Hay un desengaño que proviene del otro amado, una herida que agrieta el corazón, una necesidad de fundirse profundamente con la pérdida. Los que saben dice que es ahí donde nace la poesía; es ese estado que se ha empapado de romanticismo.
La melancolía es una pasión triste, esa bilis negra, ese trastorno del sueño, esa disminución del apetito, esa falta de estructura, narcisismo, ilusión rota, beso amargo, deseo olvidado, suspiro que no encuentra donde descansar. Es eso que ahoga el pecho, esa sensación que no nos deja aceptar el hecho de haber perdido ese sentir. Es esa mentira que ya no nos cuida, que se convierte en esperanza desengañada. Que se aferra a la sombra de lo que fue, y algo de nuestra psique queda en una delirante espera de ser rescatado por un héroe mágico, por algo que surja de la nada y que nos haga volver a sentir. La melancolía es eso que conforma nuestro mundo ideal pero que se ha marchado.
Frente a la melancolía es necesario levantar nuestra mirada y observar nuestro dolor, escuchar y dejar pasar nuestros autorreproches, acusaciones, las culpas que no cesan por haber perdido ese objeto seseado y encontrarnos ante ese vértigo que nos llama al vacío. Es necesario reinventarnos y comenzar a tener un diálogo amoroso con nosotros mismos, no reemplazar la falta con prisa, por desesperación, por soledad, por angustia.
A lo que me refiero es que no hay que buscar parches de anestesia momentánea para soportar el dolor de nuestra existencia. Es una buena oportunidad para conocernos en un estado vulnerable y puro dentro de la tan temida melancolía.
Psi. Mónica Salmón. Instagram: @monicasalmon_ Twitter: @monicasalmon_