Sociedad
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Escritores por todos lados

TXT Daniel Zetina danielzetinaescritor@gmail.com
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Las cosas han cambiado para los escritores en las últimas décadas. Hace unos treinta años (o dos generaciones) los artistas de la pluma se dejaban ver en programas de televisión más aburridos que las novelas de Carlos Fuentes, publicaban en diarios o revistas de distribución nacional financiados por el PRI, o acudían a galas en el Castillo de Chapultepec, la casa del algún político transa o en Bellas Artes.

Lo peor era ver a Octavio Paz con su voz meliflua en un debate de sordos con algunos otros intelectualoides o cuasi periodistas orgánicos, de pena ajena, pero no me crea, vaya y mírelos en Youtube, quizás le ayuden a conciliar el sueño durante la pandemia.

No es que los escritores fueran inalcanzables, más bien estaban medio escondidos, o, dicho de otro modo, eran buenos, pero no eran realmente conocidos fuera de algunos reflectores y ciertos círculos cerrados (en varios sentidos). No sé si me hubiera gustado ser escritor en aquella época, cuando muchos recibían becas por su silencio o seguían forzosamente una línea narrativa psicológica new age y costumbrista como casi todo lo publicado de 1960 a 1990 (salvo excepciones como Parménides García Saldaña o José Agustín).

¿Dónde estaban, pues, los escritores mexicanos? Escribiendo, haciendo su vida cotidiana y ocasionalmente presentando sus libros en recintos culturales de alta gama… Y esto no era decisión total de ellos, había menos espacios, pocas actividades y menos oportunidades que ahora. Insisto, quizás si hubiera vivido entonces, habría desistido de publicar, cuando menos en México, lo que para algunos habría sido la mejor decisión.

Hay que apuntar, además, que solían provenir de familias ricas, o se casaban decentemente con gente rica, o encontraban trabajos bien pagados… casi de forma exclusiva en el gobierno (chaz) o (los muy menos) resultaban emprendedores-empresarios o ya de plano se tiraban al activismo, como la Monsi, o al vicio como tantos por ahí.

Para terminar con mi nostalgia, mi hipótesis es que había pocos, de calidad moderada y con poca presencia en los limitados medios que tenían para su promoción… No voy a hablar aquí de la forma en que se financiaban o cómo se vendían sus libros (y tal vez nunca lo haga).

Ahora bien, ¿dónde están los escritores en la actualidad? Es una respuesta fácil: ¡están en todos lados! Los viejos o viejas o viejes escritores/as/os/us que continúan en activo han encontrado cabida en los múltiples foros, son las estrellas de las ferias del libro y aparecen (con mayor o menor tino) en las benditas redes sociales. Claro está que ahora tienen muchas más opciones para publicar y vivir de su arte, mucho de lo cual es gracias a las editoriales independientes y a la autopublicación.

Pero hay más que los consagrados en la constelación de escritores mexicanos. Hay muchos de la generación X que fueron hallando su camino y modos de publicar y ser autores a caballo entre lo análogo y lo digital. Ellos (nosotros) fueron (fuimos) aprendiendo a usar la máquina de escribir, para luego usar la compu, después el smartphone y la tablet. Aquí, como en todo lo X hay muchas oportunidades, propuestas y también cantidad de errores y desatinos.

Por último, los más jóvenes (que conocen de Wattpad, Amazon, Audible, Scribd, Storytel, Kindle y otras apps para leer) van haciendo su propio camino con nuevos temas, pero también con una gran comprensión de que el lector es lo más importante de todo el proceso creativo-editorial.

Los escritores, pues, están en cualquier lugar y por fortuna cada vez hay más y mejores, desde los que publican solo en cartoneras (como Rocato), los independientes (como Alebrijez o Astrolabio), los institucionales (solo publican en gobierno), los emergentes, los premiados, los becados, los comerciales, los que son hijos de (como Daniel Krauze), los experimentales, los slameros, los autopublicados, los darks, los editores, los malditos, los emprendedores, los burócratas, los anarquistas.

Esto permite que los lectores tengan más opciones para ejercer su derecho humano a la cultura, a través tanto de la lectura de libros y otras publicaciones, como del contacto-diálogo-debate que pueda tener con los miles de escritores mexicanos que dan (damos) la batalla diaria por un país con más cultura y mejor educación.

 

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