Sociedad
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UNA MAÑANA EN CUARENTENA

TXT FRANCISCO MORENO
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Empezaste temprano, eran las seis y el sol aún no asomaba su luz. La cafetera muele los granos de café al instante y vierte tu primer expreso, es el mejor momento del día. A esa hora tu mente está despejada, el líquido hace su efecto y tus pupilas se expanden, la cafeína y el calor en su punto amarran bien con un cigarro, inhalas, exhalas, bebes y te sientas a trabajar. Después de dos horas concentrado necesitas otro expreso, te levantas del escritorio, no desayunas aún. En la cocina los trastes están sucios, son los de ayer, de antes de ayer, de hace tres días, los ordenas por tipo, tamaño y empiezas a lavarlos, abres la llave y te das cuenta que no hay detergente, vas por él a la despensa, pasas frente a tu habitación y miras que la cama es un enjambre de cobertores, sábanas, almohadas y muchos cojines, no has tendido la cama, hay que cambiar las sábanas, todo; dejas el edredón en el piso y recuerdas que no hay sábanas limpias, no has ido por la ropa a la lavandería hace semanas; a esa hora ya debe estar abierta, buscas las llaves del departamento, revoloteas la mesa del comedor para buscarlas entre libros, papeles y folders, encuentras la nota de la tintorería, aprovechas y la tomas pero no aparecen las llaves, te enfadas y se te cae la nota, no te das cuenta; regresas a la cocina y el agua corre fuera del lavadero lleno de platos y vasos sucios, cierras las llaves y limpias con un par de trapos al tiempo que miras una diminuta y presurosa fila de hormigas que invade una alacena, la abres y la botella de miel que dejaste sin tapa está abarrotada de miles de minúsculos bichitos, aprovechas unos trapos y haces una amasijo de miel, agua y hormigas que se suben en tus manos, suena el teléfono celular y sabes que son del banco, no contestas, abres un mensaje de watts y respondes, miras el Facebook y te quedas mirando las noticias sin atención, la miel se pega al celular y vas al baño a lavarte, te sientas en la taza, te bajas los pantalones y miras los dedos apelmazados de miel y animalitos, ¿cómo harás para asearte el trasero?; lo logras con habilidad, esa una gran faena y, cuando te levantas el pantalón oyes un sonido acuoso, más bien empantanado, el aparAtito, caro por cierto, cae al centro de donde acabas de levantarte, lo miras con asombro, te quedas quieto, no reaccionas, se hunde con lentitud, suena, decides jalar la palanca y con el chorro de agua que vierten las laderas metes la mano para rescatarlo. No puedes contestar pues todo está embadurnado, carajo, es un cliente importante que has buscado ya varias veces, contestas: “Hola señor G”, qué gusto que me llame”…se te caen los pantalones que no cerraste con el cinturón y así caminas rumbo a tu escritorio, tropiezas con una silla y te vas de bruces, no sueltas el teléfono, te pegas en el codo, en la cabeza, no dejas de escuchar lo que dice el señor G, te está confirmando que te contratará para el proyecto que le ofreciste, le agradeces y cuelgas.

Te duele el cuerpo, la autoestima, estás alegre por el contrato, te quedas quieto unos minutos, empiezas a ver nublado, la cabeza hierve, un dolor se acrecienta y un hilo de sangre empieza a tapar uno de tus ojos, llega a la boca, sientes su sabor, recuperas la fuerza, con algo de energía logras llegar al baño nuevamente, te limpias las manos y la cara con una vieja camisa, terminas de desnudarte y abres las llaves de la regadera, no sale el agua caliente, ni modo, te bañas por partes, el frÍo cuece tus ideas, te mareas y despiertas, el piso se pinta color rojo, sales y el espejo te muestra tu cara, eres un moretón pegado a una cabeza, se inflama tu frente muy cerca del ojo, te vuelves a mirar y ríes, ríes a carcajadas, no paras y así, desnudo llegas a la cocina, necesitas un café; y justo cuando estás tomando la infusión negra miras a las hormigas que aún pululan por doquier, las ves y reconoces que son lindas, organizadas, observas tu departamento, todo está en su lugar, no hay caos, es la manera de estar contigo, miras por la ventana y tu vecina te saluda, te sonríe, te sientes guapo a pesar del golpe; y así, sin ropa y con café en mano te apoltronas en tu sillón favorito, enciendes un cigarro y cierras los ojos. Estás vivo, y eso es un milagro en estos tiempos.♦

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