Aunque la mayoría de la gente relaciona ese delito con la explotación sexual, lo cierto es que también incluye otras modalidades igualmente extendida, como la laboral, en la que una cantidad indeterminada de menores es obligada a trabajar, la mayoría de las veces sin remuneración, al servicio de adultos que los explotan.
Pero la realidad terrible de la explotación sexual no debe soslayarse, sobre todo porque es ampliamente conocida y se realiza en sitios públicos.
No sólo la sufren niños, sino que mujeres y hombres adultos y ancianos sufren esa forma moderna de esclavitud a la que el grueso de los ciudadanos se ha hecho indiferente, sin darse cuenta que los males que acarrean dañan profundamente a la colectividad.