La actual Legislatura se conformó por candidatos, en su mayoría mujeres, que ganaron no por su reputación personal sino por el partido al que representaban. La mayoría legislativa de la Coalición Juntos Haremos Historia prácticamente borró del mapa a los partidos tradicionales, algunos de los cuales apenas alcanzaron a tener una sola representación en el Congreso.
Bajo la bandera del combate a la corrupción y a los privilegios, esa denominación obtuvo el favor (y el fervor) del electorado, por lo que seguramente la traición duele el doble.
La austeridad, la transparencia y la honradez no aparecen por ningún lado, y no por falta de tiempo, pues quienes tienen la representación ya cumplieron varios meses en el cargo y no tienen pretexto que justifique su incumplimiento.
Todo indica que el 1 de julio, en materia legislativa, fue un gran desperdicio de votos.