Sociedad
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Las artesanías del Arroz del Estado de Morelos

TXT Chef Lynda C. Balderas
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“Caminaba por el arrozal, como tantas veces lo había hecho. Con mucho cuidado cruzando entre los bordos, y tratando de no caerme. Miraba al piso y pase de largo junto a un árbol. Mi acompañante se detuvo y me dijo: -“mira… en el árbol”-, acto seguido me di media vuelta y cuál fue mi sorpresa de ver entre las ramas, ahí colgado un hermoso corazón de arroz…”

Han sido tantas las veces que he visitado el molino de arroz Buenavista en el centro de Cuautla, algunas veces ha sido para platicar con don Humberto Méndez, hombre de letras que disfruta la lectura y resguarda en su memoria la historia del molino, otras muchas mis visitas han sido breves, de compras, para traer bultos de arroz a Cuernavaca y preparar mis pasteles de arroz.

Pero siempre que llego a visitar, decorando la pared y cerca de la imagen del General Emiliano Zapata, hay una serie de hermosas artesanías. Les llaman corazones de arroz, otros son caracoles y otras más grandes son las palomas. 

En el municipio de Cuautla, durante el mes de agosto, en los campos de cultivo del arroz aparecen los pajareros. Son los hombres encargados de vigilar el cultivo y se dedican a espantar a los tordos, a los charreteros y a toda aquella ave que se acerque con la finalidad de alimentarse del arroz.

En esta época previo a la cosecha, los campos empiezan a lucir  un verde alimonado y las espigas de arroz se están terminando de formar.

En el interior de su cascarilla, cada uno de los granos de arroz también se están formando y si uno los presiona con fuerza brota una lechecilla que gusta mucho a las aves.

Es la labor del pajarero durante esta etapa del cultivo la de espantar a las aves. Sus herramientas, la resortera, la honda y el chicote, una especie de látigo que al hacerlo sonar, emite un estruendoso sonido que hace que los pájaros eleven el vuelo.

En la mayoría de las parcelas  se colocan carrizos y en cada carrizo se cuelga un racimo de latas; todos los carrizos se conectan por un hilo muy largo y este hilo se jala para hacer sonar las latas, sonido que también ahuyenta a los pájaros.

En otros municipios del estado de Morelos, como Jojutla, acostumbran colocar pajareras que sobresalen de la parcela y cómodamente los hombres se pueden sentar y jalar desde ahí los hilos que han colocado a lo largo de la parcela.

En Cuautla sin embargo no se acostumbra colocar pajareras, solamente se coloca una especie de casita en algún lugar de la parcela para el resguardo del pajarero en las horas en la que el sol está muy fuerte. Son largas horas de pasearse por los campos, la mayoría de las veces en soledad absoluta disfrutando de la paz del campo.

Ha sido tal vez por esta razón que en Cuautla los pajareros desarrollaron en sus horas de ocio bellas artesanías. 

Mientras las espigas, o mejor dicho las panojas, están verdes, su tallo es muy flexible y fácilmente se pueden doblar y entretejer hasta formar alguna figura.

Esta tradición se desarrolló al mismo tiempo que el cultivo del arroz en la zona oriente de Morelos y las artesanías llegaron a ser tan apreciadas y valoradas, que se utilizaban para regalar a los visitantes distinguidos, en desfiles cívicos y en fiestas tradicionales.

Hoy en día son pocos los pajareros que resguardan el conocimiento de la elaboración de las artesanías. Es una verdadera suerte poder encontrar alguna de estas figuras colgada de un árbol en las parcelas de arroz.

Hace apenas unos días, mientras visitábamos las parcelas de arroz en el ejido de Santa Inés, conocimos a Aarón Pablo Trujillo Méndez, pajarero, quien muy amable nos presentó a su primo Miguel Navarrete Martínez, quien nos compartió con gran cariño su conocimiento de la elaboración de los caracoles de arroz. Primero seleccionó cuidadosamente las espigas de arroz más maduras y, sentado bajo la sombra de un guayabo, se dispuso a tejer.

Con gran cuidado y ante el asombro de nuestros ojos se empezó a formar un hermoso caracol con 15 espigas de arroz. Mientras tejía nos comentó que las artesanías de arroz son de alguna manera una ofrenda al campo, un lujo y una decoración.

No se venden por qué entonces habría que sembrar una parcela únicamente para el uso exclusivo de las artesanías y poderlas comercializar.

Es por esto que se hacen solo por encargo o de vez en cuando las elaboran para dejar pasar el tiempo y se cuelgan de algún árbol para decorar la parcela.

Muchas gracias estimado Miguel por haber compartido con nosotros el valioso conocimiento de estas hermosas artesanías morelenses.

 

 

 

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