Es triste conocer la actitud que asumen las personas cuando la autoridad los conmina a deshacer concentraciones públicas que aumentan el riesgo de contagio de covid.
En primer lugar las aglomeraciones ni siquiera deberían ocurrir, porque nos encontramos en semáforo rojo. Pero suceden y es deber de la autoridad dispersar a la gente, aunque esta se resista.
Desafortunadamente a casi un año del inicio de la crisis desatada por la pandemia, la falta de empatía de un sector de la población ha impedido acabar con las previsibles e innecesarias muertes de quienes son más vulnerables a la enfermedad.
Aún cuando ha empezado la aplicación de la vacuna faltan largos meses para que los contagios desaparezcan, a menos que todos asumamos la actitud correcta y se cumplan con rigor las medidas sanitarias.