El 19 de septiembre de 2017 a las 13:14 h se presentó un sismo de 7.1 en la escala de Richter, localizado a 12 km al sureste de Axochiapan, Morelos. Alrededor de 23 000 viviendas fueron dañadas tan solo en el estado Morelos, causando daños catastróficos.
Después de una emergencia de tal magnitud se requieren acciones de emergencia que puedan mitigar el daño. Las primeras acciones necesitan planeación, organización y recursos materiales, aunado a una profunda evaluación de los daños estructurales en inmuebles, pero sobre todo del análisis de pérdidas en la sociedad, por ejemplo, la cuantificación de muertes, heridos y una inminente búsqueda de desaparecidos.
Durante la emergencia Morelos vivió la peor catástrofe de su historia, motivo por el cual no estábamos preparados para resistir y como consecuencia vimos acciones deficientes, lentas e insuficientes.
A más de dos años del sismo el estado cuenta con alrededor de 16 mil viviendas dañadas, lo que mandó a familias enteras a vivir en situación de calle.
Hoy en el municipio de Jojutla puedes encontrar campamentos de varias familias que no han recibido ningún apoyo económico para la reconstrucción de su vivienda.
Estamos hablando de que han pasado ¡más de dos años! La insensibilidad del gobierno es inconcebible, porque lo mucho o poco que se ha reconstruido de vivienda ha sido gracias a fundaciones, empresas privadas y donaciones y no al gobierno.
Hay algo en lo particular que me molesta mucho: a pesar de que el gobierno tiene los censos correctos de déficit de vivienda con alrededor de 16 mil de ellas, se ensaña con la reconstrucción de tipologías arquitectónicas que por más que sean importantes en la región, nunca lo serán más que una vivienda.
Me refiero a la construcción de las famosas capillas de Jojutla, obras construidas en concreto aparente, arquitecturas que no sé si es más por el ego del arquitecto o porque realmente quisieron ayudar al pueblo.
Son construcciones de alrededor de 10 millones de pesos cada una. Si tan solo el gobierno hubiera invertido ese dinero en las familias que hoy viven en situación de calle por la pérdida de su inmueble tendríamos cerca de 170 viviendas que sacarían a familias enteras de su problema de alojamiento. Debido a que la religión funciona como un sedante para la sociedad, parece que es mejor tener al pueblo sedado y no lidiar con las problemáticas reales, pero lo que el gobierno y la sociedad no sabe es que la vivienda sí es lo más importante en la ciudad, y citando a la abogada y activista canadiense Leilani Farha, “la vivienda es el pilar de la vida… es un lugar a donde vivir en paz, con seguridad y dignidad”. Sin esta conjunción la sociedad se quebranta y es cuando comienzan los verdaderos problemas, jóvenes tomando las calles, delinquiendo, maltrato familiar, desigualdad, poca higiene, etc.
El hogar no es solo un espacio físico de cuatro paredes y un techo, es la identidad de cada individuo; sin ella no tienes un futuro prometedor.
Hace dos años mi oficina comenzó un proyecto que donamos a una familia de ocho integrante que perdió su vivienda a causa del sismo. Cuando comenzamos a trabajar nos topamos con la dura realidad. El supuesto subsidio estaría a cargo del Fondo de Desastres Naturales (Fondem), donde liberarían $120,000 m.n. para la reconstrucción.
En México a través de la Comisión Nacional de Vivienda(Conavi) se establece que una vivienda mínima debe ser de 45 metros cuadrados e Infonavit da un criterio paramétrico de construcción por metro cuadrado de cuatro mil pesos. Esto quiere decir que una vivienda de 45 metros cuadrados por cuatro mil pesos da un total de 180 mil pesos.
Hoy los organismos gubernamentales liberan un 33.3 por ciento menos que el presupuesto mínimo para lograr una vivienda digna. Entonces, por cifras numéricas 120 mil pesos equivalen a una vivienda de 30 metros cuadrados, dejando un faltante de 15 metros cuadrados, igual a los 60 mil pesos que restan para llegar a construir una vivienda mínima digna.
Esta situación no fue la peor a la que nos enfrentamos, lo peor vino cuando llegaba el supuesto subsidio: resultó ser que solo otorgaron ochenta mil pesos y de ellos, cuarenta mil eran un depósito a una tarjeta que solo se podía utilizar en dos distribuidores locales.
Por consecuencia, los costos de material se inflaban casi un 30 por ciento. El resto del subsidio era para mano de obra.
Por ende, tuvimos que movilizarnos para juntar el dinero faltante, a través de donaciones, campañas publicitarias, entrevistas en medios y hasta eventos sociales para recaudar los fondos.
A dos años y 60 por ciento de avance de aquel proyecto, seguimos en la búsqueda de recursos y con mucha esperanza continuaremos hasta terminar lo que empezamos.
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