Luna tiene muchos antecesores. Este proyecto estadounidense fue fantástico, estuvo formado por doce misiones, siendo las últimas siete, las planeadas para que el hombre se posara en la Luna. Lamentablemente la Apolo 13 fue una misión fallida y solo arribaron a nuestro satélite las Apolo 11, 12, 14, 15, 16 y 17. Las primeras misiones de este proyecto exploraron la vecindad de la Tierra e hicieron “paseos en la vecindad de la Luna”. Maravilla Meza recordó que en la primera misión del Apolo hubo un accidente y terminaron calcinados tres astronautas (Gus Grissom, Ed White y Roger Chaffee). “Eran los primeros hombres que iban a tener una misión completamente diferente a la de los satélites artificiales que ya se habían colocado alrededor de la Tierra”.

La también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), agregó que cada una de las misiones del Programa Apolo desarrolló pruebas particulares desde el funcionamiento del módulo lunar y el módulo de mando hasta el módulo de servicio, pero también hubo un gran avance en el tema de las computadoras y todos los instrumentos que fueron parte del equipo de las misiones.

Qué nos dicen las muestras lunares


Cuando hace cincuenta años escarbaron en la superficie de la Luna, Neil Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin, no sólo recogieron un polvo seco y oscuro, sino que emprendieron un viaje por el tiempo. Estos astronautas (incluido Michael Collins) y los diez astronautas que les siguieron en las misiones posteriores, trajeron consigo muestras de roca y polvo lunar en las que se guarda la fascinante historia de nuestro satélite y de la Tierra. Esas rocas han registrado cuál fue el violento y sorprendente origen de la Luna, y también su composición y edad. Gracias a los instrumentos colocados en la superficie del satélite, los científicos han podido reconstruir su estructura interna y comprender por qué la Luna tiene dos caras completamente diferentes. Sin el programa Apolo, ninguno de estos descubrimientos hubiera tenido lugar.

Cuando llegó la misión Apolo 11 se hicieron estudios de la superficie de la Luna. Se instalaron muchos instrumentos, aparatos para saber si había sismos en la Luna, detectores de partículas energéticas para ver cómo interactuaban la superficie de la Luna con el viento solar. Se empezaron a hacer estudios para ver si en la Luna había atmósfera.

Gracias a los instrumentos instalados entre el Apolo 11 y el 17 y a los estudios sobre el material que conforma la superficie lunar, “se descubrió que la Luna está cubierta por una capa espesa de polvo que ahora le damos el nombre de regolito lunar. El regolito está formado por partículas de polvo pequeñísimas, que tienen tamaños desde décimas de milímetros hasta nanómetros”.

Maravilla Meza relató que desde el Apolo 11, Neil Armstrong había dicho que el polvo de la Luna era un polvo muy particular que se pegaba a los trajes espaciales. Esta regolita en realidad forma una sabanita, un cobertor en la superficie de la Luna. Su espesor no es uniforme, puede tener desde metros de espesor hasta más de decenas de metros.

“El regolito lunar está formado por partículas de superficies abruptas e irregulares que pueden tener lados cortantes, además, es peligroso debido a su tamaño ya que puede llegar a los pulmones, a los alvéolos pulmonares y al torrente sanguíneo. Los astronautas del Apolo 17 manifestaron que respiraron la regolita que quedó flotando en el módulo lunar que los hizo regresar a la Tierra y que la sensación que tuvieron en la nariz fue como si estuvieran respirando material quemado, como cuando se queman los bosques o el olor de la pólvora cuando se dispara un arma”, recordó la investigadora.

De acuerdo con la científica, de la Luna hay mucho por aprender, ya que después del Programa Apolo se han seguido haciendo estudios paralelos con los satélites artificiales, se ha descubierto por ejemplo que tiene una pequeña atmósfera que se llama exosfera, se ha descubierto que hay agua, millones de toneladas en los polos donde se puede concentrar el agua en estado sólido.

La especialista en Física Espacial recordó que existen varios proyectos para visitar los polos lunares para “resolver” el problema del agua. “Necesitamos saber si es potable o no, si será útil para los humanos en futuras misiones a la Luna, o cómo podríamos utilizarla”. Otro interés se enfoca en seguir estudiando si la afluencia del viento solar tiene una relación con la existencia de agua en la Luna, de ser así, aún tenemos que entender qué minerales son los que pueden estar involucrados para desprender oxígeno y después mezclarse con el hidrógeno para que esta combinación dé como resultado agua.

Los países que ya están involucrados en la carrera espacial para llegar a la Luna nuevamente quieren explotar minerales, establecer una base lunar para que en el futuro se puedan mandar naves a Marte o a otras partes de nuestro sistema solar, instalar un observatorio para estudiar nuestra galaxia y el universo, colocar una estación espacial en la vecindad de la Luna, etcétera. “Lo que es claro es que los nuevos programas se realizarán gracias a los esfuerzos de varios países, con colaboraciones internacionales y pronto tendremos más noticias y descubrimientos”, concluyó.

 

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El horno microondas, el velcro, el GPS, el teflón, la fibra de carbono y las telecomunicaciones son algunos ejemplos de desarrollos científicos y tecnológicos que resultaron de la exploración espacial

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Desde herramientas eléctricas inalámbricas hasta aislamientos reflectantes que hoy en día se encuentran en cualquier hogar.

El Programa Apolo, un proyecto espacial tripulado y desarrollado por Estados Unidos en la década de 1960 en el marco de la carrera espacial con la Unión Soviética durante la Guerra Fría, logró su objetivo de llevar al ser humano a la Luna, pero además dejó numerosos aprendizajes y aplicaciones tecnológicas en el camino. A continuación, algunos ejemplos del legado de este programa de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés).

Monitoreo de los recursos naturales
Los científicos de la Tierra fueron los primeros en beneficiarse de la exploración espacial ya que las misiones Apolo 7 y 9, que orbitaron alrededor de la Tierra y tomaron fotografías en distintas longitudes de onda de luz —destacando distintos aspectos de la orografía terrestre—, permitieron observar otros aspectos del suelo y la biodiversidad. Así nació el programa Landsat, que desde 1972 genera datos sobre los recursos naturales y áreas urbanas, y permite monitorear, por ejemplo, fenómenos como el cambio climático, el cambio del curso de los ríos o los incendios forestales.

Computadoras más pequeñas
Era necesaria una computadora que guiara a los astronautas a la Luna y de regreso a la Tierra a salvo, dado el reducido espacio con el que dispondrían abordo, cientos de ingenieros trabajaron en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en la miniaturización del hardware del programa Apolo. Así, de lo que mediría una computadora del tamaño de siete refrigeradores en fila —que ocuparían una habitación completa— se logró reducir a dimensiones de 32 x 61 centímetros y pesar 32 kilos. Esta tecnología sentó las bases de la generación actual de dispositivos de bolsillo.

Asimismo, el software fue la base de la informática moderna. El Computador de Navegación del Apolo tenía 36 kilobytes (kB) de memoria de sólo lectura y 2 kB de memoria de acceso aleatorio, permitía 85,000 instrucciones por segundo. En su creación participaron 300 personas durante siete años con un costo de alrededor de 46 millones de dólares. En contraste, el rendimiento de la computadora que se planea enviar en la misión a la Luna en 2024 realizará 15 mil millones de instrucciones por segundo.

Comunicaciones espaciales
Se tomó video y fotografías del descenso del módulo lunar de Edwin Aldrin y Neil Armstrong hasta tocar la superficie lunar. En especial, el formato del video era de 525 scanlines a 30 cuadros por segundo, transmitido a 4.5 megahercios. La cámara de video y la fotográfica debían estar protegidas de la radiación solar y resistir temperaturas extremas: desde 121 ºC hasta -157ºC, el día y la noche en la superficie lunar.

Todas las naves de la misión Apolo llevaban grabadoras de voz que se activaron en las misiones para grabar las voces de la tripulación, incluso, hubo una conversación entre el presidente de Estados Unidos, Richard M. Nixon y los astronautas, la cual se logró con el apoyo de Bruce Candless (oficial naval y aviador estadounidense, ingeniero eléctrico y astronauta de la NASA), comunicador de cápsula de control de la misión (CAPCOM) en el Apolo 11 durante el primer paseo lunar.

Telemedicina
Los rusos fueron los primeros que monitorearon a distancia los parámetros fisiológicos —frecuencia cardiaca, presión arterial, constantes respiratorias, temperatura corporal— de un ser vivo en el espacio con telemetría, la perra Laika a bordo del Sputnik 2 en 1957. Cuatro años después, el cosmonauta humano Yuri Gagarin también fue supervisado a distancia. En la década de 1960 en la NASA también fueron capaces de recibir datos de dichas constantes biológicas con el adicional de que registraron el ambiente exterior de los satélites como nivel de radiación, concentraciones de oxígeno y dióxido de carbono. Con las tecnologías de la información y de la comunicación se ha ido extendiendo la prestación de servicios médicos a distancia.

Los cohetes Saturno V
Así se nombró a una serie de cohetes que fueron lanzados entre 1967 y 1973, entre los cuales estaba el que llevó la misión Apolo 11. Fueron diseñados a inicios de 1960 por ingenieros del Centro Espacial Marshall, bajo el liderazgo de Wernher von Braun. Tenían una altura de 111 metros y la nave total pesaba 3,200 toneladas. En su primera fase llevó cinco motores con una duración de encendido de 2 minutos y 30 segundos, consumiendo 2,050 metros cúbicos (m3) de combustible; la segunda fase llevaba 5 motores con una duración de encendido de 6 minutos y 30 segundos, consumiendo 1,350 m3 de combustible; en la tercera fase tenía un motor y duración de encendido de 2 minutos, consumiendo 39 toneladas de combustible. Los motores tenían combustible líquido de queroseno, también de oxígeno e hidrógeno líquido. Este último elemento químico, el primero de la tabla periódica por ser el más ligero, ha pasado de ser utilizado en cohetes a implementarse en coches que, si bien aún no se venden masivamente, se espera que en un futuro cercano sean una realidad cotidiana.

Desarrollos inesperados
Desde herramientas eléctricas inalámbricas hasta aislamientos reflectantes que hoy en día se encuentran en cualquier hogar. Este efecto de crear equipo inesperado dio lugar a un taladro portátil que los astronautas necesitaban para extraer muestras de núcleos rocosos de poco más de 3 metros de profundidad de la superficie lunar. Una empresa estadounidense adquirió la licencia y adaptó al aparato para convertirlo en una aspiradora Dustbuster inalámbrica. Cabe señalar que la NASA registra alrededor de 1,700 invenciones por año, algunas de las cuales se terminan transfiriendo la iniciativa privada, y dando lugar a nuevas tecnologías.

 

 

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Usando datos espectroscópicos de una galaxia de disco, científicos comprueban que sí se pierde gas cuando nacen las estrellas.

Las estrellas nacen de la contracción de nubes frías de gas molecular. Si no hay algún mecanismo que pare la contracción, toda la masa de gas daría lugar a una primera generación de estrellas y poco más. Pero en las galaxias se ven estrellas de diferentes generaciones, explicó Javier Zaragoza Cardiel, investigador en el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), beneficiario del programa Cátedras para jóvenes Investigadores del Conacyt.

En un artículo titulado Detection of the self-regulation of star formation in galaxy Discs, recién aceptado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, los nueve investigadores firmantes, exponen que la retroalimentación estelar tiene una influencia notable en la formación y evolución de las galaxias.

“Sin embargo, la evidencia observacional directa es escasa. Hemos realizado un análisis de población estelar utilizando el espectrógrafo 3D MUSE (Multi Unit Spectroscopic Explorer) de la galaxia espiral NGC 628, ubicada en la constelación de Piscis y localizada a una distancia de alrededor de 29 millones de años luz de la Vía Láctea. Encontramos que la formación de estrellas máxima actual en regiones espacialmente resueltas se regula de acuerdo con el nivel de formación de estrellas en el pasado reciente”, dijo Zaragoza Cardiel, autor principal de la reciente publicación.

De acuerdo con el astrónomo, quien presentó recientemente estos resultados en el congreso Feedback and its Role in Galaxy Formation, realizado en Grecia del 24 al 29 de junio, “lo que proponemos es un modelo basado en los modelos de autorregulación, pero para regiones de la galaxia espacialmente resueltas. Se llama modelo de formación estelar auto regulada espacialmente resuelta”.

Explicó que las estrellas se forman gracias a la contracción de nubes de gas, por lo que este modelo estudia la variación del contenido en gas en función de las estrellas que se han formado y el gas que estas mismas estrellas expulsan y que por lo tanto se pierde para formar más estrellas.

La galaxia del abanico estudiada es usada para ejemplificar las galaxias de su tipo. Es rica en regiones HII (hidrógeno ionizado), por lo que, las nebulosas de emisión son muy notables en cuanto a número. Estas regiones están asociadas con una intensa formación estelar. Gracias a la presencia de estas regiones se han detectado una gran cantidad de nebulosas.

“Usando datos espectroscópicos de una galaxia de disco, logramos comprobar con este modelo que sí se pierde gas cuando nacen las estrellas, lo cual es predicho por los modelos de formación y evolución de las galaxias. Además, logramos cuantificar la cantidad de gas que se pierde, una cantidad hasta ahora casi desconocida pero necesaria para formar galaxias tal y cómo las entendemos, por lo que es muy útil para comprobar si nuestro entendimiento sobre la formación de las galaxias es el correcto”, sostuvo.

El siguiente paso, dijo, es aplicar el método a una muestra de galaxias, para comprobar si varía la cantidad del gas que se pierde por la propia formación de estrellas en distintos tipos de galaxias. “Esto nos ayudará a escoger los modelos correctos de formación de galaxias. Por otro lado, los datos que usamos no tienen información del gas, si no que hacemos aproximaciones. Por esta razón, tenemos planeado hacer uso del Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, para poder medir la distribución de la cantidad de gas en galaxias y poder mejorar nuestro modelo”.

En este sentido, Itziar Aretxaga, investigadora adscrita al INAOE, agregó que durante años hemos debatido sobre si una inyección de energía de las propias estrellas, en forma de vientos estelares o explosiones de supernova, podría hacer más lenta la formación estelar. La alternativa es que sean vientos producidos por el hoyo negro súpermasivo central, explicó la también firmante del artículo.

“Demostramos que en cada región de la galaxia el nacimiento estelar de hace 570 millones de años tiene el poder predictivo de marcar la máxima formación estelar reciente: a más formación estelar pasada, menor es la máxima formación estelar que la galaxia puede sostener”, sostuvo.

Gracias al modelo que creamos, en el que computamos la cantidad de gas disponible para formar nuevas estrellas, demostramos que el cociente de retroalimentación entre el gas expulsado por la vieja generación y la tasa de formación de la nueva generación es una constante en toda la galaxia. “Ahora lo que viene es medir esta supuesta constante de retroalimentación en otras galaxias, para ver si es universal”.

El artículo técnico está disponible libre en el repositorio https://arxiv.org/abs/1906.01641

 

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Las concentraciones de metano encontradas por el Curiosity podrían ser de origen biológico, lo que indicaría vida microbiana, señala el doctor Rafael Navarro, del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, y colaborador del equipo del instrumento SAM de la NASA.

Todo parece indicar que las concentraciones de metano recolectadas por el Curiosity en Marte podrían ser resultado de actividad biológica. Si se encontrara evidencia de vida, sería uno de los descubrimientos más importantes, asegura el doctor Rafael Navarro, del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, y colaborador del equipo del instrumento SAM de la NASA.

“Hasta ahora la vida que conocemos es terrícola, con características físicas y químicas que son universales, creemos que la biología debe ser universal, pero no hemos encontrado un segundo ejemplo de vida fuera de la Tierra, y ese sería uno de esos descubrimientos” comenta Navarro González, y añade que “el hecho que encontremos metano en concentraciones altas, no demuestra que haya vida en la actualidad en Marte, se requieren más estudios, tal vez con otros robots, para medir ese metano y analizar si sus isótopos nos están indicando que fuera de origen biológico o no, pero todo parece indicar que así es”.

Curiosity

Anteriormente, señala el doctor Navarro, se había visto por satélites y telescopios de manera remota, que en la atmósfera de Marte había concentraciones de metano y que variaban en ciclos de estaciones. Cuando llegó Curiosity en 2012, lo primero que hicimos fue medir los niveles de metano, y la concentración que encontró Curiosity, no era alta,  sino que estaba muy por debajo de las concentraciones esperadas.

Desde entonces se han hecho mediciones con el Curiosity en la superficie marciana y a veces encontramos picos que son concentraciones relativamente altas, pero nunca comparadas a lo que se veía remotamente. De hecho, logramos ver oscilaciones de los niveles bajos de metano que nos indicaban la liberación de este gas, del subsuelo que tenían que ver con el cambio estacional, de verano primavera, otoño, y que era por un mecanismo desconocido que aún no entendemos, pero la semana pasada el instrumento hizo nuevamente una toma de gas, lo concentró y se analizó y los resultados llegaron el jueves y el viernes. Tuvimos una reunión con la NASA, para discutir los resultados y por primera vez tenemos niveles de metano casi comparables a los que se habían visto anteriormente de manera remota.

Es un resultado muy impactante y la explicación que se tiene es que los satélites y los telescopios logran medir la concentración promedio de los gases en la atmósfera, pero Curiosity está en la superficie y se va moviendo de lugar en lugar y tenemos que encontrar un sitio donde hubiera una emisión importante de metano del subsuelo y todo parece indicar que eso lo encontramos la semana pasada, ese metano que encontró proviene de cavernas que vienen del subsuelo, y probablemente eso es lo atractivo del resultado, el metano podría ser de origen biológico, apunta el doctor Navarro.

Hay posibilidad que el gas encontrado fuera de origen químico, que no tenga que ver con los seres vivos, sin embargo, comenta el investigador de la UNAM, “lo interesante es que en la Tierra también hay metano en la atmósfera, pero casi el 95% o más viene de la actividad biológica. Existe una pequeña cantidad producida de manera abiótica en el subsuelo en el fondo del mar, en ventilas hidrotermales, pero en Marte no tenemos evidencia que haya ese tipo de procesos, aunque sí podría haber sido atrapado por procesos abióticos, pero este hallazgo es importante porque abre la posibilidad que el metano pudiera ser biológico.

Más indicios de habitabilidad

Hace un año, recuerda Navarro González, se reportó que había evidencias de agua líquida en el subsuelo, esa presencia de agua abre la posibilidad de vida en el subsuelo, eso podría ser una indicación, podría provenir el metano de otras zonas no necesariamente de lagos en el subsuelo en zonas polares, pero podría haber a profundidades aún mayores, agua líquida, y allí podría haber bacterias que estuvieran haciendo esa actividad, liberando el metano.

El Curiosity está investigando la posibilidad que Marte tuviera condiciones de habitabilidad en el pasado, en el presente, o hacia el futuro. Hemos encontrado que en el pasado las condiciones fueron propicias para que la vida surgiera y se mantuviera; en la actualidad, la evidencia de agua líquida, aunado a la existencia de metano, recientemente, sugiere que pudiera haber vida actual en el subsuelo y también queda abierta la posibilidad que los humanos puedan ir a Marte en un futuro, hacer establecimientos para investigar, o eventualmente colonizar. “Es importante porque queda abierta la posibilidad que pudiera haber vida actual en Marte”, señala Navarro.

Participación de la UNAM

El doctor Rafael Navarro es parte del equipo del instrumento SAM, que mide entre otras cosas, el metano de la atmósfera, los aires atmosféricos, los sólidos, las rocas y los minerales. Participa todos los días, y de hecho, el viernes tuvo una reunión con la NASA para discutir estos resultados de manera interna su grupo de trabajo. El doctor participa constantemente a través de la UNAM en ese proyecto.

Los datos que se recibieron en la medición del jueves son correctos, y están seguros, sin embargo, el Curiosity envió los comandos para que repita el experimento “vamos a hacer otra toma de aire atmosférico, se va a concentrar y volver a analizar.

Para terminar, el doctor Navarro González señala que en caso que encontraran evidencia de vida, sería un hallazgo de gran trascendencia, pues sería la primera vez que se encontrara un ejemplo de vida fuera de la Tierra.

 

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Encuentran que la natalidad estelar en el núcleo y nódulo exterior del disco se ajustan a una ley de contracción de las nubes moleculares regulada por turbulencia.

Las estrellas nacen de la contracción de nubes frías de gas molecular en las galaxias. Saber cuántas estrellas nacerán dada la reserva de gas es importante para entender el proceso de formación de la propia galaxia.

Con datos del Atacama Large Milimeter Array (ALMA) de Chile, con el cual se obtuvieron imágenes de alta resolución de la línea de monóxido de carbono de la galaxia AzTEC1, pudimos estudiar la distribución de masa de gas de la que se forman las estrellas y nos permitió trazar los movimientos de ese gas. Los nuevos resultados apuntan a cómo se forman las estrellas en las galaxias dijo en entrevista Itziar Aretxaga, investigadora adscrita al Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE).

Las líneas de investigación de Aretxaga, también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, se enmarcan en el área de astrofísica extragaláctica y cosmología, su principal interés es la relación entre la actividad energética del centro de las galaxias y la formación violenta de brotes estelares, de manera específica conocer más sobre el impacto que estos fenómenos tienen en la formación y evolución de nuevas galaxias.

La científica es una de las firmantes del artículo titulado “Testing Star Formation Laws on Spatially Resolved Regions in a z≈4.3 Starburst Galaxy”, recién aceptado en Monthy Notices of the Royal Astronomical Society una colaboración de investigadores de Australia, Japón, Estados Unidos y México, encabezados por el doctor Piyush Sharda.

“Y lo que demostramos es que en vez de ser una parte proporcional de la masa de gas la que se torna en estrellas, es necesario que haya una regulación del colapso de las nubes de gas molecular por la turbulencia del propio gas”, dijo.

El estudio
De acuerdo con la astrofísica, AzTEC1 es una galaxia —la más luminosa— que se detectó por primera vez en censos del cielo trazados con la cámara AzTEC, instalada en el telescopio James Clerk Maxwell de 15 metros de Hawái, en 2005. “Desde entonces hemos realizado diferentes estudios con otros telescopios e instrumentos, incluyendo el Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, que fue clave para determinar su distancia, después de muchos intentos fallidos con otros telescopios”. La cámara AzTEC es parte integral de la gama de instrumentos del Gran Telescopio Milimétrico, y se instaló antes en telescopios más chicos hasta que comenzó su operación en México.

AzTEC1 es tan brillante porque forma estrellas a más de mil veces la tasa de la Vía Láctea. Con ALMA obtuvimos imágenes de alta resolución en las que descubrimos que tiene forma de disco turbulento que rota. Estudiamos la región nuclear y un nódulo brillante del disco, de unos 1 000 años luz diámetro. Con la emisión de la molécula de monóxido de carbono calculamos la masa de gas molecular, la tasa de natalidad, y la velocidad de turbulencia, explicó.

Agregó que lo recién reportado en Monthy Notices of the Royal Astronomical Society es que la natalidad estelar en el núcleo y nódulo exterior del disco se ajustan a una ley de contracción de las nubes moleculares regulada por turbulencia. La formación estelar de AzTEC1, que se encuentra a 24 mil 500 millones de años luz, se comporta como la de galaxias cercanas.

Colaboración mexicana
“Llevo trabajando en esta galaxia desde que la descubrimos en 2005. Hemos enviado propuestas de observación de esta fuente a muchos telescopios. Los datos para este artículo se tomaron remotamente en modo servicio por ALMA y ya los habíamos publicado el año pasado. El autor principal de este nuevo artículo se puso en contacto con nosotros para intentar una técnica que ya había experimentado en otra fuente, y le dimos acceso gustosamente a todo el análisis que habíamos realizado sobre los datos. Todos los autores participamos en el análisis y discusión de qué modelos de formación estelar se ajustan mejor al comportamiento que presentan los datos y todavía hay mucho que entender de por qué esta fuente es tan extraordinaria”, compartió la doctora Aretxaga.
Para mayor información consultar el artículo en: https://arxiv.org/abs/1906.01173

 

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La luna Europa de Júpiter podría albergar vida microscópica que por vivir en un ambiente extremo, con altos niveles de radiación, podría ayudar a generar nuevos tratamientos médicos, proponen alumnos de la Prepa 9.

Existe la posibilidad de encontrar en la superficie de Titán, satélite de Saturno, organismos que soporten temperaturas y presiones extremas, plantea estudiante de la Prepa 8.

La luna Europa de Júpiter podría albergar vida microscópica que por vivir en un ambiente tan extremo y estar expuesta a altos niveles de radiación, podría ayudar a generar nuevos tratamientos médicos, propusieron jóvenes de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) 9 “Pedro de Alba”, ganadores del concurso Scientist for a day Mexico, organizado por la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en Inglés).

Carmina Dennise Ramírez Castillo, Mary Carmen Sánchez Hernández y Carlos Iván Hernández escribieron esta propuesta en un ensayo llamado “Europa, miras hacia un nuevo mundo”, para el cual consultaron información ofrecida por la misma NASA a través de su portal de Internet, y textos de especialistas en el espacio.

En tanto, Rebeca Calvo Medina, de la ENP 8, “Miguel E. Schulz”, en su ensayo “Titán” (satélite de Saturno) propone la posibilidad de encontrar en su superficie organismos que soporten condiciones, temperaturas y presiones extremas, lo que le valió ser finalista en el concurso de la NASA.

La propuesta de los universitarios ganadores del premio del Programa de Sistemas de Energía de Radioisótopos de la NASA, organizador del concurso, será publicada en el sitio //solarsystem.nasa.gov, junto con los trabajos de jóvenes ocho naciones más, participantes en el concurso.

Luis Armando Vieyra Rebollo, profesor de la Prepa 8, y asesor de los jóvenes, explicó que el objetivo de participar es mostrar que con preparación e ingenio pueden lograr grandes cosas, como destacar en un concurso de la NASA.

“Vimos la convocatoria en Facebook y se las hice llegar a los muchachos. Sé de su interés en la ciencia y los motivé para que hagan cosas más allá de lo que aprenden en clase; que participen y tengan mayores experiencias académicas”, dijo.

A través de su sitio de Internet, la NASA explica que el objetivo del concurso es inspirar a los jóvenes de secundaria y preparatoria para ver a la ciencia como algo cotidiano, y miren las imágenes impactantes que han enviado a la Tierra las sondas espaciales Cassini, Huyggens y Juno, de los gigantes gaseosos del Sistema Solar: Júpiter y Saturno, con sus respectivas lunas.

El concurso lo organiza el Programa de Sistemas de Energía de Radioisótopos, entidad encargada de diseñar tecnologías que permitan a las naves espaciales explorar planetas y lunas del Sistema Solar, por lo que este año dieron la opción a los estudiantes de elaborar un ensayo, no mayor a 500 palabras, sobre qué les gustaría encontrar en las lunas Encélado y Titán (de Saturno) o Europa (de Júpiter).

“Nosotros nos enfocamos en Europa porque Titán es una luna más popular, creímos que habría mucho más competencia e información, así que nos pusimos a recolectar datos sobre Europa, que no es de tan fácil acceso”, explicó Carlos Iván.

Para los jóvenes, uno de los principales retos al momento de hacer sus propuestas fue traducir la información que encontraron a un lenguaje comprensible para sus compañeros, sin que perdiera el rigor científico.

“Pusimos nuestro mayor esfuerzo, añadimos múltiples detalles en cada requisito que pidió la NASA; sabíamos que había muchos jóvenes capaces de hacer esto y más, y sí”, reconoció Carmina Dennise.

“Tenemos 17 y 18 años, y saber que nuestro ensayo será publicado por la NASA es increíble, porque muchas personas trabajan duro para que un artículo de ellos sea divulgado ahí. Nos emociona mucho”, añadió Mary Carmen Sánchez.

SEMILLAS

Esta experiencia marcó a los jóvenes preparatorianos, que ya piensan en seguir carreras relacionadas con la ciencia:

Iván pretende cursar la licenciatura en Nanotecnología y Nanociencias en la UNAM, o Física. “Mi plan es dedicarme a la industria aeroespacial en el país, porque tiene mucho potencial y aquí apenas está empezando su desarrollo”.

Carmina Dennise afirma que desde siempre su pasión ha sido la biología marina, por lo que espera estudiar Biología, además de Ingeniería en Biotecnología. “La ciencia es nuestra pasión y a lo que nos queremos dedicar”.

Y Mary Carmen se inclina por Ingeniería Geofísica, especialmente en el área de clima espacial, para saber cómo afecta este fenómeno a la Tierra.

Finalmente, Rebeca Calvo está decidida por Biología, pues le interesa la etnobiología para caracterizar una región, además de la biología de un ambiente.

 

 

 

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El hallazgo, publicado en The Astrophysical Journal, es de un grupo internacional de 13 astrónomos encabezado por Rosa Amelia González Lópezlira, del IRyA.

Rosa Amelia González Lópezlira, investigadora del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica (IRyA) de la UNAM, con sede en Morelia, encabezó la investigación internacional que descubrió los cúmulos globulares de la galaxia espiral Messier 106 (M106), formados poco después del Big Bang.

Los cúmulos globulares son conglomerados muy brillantes ubicados en las galaxias, conformados de 100 mil a un millón de estrellas. Nuestra Vía Láctea tiene 160 de ellos. Son además objetos muy viejos.

Según los hallazgos, esas concentraciones estelares en M106, observadas y analizadas con dos telescopios internacionales, conforman un disco que gira tan rápido como el disco de gas de la galaxia; “esto no había sido observado nunca antes”, aseguró la investigadora.

Explicó que su distribución espacial es la misma que tenía cuando se formaron, así que podrían proporcionar información sobre etapas tempranas de la evolución del Universo.

Los resultados fueron publicados recientemente en la revista The Astrophysical Journal.

 

Reliquias del pasado cósmico

 

Los cúmulos globulares se formaron poco tiempo después del Big Bang y poco antes de que la tasa de formación estelar cósmica alcanzara su punto de mayor producción, hace 10 mil millones de años; a este momento se le conoce como el “mediodía cósmico”. Por lo tanto, guardan información sobre esta época temprana, y pueden proporcionar claves de cómo se fueron ensamblando las galaxias.

“Los cúmulos están esparcidos en una especie de esfera sin rotación, pero el disco de cúmulos globulares de M106 evoca los discos donde se están formando las estrellas durante el mediodía cósmico; la hipótesis es que su distribución espacial que observamos hoy es la misma que tenían cuando se formaron. Entonces, ese disco de cúmulos que no ha sido perturbado podría darnos información sobre etapas muy tempranas de la evolución del Universo”, remarcó.

En este proyecto internacional colaboraron 13 científicos de Australia, Alemania, Brasil, Chile, Francia, Dinamarca y México. Por nuestro país participaron González Lópezlira como primera autora; Divaraka Mayya, investigador del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) del CONACyT, como segundo autor; Laurent Loinard (IRyA-UNAM); y el estudiante doctoral Luis Lomelí (INAOE).

 

Observaciones y análisis en dos telescopios

 

Para su investigación, los astrofísicos observaron primero desde el telescopio Canadá-Francia-Hawái, ubicado en esta isla, y luego en el Gran Telescopio Canarias, localizado en la isla de La Palma.

“Gracias a que México participa en el Gran Telescopio Canarias, el más grande del mundo, pudimos realizar parte de la investigación allí. Utilizamos un espectógrafo multiobjeto llamado OSIRIS, con el que se pueden obtener varios espectros a la vez. Ahí observamos 23 candidatos a cúmulos globulares en dos campos”, explicó.

Los investigadores corroboraron que el número de cúmulos globulares de M106 es proporcional a la masa de su agujero negro central supermasivo, tal como sucede en las galaxias elípticas.

Su agujero negro pesa 40 millones de masas solares, 10 veces más que el de la Vía Láctea y 150 veces menos que el de Messier 87, cuya imagen fue presentada recientemente.

Finalmente, la investigadora del IRyA agregó que estudios de este tipo en más galaxias espirales podrán aclarar el papel de las hipótesis propuestas para el ensamblaje de las galaxias, sus sistemas de cúmulos globulares y sus agujeros negros.

 

 

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Si uno espera que el trabajo que realiza tenga impacto, necesita una clara visión de las preguntas que podrían ser respondidas en el futuro cercano: Enrico Ramírez Ruiz.

Últimamente se han dado cambios fundamentales en cómo se ve el Universo y con ello se ha podido extender la imaginación en la búsqueda de preguntas importantes.

En la ciencia lo más importante es dejar espacio para la duda, a los físicos se nos enseña a ser escépticos, reconoce el doctor Enrico Ramírez Ruiz profesor de la Universidad de California en Santa Cruz, a quien desde pequeño le gustaban las matemáticas y le interesaba la idea de la gravedad, ya que para él la mecánica newtoniana no solamente era hermosa y elegante sino también íntimamente ligada al movimiento de los astros.

Al miembro correspondiente de la Academia Mexicana de Ciencias, que creció en una casa en la que siempre existió un ambiente de ciencia, debido a que su mamá es bioquímica y su padre ingeniero químico, la física lo cautivó y lo sorprendió, en especial por el hecho de que se puede describir el mundo que nos rodea usando reglas matemáticas simples.

“Si uno espera que el trabajo que realiza tenga impacto, necesita una clara visión de las preguntas que podrían ser respondidas en el futuro cercano. Últimamente se han dado cambios fundamentales en cómo vemos el Universo y con esto hemos podido extender nuestra imaginación en la búsqueda de preguntas importantes. Y aunque en el pasado esta actividad —la de hacerse preguntas— se veía como absurda e inútil, en estos momentos parece como si el Universo nos estuviera ofreciendo un número inagotable de pistas sobre fenómenos nunca antes observados”.

El investigador que tiene entre sus líneas de estudio la astrofísica de altas energías señaló, en entrevista, que lo que más le emociona de su trabajo es la detección de ondas gravitacionales y que el poder ver las deformaciones del espacio y del tiempo es uno de los principales avances de la física.

Las estrellas de neutrones son los objetos más densos del Universo (pueden tener la masa del Sol, pero ser solo del tamaño de la Ciudad de México, de unos 20 kilómetros de diámetro) y se forman cuando una estrella masiva se derrumba. Y aunque no es común, en ocasiones encontramos estrellas de neutrones en pares orbitando una alrededor de la otra. Ellas van en su propio baile, en cuanto más se acercan en espiral, las ondas gravitacionales que generan se vuelven más intensas, hasta el punto en el que debería ser posible detectar su efecto en objetos que están en el espacio o en la Tierra, explicó Ramírez Ruiz.

“Pensemos en una manta como el espacio y el tiempo, si ponemos una piedra (la cual representa un planeta) sobre ella, esta se deforma, y una estrella de neutrones hace lo mismo, pero de forma más dramática. Entonces mi investigación se centra en entender lo que sucede cuando estos objetos densos se fusionan y el tipo de ondas electromagnéticas que generan”.

Acerca de cuál es el problema más importante en astronomía, dijo que actualmente es el de la materia oscura, la cual está compuesta por partículas que no absorben, reflejan o emiten luz, por lo que no pueden ser vistas directamente, pero los especialistas saben que existen debido a los efectos que producen sobre objetos que sí pueden ser observados directamente. “Si bien se han generado diversas teorías para explicar qué puede ser exactamente la materia oscura, no existe evidencia alguna que las apoye”.

El doctor Enrico Ramírez Ruiz, quien aprovechó para hacer referencia a los cambios en la forma en la que se puede estudiar el Universo, se refirió a la primera imagen de un agujero negro, que se dio a conocer el pasado 10 de abril.

“En la década de 1980 los agujeros negros, bestias gravitacionales que deforman el espacio y devoran la luz, parecían de ciencia ficción; sin embargo, desde entonces, los avances en la tecnología y en la teoría los han transformado en certezas científicas cercanas”.

Es así, destacó, que el Event Horizon Telescope tuvo éxito en observar un agujero negro directamente, mientras que los detectores de ondas gravitacionales constantemente identifican las colisiones de agujeros negros, inspirando a una nueva generación de teóricos a abordar la incompatibilidad de la relatividad general y la mecánica cuántica. “Es sorprendente ver como el estudio de los agujeros negros ha progresado tan rápido, a tal grado que el siguiente paso es: ¿Y ahora qué?”.

Finalmente el investigador mexicano mencionó que la inversión en ciencia básica es esencial para el desarrollo económico y el progreso social de nuestro país, así como para impulsar áreas de conocimiento como la astronomía y la astrofísica, ya que la investigación puede fomentar el desarrollo sostenible, pero solo a través de políticas efectivas.

 

 

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El SCIESMEX, del Laboratorio Nacional de Clima Espacial del Instituto de Geofísica, obtuvo el aval bajo la Norma Internacional ISO 9001

  • Acredita la competencia de los investigadores responsables de emitir información y el compromiso institucional por seguir las mejores prácticas internacionales
  • La certificación marca un precedente en el desarrollo de políticas públicas de protección civil en materia de prevención de desastres ocasionados por fenómenos naturales, afirmó Juan Américo González Esparza, responsable técnico del LANCE y jefe de Servicio de Clima Espacial
  • Exhortó a hacer caso omiso a noticias falsas sobre tormentas solares que se difunden en medios digitales.

El Servicio de Clima Espacial México (SCIESMEX), del Laboratorio Nacional de Clima Espacial (LANCE) del Instituto de Geofísica (IGef), unidad Michoacán de la UNAM, obtuvo certificación bajo la Norma Internacional ISO 9001, que avala la competencia de los investigadores responsables en emitir información verídica y el compromiso institucional por seguir las mejores prácticas internacionales.

La importancia del LANCE es que proporciona conocimiento científico al sistema nacional de protección civil; este laboratorio recopila y procesa observaciones de la actividad solar, medio interplanetario, campo magnético terrestre y la ionósfera sobre México. Su objetivo es informar el estado del clima espacial en territorio nacional y tener datos sobre las condiciones para que los sistemas tecnológicos operen de manera confiable. “Se trata incluso de un asunto de soberanía y seguridad nacional”, dijo Juan Américo González Esparza, responsable técnico del LANCE y jefe de Servicio de Clima Espacial.

La certificación marca un precedente en el desarrollo de políticas públicas de protección civil en materia de prevención de desastres ocasionados por fenómenos naturales. El servicio dará aviso al Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) de la ocurrencia de tormentas solares que pudieran afectar sistemas tecnológicos vulnerables, como satélites, telecomunicaciones, sistemas de posicionamiento global y redes de transmisión y generación de energía eléctrica.

“Es un logro del Instituto de Geofísica y quiero externar mi reconocimiento a las cátedras Conacyt que trabajan en clima espacial y a todos los involucrados para conseguir este objetivo”, expresó González Esparza.

Tormentas solares y afectaciones al planeta

Con frecuencia circulan en medios digitales noticias falsas sobre tormentas solares que sólo provocan preocupación entre la población; por ello, el investigador del IGef exhortó a mantenerse informados mediante fuentes oficiales. Estos fenómenos naturales son comunes y en su mayoría no tienen afectaciones significativas sobre México; en el caso de las tormentas solares severas “pasa como con los sismos, no se sabe cuándo ni cómo ocurrirán”.

De acuerdo con González Esparza, como toda estrella el Sol tiene un ciclo de actividad de aproximadamente 11 años. A veces la frecuencia de los eventos se reduce al mínimo de explosiones, con baja actividad y poca energía, y unos años después está en su máximo, con explosiones solares más intensas y frecuentes.

Este 2019 está muy cerca del mínimo solar y los eventos solares no tienen efectos significativos, pero en cuatro o cinco años la situación cambiará porque nuestra estrella alcanzará su máximo; entonces se presentarán mayores afectaciones a los sistemas tecnológicos, no así a la salud de los seres vivos, pero recomendó estar preparados.

“Gobiernos de varios países han empezado a desarrollar protocolos para incrementar su resiliencia y seguridad nacional por la vulnerabilidad ante estos acontecimientos”. “En México se incluyeron los fenómenos astronómicos en la Ley General de Protección Civil desde 2014, por lo que en el LANCE nos dedicamos a estudiar y vigilar al sol, y a desarrollar infraestructura observacional para medir los efectos de tormentas solares en nuestro territorio”, aseveró el universitario.

En 1859 ocurrió la tormenta solar más intensa que se ha documentado en la historia reciente, conocida como Evento Carrington o tormenta perfecta, que causó perturbaciones magnéticas y auroras boreales en prácticamente todo el planeta: el cielo nocturno se iluminó con tonos rojos.

“En México varias personas fueron testigos de este suceso único; nunca se ha vuelto a ver una aurora boreal en nuestro territorio. En aquella época no pasó a mayores porque no existía internet y el desarrollo de sistemas tecnológicos era incipiente. Pero científicos consideran que si un evento de esa magnitud volviera a ocurrir se producirían daños globales a la sociedad moderna, por lo que se desarrollan protocolos de actuación”, concluyó.

 

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