Bajo el pretexto de no interferir con vidas ajenas, los testigos de esa violencia pasan sin ver los terribles episodios, y las autoridades encargadas de perseguir los delitos sólo intervenían previa denuncia, la cuál en pocas casos se daba.
El destino de las víctimas de la violencia intrafamiliar era sufrir en silencio y tratar de sobrevivir a las agresiones. pero hora las cosas parecen haber cambiado.
Los responsables de perseguir los delitos tienen la enorme responsabildiad de no pervertir una reforma que crea grandes esperanzas en una parte considerable de la población. Confíemos en que estén a la altura del reto.