Jojutla.- Tres meses antes del temblor, Leodegaria Comonfort Ramírez, de 49 años, padeció el fallecimiento de su esposo Jesús Haro y el día del sismo, el 19 de septiembre, perdió a su hija Dalia de 33 años y su vivienda, que se derrumbó totalmente, pero asegura que sus nietos la impulsan a seguir.
Leodegaria vivía en la privada Allende 105, del centro Jojutla, en una casa de dos pisos donde habitaban dos familias.
El día del temblor, estaba con su nieto en el interior de la casa cuando comenzó el movimiento. Alcanzó a escuchar a su hija Dalia que le pedía que saliera con el niño: eso hizo, y no recuerda nada más.
El techo colapsó y les cayó encima. Quedó sepultada en los escombros, lo mismo que su hija.
“Lo único que pensaba era en mis tres hijos, en los que no estaban aquí. Mi hija estaba tirada, fue desesperante; sólo oía que mi yerno gritaba que Dalia ya estaba muerta”, explica.
Gracias a la ayuda de los vecinos, ambas pudieron ser rescatadas, aunque Dalia sin vida. Leodegaria resultó con una clavícula fracturada, y fue llevada al hospital, donde se negó a permanecer y mejor se regresó a su casa, ya en ruinas.
Recordó con nostalgia a su hija, Dalia Haro Comonfort, que por un tiempo trabajó en el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) y actualmente estaba a cargo de sus dos niños, Armando Jesús, de ocho años, y Rodrigo Gómez Haro, de cinco, quienes ahora quedaron a cargo de su padre.
“No acabo de asimilar, de comprender esta situación. Todo fue en cosa de segundos. Lo único que me da fuerzas son esos niños; si no tienen a su mamá, espero que cuenten siempre conmigo, aunque será el tiempo que Dios quiera, porque esto es impredecible”.
Dijo que sigue como bloqueada y sin acabar de aceptar esta nueva situación.
“En las noches no he dormido como debe de ser, pensando qué fue lo que pasó. Si hubiera salido rápido con mi nieto, a lo mejor no hubiera muerto mi hija; ella se regresó por nosotros, por mi nieto y por mí, cuando se vino todo abajo. A veces me siento culpable”.
Dijo que se pone fuerte porque el más pequeño le dice que no llore.
“Por el momento no sé qué va a pasar, no veo futuro. Yo vendía gelatinas y con el temblor, todo se perdió, pero debemos seguir adelante por los nietos”, expuso.