Lamentó que la población de esta zona ha sufrido situaciones muy difíciles, de modo que a veces es complicado dar consuelo.
“Son experiencias que además de desagradables, ¿qué le dices a una persona cuando le han matado a su hijo, cuando le han secuestrado a un familiar? Pues pedirle mucho a Dios, pero también, a veces, se desaniman y necesitan un apoyo espiritual, comprensión humana.”
Expuso que él llegó hace dos años a esta parroquia, y de acuerdo con lo que ha vivido, consideró que la criminalidad se ha mantenido.
“No se antes cómo estaba, me dicen que más fuerte, pero al menos los dos años que he estado aquí, ha habido una constante de matanzas, de secuestros, de que encuentran a alguien tirado por ahí”.
Comentó que familiares de las víctimas recurren a la Iglesia para que se les escuche, para que se les ayude, no tanto de manera legal, sino espiritual, “que hagamos oración por ellos”.
Reconoció que incluso sacerdotes de otras parroquias del estado han sido amenazados, de tal modo que hoy día ser sacerdote tiene ciertos riesgos, aunque no ha sido su caso.
No obstante, dijo que a él lo que le toca es trabajar en el evangelio y lejos de reducir su actividad en este sentido, ha incrementado su labor pastoral.
“La gente, a pesar de las situaciones difíciles que vivimos, recurre a la Iglesia como un refugio motivador, de desahogo”.