Los artistas somos seres productivos, quizás no todos, pero la mayoría. Pagamos renta o hipoteca, auto o pasaje, colegiaturas, comida… Quienes no son productivos es porque quizás los mantiene su familia o el gobierno (esto suele ser temporal) o sus parejas o algún mecenas (sí, aún los hay).
Leer y escribir son las principales actividades del escritor, pero no las únicas desde el punto de vista productivo. Ahora, revelaré la forma en que he ganado dinero los últimos 20 años con este oficio.
Al salir de la licenciatura, entré a dar clases en varias escuelas y lo hice durante 14 años, de secundaria a posgrado. Casi siempre fui invitado por una persona o institución por recomendación y mi perfil como autor me daba el plus de ser un buen lector, además de que mis clases siempre fueron diferentes y dinámicas. Incluso estudié el diplomado de guía Montessori para adolescentes, lo que si bien me ayudó, no determinó mi forma de ser docente. Di muchas clases: historia, español, literatura, filosofía, lógica, ensayo, géneros periodísticos, lectura, entre otras. Me encantó hacerlo. Dar clases es apasionante, pero muy cansado física y mentalmente, por eso lo dejé hace dos años. Ahora solo doy talleres libres y capacitaciones focalizadas, igual en lenguaje.
Edición y corrección forman parte aún de mis actividades cotidianas. Comencé en la carrera corrigiendo textos a mano, que me encargaba la misma universidad. Lo he hecho un oficio y me gusta bastante, en especial enfrentarme a textos inéditos y creativos. Lo hago de forma autónoma, busco clientes, que igual llegan muchas veces por recomendación, pues casi no publicito mis servicios, que van desde un dictamen, una corrección o un diseño, hasta la impresión de libros.
Los talleres me encantan, son más libres, y con mejores resultados que las clases, porque quienes vienen están realmente interesados en aprender a escribir. Los hago mucho de forma autogestiva, en centros culturales, librerías, ferias de libro o colegios, pero también mediante dependencias públicas. Cobro de acuerdo con los asistentes y negocio bastante las condiciones. Ahí suelo vender mis productos, negociando.
Cuando doy conferencias soy feliz, pero también cobro por ello. A veces no cobro directamente, pero vendo mis libros. Por eso, mis conferencias están directamente relacionadas con mis obras publicadas. Me enfoco en públicos como maestros, padres de familia y adolescentes, pero también me paro frente públicos generales y la pasamos muy bien.
La venta de libros ha sido siempre un ingreso en mi vida, desde que vendía libros viejos en la facultad, hasta ahora que vendo mis propios libros. Los vendo en ferias, presentaciones, escuelas, librerías, con distribuidores, de mano en mano. En un buen año he vendido unos dos mil libros, lo que además me da gran contacto con los lectores. Las regalías por ahora son una ficción. Solo he recibido algunos ejemplares. Cuando los vendo, obtengo un poco de dinero. Trabajo para que esto cambie pronto.
He tenido siete becas como escritor, como editor y como estudiante. Eso ha sido una ayuda monetaria importante, pero en ningún caso fue más allá del 30% de mis ingresos mensuales, aunque agradezco el apoyo recibido y buscaré más en adelante. De premios y concursos aún no logro capitalizar, no he ganado uno que me haya dado dinero, pero al igual que con otros temas, trabajo en ello cada mes. En especial, me interesa que los libros que escriba en los próximos 10 años ganen algunos concursos, pero sé que debo esforzarme para que eso ocurra.
Libretas: hago productos de encuadernación desde hace siete años y cada año vendo varios cientos de piezas, además de que ofrezco servicios especiales y reparación de libros viejos. Mi marca es Libretas de Corazón, pues porque soy bien cursi, pero sí se venden, puedes buscarlas en mis redes sociales.
Autoempleo ha sido mi práctica más común en toda mi vida laboral, que comenzó a los 12 años. Si antes iba a los tianguis de pulga a vender chácharas o cantaba en los camiones o vendía cosas de casa en casa, ahora busco clientes, ofrezco servicios y vendo libros, conferencias o talleres, pero a mí nadie nunca me ha mantenido desde hace 23 años. Vivir del arte es posible, ser un artista productivo es indispensable para ser libre y seguir creando. Los dejo, me voy a trabajar en algo.
@DanieloZetina