La jornada de sana distancia en México ha concluido y con ello la apertura de los negocios esenciales, que acorde con el gobierno federal son los estabilizadores de la economía nacional. En consecuencia, el ámbito académico no es prioridad en la nueva normalidad. Como profesionista y catedrático eso conlleva problemáticas, tanto en lo laboral como lo académico y en muchos casos personal.
En primera instancia, seguir trabajando a través de plataformas en línea, lo cual hemos venido haciendo desde hace dos meses. Sin más preámbulo, tomare nota de esto último.
En el primer ciclo escolar del 2020 me incorporé al claustro académico de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Internacional en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Por consiguiente, se me hace de suma importancia poder describir de una forma más empírica mi experiencia en este cambio de presencial a virtual y el aprendizaje particular que pude obtener de mis alumnos, así como sus inquietudes en este largo y sinuoso proceso.
El trabajo en línea nos ha traído un nuevo esquema de procesar la información en todos los ámbitos, aunque a mi parecer se pierde bastante la relación humana que se genera estando presentes en un espacio.
Uno no solo comparte intereses, inquietudes y revisiones de proyectos.
La arquitectura es un espacio físico que por naturaleza es creadora de tejidos sociales. El taller universitario nos regala atmosferas únicas, la música, la comunicación, las opiniones, la reflexión, el sonido de dibujar y escribir, las maquetas, etc. hacen de este espacio un lugar del conocimiento.
Son esos momentos de trabajo lo que lo hacen exclusivo. Perder todo aquello arrastró un profundo problema.
Dicho problema es exactamente esa relación humana; lo presencial impone una revisión instantánea alumno-profesor.
Por otro lado, el alumno entra en un estado de frustración compleja, posiblemente por la falta de experiencia profesional, lo que lo orilla a crear esos sentimientos, pero sin duda uno de los mayores problemas para el alumno han sido las distracciones del ambiente en el que vive, esa falta de profesionalismo universitario se deslinda al estar en un espacio no adecuado para el buen avance.
Como profesor llega la exigencia, una exigencia en la búsqueda por la excelencia del alumno, a veces recargada e innecesaria, ya que a toda innovación hay que darle tiempo, pero la pandemia llegó en un momento de inexperiencia virtual y con ello las complicaciones.
A pesar de todos los obstáculos anteriores, los estudiantes han logrado algo histórico: por primera vez en toda la historia del país las universidades impartieron clases en línea al mismo tiempo y con ello nace una nueva dinámica, posiblemente común en el futuro, pero si hay algo que decir, es que la esperanza cayó sobre ellos, su calidad y dedicación vencieron a la pandemia del Siglo XXI.