Apartarme del mundo que conocía es apartarme de mi realidad, de mi día a día, de lo que conozco, de lo que he construido. ¡Pero nada de eso me aparta de lo que soy! El miedo se presenta junto con la incertidumbre de un presente que carece de rutina conocida.
Apartarnos de la vida que conocíamos nos acerca a un juego de una psicología perversa, que, claro que nos engaña con un mensaje al perder el sueño a la mitad de la noche, nos susurra una voz inquietante que nos dice que “te han arrancado lo que eres”.
Parecería que esa voz es real, parecería que ya no nos encontramos, parecería que ya no somos.
El contacto y el trato directo con los demás se ha vuelto peligroso. Entonces, no sólo estoy aislada sino también estoy aterrada de los demás, de los “otros” que pueden terminar con mi salud y con mi vida.
Pero al mismo tiempo, hoy tenemos frente a nosotros la oportunidad de ampliar nuestros horizontes, de expandir nuestra grandeza humana, de formarnos un ánimo de solidaridad. Hoy es momento de hacer vínculos más sólidos, más amorosos, menos pretenciosos.
Hoy podemos producir condiciones favorables para valorar lo que es fundamental en nuestra existencia.
Hay una grandeza dentro de la crisis y es momento de hacer una pausa y preguntarnos: ¿es ésta la manera en la que quiero vivir?, ¿tiene sentido la vida que estoy llevando?, ¿estoy amando con toda mi capacidad?, ¿respeto lo que pienso?