“Estamos hechos del mismo material que los sueños”
William Shakespeare
I
En mi ciudad hay un niño cuyo rostro es un furor sin tiempo. Su mano derecha es una tea ardiendo y la izquierda un puño cerrado, decidido. Frente a él está un cañón que apunta hacia algún lugar del norte. Si el niño acercara la llama a la pesada artillería causaría estragos en alguna de las casas elegantes de la avenida Morelos o en las oficinas en que se han convertido en los últimos años. No sé qué mantiene quieto al niño, pues razones para encender la mecha sobran; el problema son los daños colaterales. Me preocupa que el proyectil pudiera llegar hasta el antiguo Hotel Papagayo; nadie dijo que la intención de que apunte en esa dirección sea la de reducir el número de burócratas. Imaginemos que enorme bala llegara hasta el Jardín Borda. ¡Horror! Maximiliano y Carlota ya no suelen pernoctar ahí ─aunque algunos aseguren que los ven a menudo paseando alrededor del lago─, el imperio fue un sueño delirante del austriaco y de algunos traidores nuestros. Sin embargo, hay cientos de paisanos de todas las raleas que entran a diario a ese recinto de la ciudad en donde el tiempo se detuvo para siempre; aliviarse de tanto presente es posible cuando cruzas el umbral que da a los jardines.
En mi ciudad, a un lado de una gran vía por la que corre esquizofrénica la vida sobre neumáticos de caucho, hay un hombre que cabalga con machete en mano. Su caballo es el movimiento eterno, crines de fuego, galope sin tregua; el sombrero, una sombra que sueña frescuras para los tiempos secos. Parece contener nuestro destino en su mirada y en su bigote todo el polvo de los años. Temo que un día baje de la plataforma para reclamar la tierra convertida hoy en grandes fraccionamientos de todo tipo: con casas de cuartos de tres por tres para los modernos proletarios y una pequeña área verde común para dar la ilusión de verdor; o con casas en condominio con alberca compartida y palapa en las que descansa el espejismo de ir subiendo de estrato social; o bien con casas enormes en las que un Pedro o un Juan cuidan la entrada, y grandes jacarandas o tulipanes africanos refrescan los jardines. No encontraría los magnos llanos de milpas o las joyas de frijol a un lado de los ríos ahora contaminados. Será mejor que siga apuntando la utopía de su mirada hacia las montañas del norte de la ciudad; al menos puro verde mirarán sus ojos y no el paisaje triste de los demás cerros de la urbe, llenos de la grisura del cemento.
En mi ciudad hay una bellísima paloma sobre un basamento piramidal. Su pico apunta hacia el sur y eso me consuela por dos razones: porque el sur duele mucho y porque el sur también existe; Benedetti dixit. Creo que debe sentirse atrapada en su quietud. Haría falta que volara sobre nuestras calles y remontara los cerros y procurara la paz en todo nuestro estado. Haría falta que cantara fuerte para contaminar el aire de alegrías, como lo hacen las parvadas de loros; y que canturreara quedito al oído de quienes dicen gobernarnos, pues pudiera ser que una súbita anagnórisis los hiciera verter unas lágrimas de sabiduría, lo que sería el buen comienzo de algo mejor.
En mi ciudad hay cinco musas desnudas deliciosamente impúdicas que son un deleite para los ojos. En estos tiempos de calor intenso son las únicas que no padecen los estragos del clima. El placer que irradian en su fuente de eterna primavera es contagioso y necesario, sobre todo ahora que transitamos con cierta rigidez en los rostros. Si una magia repentina las sacara de su ensueño placentero y lo compartieran con los transeúntes, causarían trastornos severos en la quieta costumbre amorosa de las parejas que por ahí transitan. No faltarían algunos conservadores que gritaran: “¡Que se vistan de inmediato, obscenas!”. Mientras ellas caminarían frescas por la avenida Teopanzolco causando choques de autos, pellizcos en los brazos de los maridos, palpitaciones carnales inesperadas; sólo mientras les durara la inocencia. Sería mejor que siguieran en su esquina elegante, felices en su aparente inmovilidad.
II
Noticias de última hora:
La ciudad entera se encuentra en medio de una gran conmoción, pues el niño artillero por fin ha hecho estallar su cañón y el proyectil dio justo en el centro del panteón La Leona. Muertos y vivos corren desesperados buscando dónde guarecerse. Parece ser que otra bala de cañón ha caído sobre la fuente magna del Borda; parejas de enamorados y turistas buscan refugio y se ignora si hay muertos o heridos. El centro de la ciudad es un caos y ante los estruendos nadie sabe hacia dónde huir. Todas las unidades policiacas están en busca del niño, que según el último reporte abandonó su pedestal. Lo vieron correr por el bulevar Juárez con la cara demudada, sin la fiereza de siempre, gritando: “Mamá, mamá”, mientras huía.
Por otra parte, de testigos directos llega información sobre el General Zapata cabalgando rumbo a las montañas. Bajó de su basamento y lo vieron cruzar el tristemente famoso Paso Exprés y subir por las faldas de las montañas. Muchos niños le aplaudían y las redes se inundaron de mensajes de contento de tantos zapatistas que ha ido acumulando el tiempo y el coraje. Varios grupos y organizaciones de luchadores por la tierra y el agua ya se organizan para ir a su encuentro. “Zapata ha vuelto” es hashtag en las redes. Muchos gobernantes y grandes empresarios tiemblan. Varios de ellos han inundado las galerías de arte y se llevan a casa todos los retratos, oleos de cuerpo entero y esculturas del prócer, por si fuera necesario hacer evidente un súbito aprecio por el insurrecto de Anenecuilco.
Otras fuentes informan que una gran paloma ha cruzado la ciudad en varias direcciones. Es hermosa verla ondear bajo nuestro sol maravilloso. Al pasar por el zócalo de la ciudad, una vez que ha cesado el caos que provocó ahí el niño artillero, defecó y su excremento es diamantina de colores que pinta de alegría rostros de ancianos, franeleros, ninis, comerciantes ambulantes y extrañamente los de las mujeres policías que controlan el tráfico vehicular. Los legisladores han abandonado su sacro recinto para ver pasar desde la explanada a la paloma. Algunas mujeres devotas rezan en el atrio de catedral, pues para ellas el ave magna no es otra cosa que el espíritu santo. Algunas hablan de la inminente venida del Salvador. Lo cierto es que también se movilizan soldados de la zona militar y algunos convoyes armados ya circulan por la ciudad.
Al mismo tiempo, la avenida Teopanzolco es una fiesta dionisiaca. Las musas bañistas cobraron vida y su inocente desfachatez ha enloquecido a los hombres que pasan. Los jardines del camellón se han vuelto bosques de ninfas con gran cantidad de sátiros persiguiéndolas. Ya se apresuran las fuerzas pro orden y vida para poner alto a esta exaltación de los sentidos. Lo mejor sería que algunos solteros las tomen como esposas, a riesgo de que les pase lo mismo que a Hefestos, con quien casó Zeus a Afrodita para mitigar el caos que causó su llegada al Olimpo. Pobre, no pudo con ella y tuvo que soportar sus amoríos extramaritales. Parece ser que una de las musas desnudas ya descubrió el pudor y cubre con sus manos pechos y monte de venus.
Epílogo anti espejismos:
Definitivamente el calor excesivo ocasiona delirios de película. La imaginación es una droga maravillosa que nos permite soportar la realidad y matizarla de colores libertarios, pero también nos puede enloquecer un tanto. Ojalá amaine un poco la temperatura ahora que han llegado las lluvias, por el bien de todos y de mi ciudad, por el bien mismo de la imaginación.