En los últimos años ha existido una miopía nacional en el tema de la vivienda social y Morelos no está exento. Al contrario, ha mostrado una ruptura social, urbana y política entre lo que se consolida el centro urbano de una ciudad y los desarrollos habitacionales en las periferias.
Esto surgió, con mucho énfasis, en los sexenios del presidente Fox y Calderón, cuando el tema pasó a manos de empresas privadas encargadas de hacer proliferar la vivienda de bajo costo y apartando, casi por completo, a las instituciones gubernamentales encargadas del desarrollo de dichas viviendas.
Como consecuencia, en Morelos, tuvimos más de 136,000 viviendas abandonadas, cifras oficiales del Inegi 2017.
Ahora es de suma importancia entender, en un “proyecto de ciudad”, que la vivienda social es el cimiento de la urbe y, parafraseando el último artículo Desde Nuestra Trinchera…”la vivienda debe ser el elemento necesario para forjar la identidad de una ciudad, el instrumento forzoso de cambio social”.
La desestimación del tema llevó a nuestra sociedad morelense a un rezago habitacional del 75.07% (Conavi 2016).
No podemos seguir ignorando las catastróficas cifras: En México existen cinco millones de viviendas abandonadas; sin embargo hay más de nueve millones de familias que aún necesitan de un techo donde habitar pero ¿cómo es esto posible? Las principales causas se deben a la ubicación de los desarrollos, es decir en las periferias de los centros urbanos. Esto a su vez significa estar lejos de las oportunidades de trabajo, educación, escaso acceso a servicios públicos, infraestructura de calidad y una completa desvinculación con la identidad del lugar.
Como arquitectos es nuestra obligación estudiar, planear y proponer nuevos discursos que enfrenten el problema de la vivienda, pero también es necesario recordar iniciativas del Siglo XX.
Si bien las condiciones económicas y políticas no son las mismas, tenemos mucho de dónde aprender.
Por mencionar algunas, existieron iniciativas donde la arquitectura se integraba directamente con los gobiernos municipales y las necesidades de la sociedad.
Por otro lado, las propuestas del arquitecto Mario Pani, que proclamaba la vivienda intraurbana, es decir, conjuntos habitacionales altamente densos dentro del contexto urbano con prototipos de vivienda flexible, conjuntos con una excelente proximidad entre lo público y lo privado logrando mezclas de usos de suelo dentro del mismo predio tal como educación, comercio, espacio público y vivienda. A esta tipología se le llamó multifamiliares.
Hoy en día no podemos mostrar una formula precisa que resuelve la problemática, pero sí me atrevo a decir que existe un camino bien definido que la misma historia nos enseñó en el México post-revolucionario, desde las propuestas de Juan O’Gorman con su proyecto de Vivienda Obrera (1932) definida con patrones de vecindad, con el fin de conceder un espacio bello y digno, inspirado en las ideas del familisterio, hasta las propuestas antes mencionadas de Mario Pani, vivienda densa, mezcla de usos e intraurbana.
Finalmente como morelenses no podemos seguir con la miopía nacional, es complicado hacer entender tanto a la sociedad como al gobierno que la vivienda social no es una materia política de solo proporcionar un techo a la gente con menos recursos.
La vivienda social va más allá, es el equilibrio social y urbano de una ciudad.
Es momento de reestructurarnos como sociedad y retomar elementos que creíamos perdidos o sin importancia, y actuar o más bien exigir por el bienestar de nuestra bella ciudad, Cuernavaca.