La ola de calor que azota la entidad hace más que necesario dotar de agua potable a la población, sobre todo a los centros de concentración de personas.
Dejar que ese abasto dependa de una negociación resulta criminal para los cientos de miles de personas afectadas.
Sin embargo, eso es lo que pasa con los habitantes de la capital. El aumento de la temperatura puede significar la aparición de epidemias de enfermedades gastrointestinales, entre muchas otras secuelas. ¿Será necesario llegar a esos niveles?