La diabetes es desde hace años un grave problema de salud pública, que amenaza nada menos que al treinta por ciento de la población de Morelos.
Las secuelas de esa enfermedad tienen un alto costo para los servicios sanitarios, ya que es incapacitante y de largo desarrollo.
Lo peor es que afecta ahombres y mujeres en edad productiva, a los que incapacita y obliga a costosos tratamientos si no se toman medidas preventivas que prolonguen la aparición de la enfermedad o eviten los daños que causa al organismo.
Sin embargo, un cambio de hábitos podría significar una enorme diferencia y, sobre todo, una mejoría social sin precedentes.
En lugar de combatir sus manifestaciones saldría muy barato prevenir la llegada de la diabetes, sobre todo ahora que se conocen todos los signos referentes a ellas.
Peor eso implica renunciar al consumo de grasas y azucares, una costumbre demasiado arraigada entre la población.
Los beneficios de cambiar de hábitos son enormes, pero para lograrlos se requiere de una amplia participación social que empuje –sobre todo a las nuevas generaciones- a asumir prácticas de vida y de alimentación más saludables.
Por todo eso, el mejor momento de empezar es hoy.