El servicio de taxi fue desde hace cuatro sexenios uno de los epicentros de la corrupción. Luego de que por décadas fue una actividad extremadamente regulada de repente la expedición irregular de concesiones hizo de miles de vehículos prestaran el servicio para acabar con la rentabilidad de ese negocio.
Finalmente ha sido la Naturaleza y las fuerzas del mercado las que pusieron orden en el caos, al obligar a todos aquellos que de plano no tienen la vocación de ser transportistas a asumirla realidad y retirarse de brindar el servicio por ellos mismos o a través de sus choferes.
Las aplicaciones de transporte que llegaron a Morelos ya habían puesto en jaque a los taxistas, despreciados por una parte de los consumidores que habían sido víctimas de los malos modos, las altas tarifas y el pésimo servicio.
Ahora el covid 19 ha generado un reordenamiento más profundo. El problema es que el de taxista ya no es un oficio para hacer frente al desempleo estructural de nuestra economía.