Los productos falsificados o de baja calidad (genéricamente llamados “patito”) de cualquier tipo se han convertido en parte de la vida cotidiana de los mexicanos, que los aceptamos sin cuestionar sólo porque ofrecen la ventaja del precio.
Sin embargo, además del daño económico que provocan a las empresas establecidas, cuando se trata de productos que se ingieren –ya sea como supuestos medicamentos o como alimentos con ciertas supuestas propiedades) el daño a la salud y a la vida es elevado.
Las indicaciones de las autoridades sanitarias deben atenderse, no sólo respecto a los productos que específicamente reciben una alerta, sino en general para establecer criterios más estrictos a la hora de comprar aquello que carece de validez o certificación.
La vida de los consumidores está en riesgo y al menos por eso deberíamos ser más críticos a la hora de consumir productos de bajo precio o de propiedades magnificadas.