El artículo de hoy hace memoria a aquellas personas que por sus talentos son capaces de llevar una idea a la realidad, específicamente en memoria de los trabajadores de la construcción, los maestros albañiles.

Este noble oficio se remonta a los inicios de la historia de la humanidad. Desde que el hombre dejo las cavernas para forjar una civilización, el oficio se ha ido perfeccionando día tras día hasta nuestro tiempo. En tiempos pretéritos el oficio era destinado a los esclavos, por el esfuerzo físico que demanda esta actividad. Cabe pensar en la civilización egipcia, la cultura que empleaba a miles de esclavos con el oficio de albañil con la intención de erigir sus pirámides. Fue en las ciudades egipcias que se forma el primer sindicato de albañiles, llevándolos a una huelga para pedir mejoras alimenticias a base de grano y cerveza al faraón (ya que en el Antiguo Egipto no existían las monedas, ese invento se les atribuye a los griegos).

Pasando por el tiempo, desde el imperio greco-romano, la época feudal, el renacimiento, barroco, rococó, neoclásico, etc…, hasta llegar al siglo XIX al invento del “cemento portland”, en plena revolución industrial. Cabe destacar que los romanos ya habían inventado un tipo de cemento, pero fue hasta el año de 1824 donde Joseph Aspdin y James Parker patentaron la mezcla, un “cemento moderno”, por así decir. Con esta nueva mezcla se revoluciono la industria de la construcción llevando a la arquitectura y al oficio de la albañilería a otro nivel. 

Fue hasta el siglo XIX que el albañil era considerado un oficio gremial, es decir que para pertenecer a él era indispensable ser presentado por un miembro y ser aceptado formalmente como aprendiz. Dentro del gremio, trabajando y aprendiendo, se podía aspirar a ser maestro, un título que te ayudaba a conseguir trabajos más complejos, además de ser posicionado en un sector social más alto, ya que por aquella época existía una enorme crisis de analfabetismo. Antiguamente el maestro albañil era el encargado de ejecutar las obras y estaba supervisado únicamente por el arquitecto, es decir la jerarquía era casi la misma. El arquitecto de aquellos tiempos podía colocar un aparejo de un muro con la intención de enseñar el oficio de la construcción, muy diferente a lo que vemos hoy en día, cuando  el arquitecto es una persona que va bien vestida a la obra a solo supervisar, observar y dar órdenes.  

La arquitectura no podría existir sin el oficio de albañilería, es imposible levantar una idea sin la gente correcta para su ejecución. 

Es primordial dar crédito a uno de los oficios más nobles que existen, la albañilería, me pregunto yo ¿qué seriamos los arquitectos sin las enseñanzas que nos dejan nuestros maestros albañiles en el transcurso de nuestra carrera? simplemente nada, sin ellos nuestras ideas solo llegarían al papel. Es por eso que hago memoria a las personas que nos acompañan día a día en los procesos de la arquitectura, a los artesanos de la obra, gracias.