Sociedad
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Mis enemigos

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Ignoro si cada oficio tiene sus enemigos particulares. Como escritor los hay en dos sentidos muy concretos, según mi limitada experiencia. Y me atrevo a hablar de este tema, que aún me parece un tabú, incluso entre las plumas más liberales, a riesgo de parecer banal o supino.

El primer enfoque de los enemigos son aquellos que ni son enemigos del escritor, sino que quieren convertirse en enemigos de la persona que escribe. Voy a poner dos ejemplos (y ya estará de cada quien que en su cabeza loca se ponga el saco o quiera identificarse con alguno de ellos): un colega escritor que se hace tu amigo, pero más en tono personal que profesional. Ese que llega a tu casa sin que lo invites, que te dice que no puedes faltar a la graduación del kínder de su hijo (que ni mantiene) o a los mil años de su abuelita.

Este tipo es como un acosador, casi sicópata, del tipo caime bien y con una cultura limitada, sobre todo poca obra publicada, pero más que nada una autoestima por los suelos y una discapacidad evidente para las relaciones sociales, más allá de lo que considera su grupo selecto. Todo acaba cuando se ofenden por algo que hiciste, como publicar una columna en un periódico local (como esta), aceptar una entrevista en radio o lograr el aplauso en un evento después de hacer tu mejor trabajo posible.

El segundo ejemplo es cuando una persona de tu edad, o más bien un poco más grande, del tipo admirador de tu trabajo, se acerca a ti y te pregunta cómo le haces; tú le contestas que trabajando todos los días, y logra involucrarse en alguno de tus proyectos (o te involucra en uno suyo)… y cuando las cosas tienen que concretarse o cuando le toca trabajar de verdad o invertir tiempo o dinero… simplemente se enoja, hace berrinche, monta un pancho grande (más ahora con las redes sociales) y sale corriendo, hablando mal de ti con cualquiera (en realidad, con pocos ingenuos) que quieran escuchar sus quejidos.

Para ambas situaciones hay una fórmula infalible: no les hagas caso y se aburren, se cansan o se dan cuenta de su yerro y dejan de fastidiar. Nunca duran más de seis meses. Ternuritas. He tenido varios de estos casos en 20 años y si de ninguno se ha sabido casi nada es por algo, porque el tiempo deja a todas las cosas y a las personas en su justo y merecido lugar.

El segundo tipo de enemigos son de los que hay que cuidarse de verdad. Son los reales y a los que hay que afrontar… y no payasadas. Pese a lo que se piense o se comente en círculos literarios vanagloriados, los verdaderos enemigos del escritor no son ni el trabajo de Godínez ni la familia ni la renta ni los hijos ni la inflación ni la política ni la gasolina ni el dólar ni.

Los enemigos de quien escribe, mis enemigos más temidos son la desorganización, el desorden, la falta de estructura, la indisciplina, la ley del mínimo esfuerzo, la fatiga, la falta de concentración y la poca dedicación a la escritura.

Escribir es un arte, pero también una profesión, un oficio, un trabajo de verdad, una pasión, una actividad cotidiana. Debe honrarse ejerciéndose, nunca alejándose de él. El método de cada escritor es tan individual y original como su obra, pero debe tener uno, porque gracias a la algarabía y la bohemia nada se produce, es necesario dedicarse con amor y ahínco, con esfuerzo y administración, combatiendo a diario si es necesario estos enemigos (o cuales fueran los propios).

Por último, puedo decir que el miedo a la hoja en blanco nunca ha sido un enemigo para mí, porque nunca lo he sentido, no sé lo que es ni cómo se vive. La hoja nunca me ha causado miedo, al contrario, ha sido siempre para mí una compañera, una amplia posibilidad, una oportunidad de diálogo, una gran esperanza.

Gracias a todos, a los amigos, a las hojas en blanco, incluso a esos confundidos enemigos que gastaron en mí su valioso tiempo en vez de ponerse a escribir.

 

@DanieloZetina

 

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La Redacción

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