En más de un siglo, los morelenses nunca habíamos visto una tragedia así. Por fortuna, el intenso daño provocado por el sismo sacó lo mejor de nuestra gente, que se volcó de manera solidaria y valiente en los rescates de las víctimas que quedaron bajo los escombros.
Eso, la solidaridad, el valor y el altruismo, es nuestra mejor arma para sobreponernos a la fuerza de la Naturaleza.
No sabemos todavía el verdadero alcance de los daños, pero ya se intuyen monstruosos. Tardaremos años en recuperar la infraestructura pero la que habremos de edificar será más sólida.
Los daños más extensos ocurrieron en los municipios del sur de la entidad, donde decenas de miles de personas esperan a la intemperie el restablecimiento de los servicios y la avaluación de daños en su patrimonio.
Un programa para reponer las viviendas dañadas debe ser prioridad, así como estudios para reforzar la infraestructura vial de Cuernavaca, que volvió a colapsar y dejó a decenas de miles de conductores atrapados en sus autos en largos embotellamientos.
Por lo pronto, la revisión en los edificios públicos debe ser cuidadosa, para no tener víctimas innecesarias.
Nunca como ahora, los morelenses que salieron indemnes de esta prueba deben volcarse en ayudar a los menos afortunados. Es la ocasión que siempre hemos querido para demostrar de qué estamos hechos.
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