Hablar de estos temas me coloca más en un plano filosófico que literario, por la sencilla razón de que muchas personas me han dicho que yo he sacrificado mucho por dedicarme al arte, por hacer lo que me gusta. En esta concepción, yo habría hecho miles de acciones diferentes y quizás con mayor éxito (más dinero), cosa que no he logrado por escribir. Tal vez sería un management, un médico, un super empresario o un político, pero me sacrifiqué…
Es a todas luces una visión derrotista. Mucha gente a mi alrededor tiene ese concepto de que uno debe sacrificarse por alguna cosa, meta, oficio o relación. Indagando, me di cuenta de que este extraño concepto viene en gran parte de la religión católica-cristiana, donde le enseñan a la gente otras ideas como culpa, pecado, virginidad o diezmo.
Los seguidores de esta ideología creen mucho en el sacrificio, la Biblia está llena de ejemplos. En especial, son adoctrinados para sacrificarse por dios, pero también por sus hijos, por la familia, por su pueblo, por defender su religión, entre otros etcéteras. El punto es que al parecer la meta es llegar a ser un mártir. Me parece difícil de comprender.
Es paradójico, uno de verdad no puede sacrificarse, porque el único sacrificio válido sería morir por una causa, realmente morir, como murió Jesucristo en la cruz. Cualquier otro sacrificio cristiano parecería pusilánime, y además, no veo conveniente para la Iglesia que eso sucediera, porque se quedarían sin fieles.
He platicado con psicólogas y una de ellas me decía que la gente se sacrifica quizás porque han perdido ya muchas cosas en la vida o porque el valor que le dan a las cosas materiales es bastante simbólico. En el plano de las relaciones amorosas, al parecer los individuos se sacrifican por el otro debido a su baja autoestima.
El peor de los sacrificios —y el más derrotista de todos— es el que supuestamente se hace o debe hacerse por los hijos. Me parece terrible vivir la paternidad así, pero sobre todo decirlo. Cuando un hijo piensa que sus padres se sacrificaron por él, solo le queda en frente vivir su propia senda de sacrificio y derrota.
El sacrificio es pérdida (se pierde lo que se entrega: tiempo, salud, desvelo, dinero, sueños…), es un dolor (hay duelo por la pérdida de lo sacrificado), es muerte (de la esperanza, de la ilusión, de las metas propias, de uno mismo simbólicamente), es vacío.
En México somos los reyes del drama y el azote, así que el concepto de sacrificar algo por alguien (o por nadie) queda a la perfección. Una madre abnegada que se sacrifica por la adecuada (muchas veces patológica) formación de sus hijos; un padre que pierde sus ganas de vivir por trabajar en algo que no le gusta para mantenerlos; una abuela que no hace más (ni el amor siquiera) que cuidar a las bendiciones de su hijo/a mientras va a trabajar o se desvela en la fiesta; un maestro que sacrifica sus tardes o fines de semana…
Veo así que el sacrificio es el pretexto más adecuado y flexible para cualquier ocasión. Y es la excusa perfecta para toda ocasión, hasta para solapar conductas más ridículas que las que se pretenden alcanzar mientras se sacrifica. Podría vender este concepto en un tianguis: “Lleve lleve su sacrificio para justificar su descuido, su baja autoestima, sus sueños frustrados, su holgazanería y su desidia, lleve, lleve, barato el sacrificio, más económico que ir a terapia, se lo vendo y se lo lleva puesto para toda su vida”.
Hasta aquí mi diatriba. Como artista, escritor, persona, papá, ser, en lo que yo creo es en el esfuerzo, derivado de la pasión. Con él he conseguido muchas de mis metas (no siempre económicas). Y no creo haber sacrificado nada nunca por el arte, al contrario, he recibido mucho a mi favor. Me esfuerzo siempre en ser mejor persona, me esforcé para reconstruirme un par de veces en mi vida, me esfuerzo al escribir y trabajar cada día. Asimismo, disfruto los resultados de mi andar por la vida, que considero exitosa, aunque no tenga cubetas de billetes (por ahora). Continuaré con mi esfuerzo, aunque quizás un día deje este concepto y resignifique mi vida de otra manera.
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