Pero una de las razones de la baja en las campañas es que, como suele decirse, la caballada está flaca. No hay candidatos con arrastre, con verdadero apoyo popular en ninguno de los municipios ni distritos de la región sur-poniente. Y no se diga de los candidatos a gobernador, ninguno de ellos llena las expectativas de los ciudadanos.
Hoy los candidatos, a falta de argumentos, ofrecen no sólo mejorar la economía y salud de la población, sino la felicidad misma. Están desatados ofreciendo lo que saben que no van a cumplir, pero la idea es que voten por ellos. Pero aun así, pueden hacer que la población ofrezca un apoyo claro hacia ellos.
Otra cosa, ésta más lamentable aún, es que la mayoría de la gente que acude a mítines, reuniones y demás, sólo va a ver qué le dan. Van con uno y otro candidato por los regalitos prometidos o, más aún, por dinero.
Eso es lo único en que se han vuelto cómplices los candidatos y los ciudadanos. Los primeros dan y los segundos reciben, hasta donde sea posible. Los ciudadanos se quejan de candidatos demagogos y con falta de preparación pero al mismo tiempo, los consienten y hasta se forma para pedir. Cuando un candidato/a pide el apoyo, es nada raro que ya le pregunten: “¿Y qué me vas a dar?”
Eso ha hecho que se requiera más y más dinero para las campañas. De por sí ya lo hay con las prerrogativas de los partidos políticos, pero no son suficientes. Primero, porque no todo ese dinero llega completo a los candidatos para las campañas y, segundo, porque no alcanza para satisfacer a ese mercado electoral, que cada vez demanda más y más dinero.
De hecho, hay una reactivación muy importante en la economía, ya que se utiliza una gran cantidad de productos y servicios en las campañas y hasta el ciudadano quiere su parte en este derroche.
Así pues, no es de extrañar que las campañas no prendan, lo que no auguran una buena votación este primero de julio.