Al hablar de amenazas extraterrestres, lo primero que viene a la mente son seres con poderes y formas extrañas, producto de la ciencia ficción. Sin embargo, los peligros reales provienen de meteoritos y ráfagas solares, aunque también podrían proceder de los exoplanetas (estrellas similares a la Tierra), explicó Christophe Morisset, investigador del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM.
Sobre estos últimos, aclaró que existen cerca de 20 mil millones en la Vía Láctea, es decir, uno de cada seis astros tiene un planeta similar al nuestro.
En el marco del ciclo de conferencias, El Universo los viernes, del IA, el académico conversó con jóvenes de la UNAM, y explicó que los exoplanetas no representan riesgo hasta comprobar que están habitados por una forma de vida inteligente capaz de llegar a nosotros.
Por ello, surgió el programa Search for ExtraTerrestrial Intelligence(SETI), que desde 1960 analiza las emisiones de radio del espacio para buscar una señal de origen no natural.
Posteriormente, en 1999, inició el SETI@home, en el que usuarios comunes pueden utilizar su computadora personal para monitorear el espacio.
En esta temática, Stephen Hawking y el millonario ruso Yuri Milner anunciaron una iniciativa de búsqueda de vida extraterrestre inteligente con un costo de 100 millones de dólares. Varios miembros del SETI entraron al proyecto, pero hasta el momento no se ha detectado nada.
Una realidad espacial
Sobre peligros verdaderos, Morisset destacó los asteroides, pequeños objetos que orbitan alrededor del Sol. Muchos se encuentran entre Marte y Júpiter, o más allá de la órbita de Neptuno. Los hay también en la nube de Oort, en los confines de nuestro sistema.
Se conocen unos 400 mil, de los cuáles seis mil 500 pasan cerca de la Tierra. Un caso muy conocido se registró el 18 de febrero de 2014, cuando el llamado 2000EM26 pasó a una distancia muy corta (a sólo 27 mil km), es decir, a dos veces el diámetro del mundo.
Éste mide 270 metros de diámetro y cuenta con un peso cercano a las 40 mil toneladas. Llevaba una velocidad de 43 mil kilómetros por hora; de haber impactado hubiera generado una energía de 20 Mt de TNT.
Los cometas son una clase de asteroide compuesto de rocas y hielo; al pasar cerca del Sol (a través de una órbita elíptica) liberan gas que, desde nuestra superficie, se ve como una cola.
Además, existen meteoros y meteoritos. La diferencia es que el primero es un fenómeno luminoso producido en la alta atmósfera por la energía de los asteroides interceptados por la órbita de nuestro planeta. El segundo es un asteroide que alcanza la superficie de nuestro hogar.
Un ejemplo conocido es el impactado en Yucatán hace 60 millones de años. Su rastro dejó un cráter de 200 km de diámetro y hoy es conocido como Chicxulub.
Su existencia se comprueba a través de la alineación de los cenotes y por medidas gravimétricas. Tras estrellarse en la superficie terrestre, siguió un invierno que sería el responsable de la extinción de los dinosaurios al final del Cretácico.
Para prevenir una situación similar, la National Aeronautics and Space Administration (NASA), la European Space Agency (ESA) y astrónomos aficionados monitorean el cielo.
Si encontramos uno de mayor tamaño, la ventaja será que tendremos años de anticipación y podremos enviar una sonda para desviar su trayectoria. En cambio, si es muy pequeño difícilmente podrá detectarse con anticipación, pero sabríamos dónde caería y habría tiempo de evacuar la población.
Vida y muerte solar
A pesar de que el Sol da vida, también representa una amenaza. De acuerdo con Morisset, es una estrella común, no muy caliente ni muy grande. Su edad es de cerca de cinco mil millones de años y cuenta con un ciclo de 11 años.
Las manchas en éste corresponden a lugares de fuerte actividad magnética que bloquea localmente la convección y el intercambio de calor con su interior. En consecuencia, la mácula observada es menos caliente y emite menos luz, por lo que aparece más obscura.
Para protegerse, la Tierra posee la magnetósfera, un escudo protector contra las partículas cargadas de alta energía procedentes del Sol.
En los polos magnéticos, las zonas en las que las líneas del campo magnético terrestre penetran en su interior, parte de las partículas cargadas son conducidas sobre la alta atmósfera y producen las auroras boreales o australes.
Otro ejemplo es una erupción solar acompañada de una poderosa eyección de masa coronal, que tendría consecuencias dramáticas. Los primeros afectados serían los satélites.
Los servicios del GPS y telecomunicaciones quedarían fuera de servicio, y los pasajeros de aviones de larga distancia estarían expuestos a radiaciones peligrosas. Para protegernos de las eyecciones de masa coronal, existen diversos programas para vigilar el Sol y su actividad, concluyó.