Sociedad
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Mientras mamá seguía trabajando…

TXT Alia M. Juárez Preciado
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No es fácil ser hija de una periodista. El trabajo de mi mamá (Tlaulli Preciado) es difícil. Muchas veces la acompaño, es muy cansado. Todo el tiempo “anda de arriba para abajo” y sé que es riesgoso, tiene que ir a manifestaciones, a muchos lugares diferentes, hay personas que se enojan por lo que los periodistas escriben, además, trabaja durante muchas horas.

Pero ese día del temblor fue peor. Yo tenía once años, estaba en mi salón, y hacía poco que había entrado a la nueva escuela. Cuando tembló, yo me di cuenta primero porque todo comenzó a moverse, los trofeos que estaban en una repisa se cayeron, las ventanas vibraban, el garrafón del agua también cayó al suelo, el portón de la entrada sonaba como si lo golpearan, como si se fuera a caer todo. Yo les dije está temblando tenemos que salir.

Salimos del salón y fuimos rápido al punto de reunión, como lo hicimos en la mañana en un simulacro que hizo toda la escuela. Terminó el temblor y los niños de primer año lloraban mucho. Una niña que llevaba muletas porque ya tenía yeso en el pie desde antes, no podía caminar para salir del salón, el señor que cuida la entrada la cargó para llevarla al centro del patio.

Algunas compañeras y compañeros se abrazaban y lloraban, las maestras trataban de tranquilizarlos, nos decían que todo iba a estar bien que pronto vendrían nuestros papás por nosotros.

Algunos niños comenzaron a cantar “todo va a estar bien, todo va a estar bien”, y eso calmó un poco a los más chiquitos, aunque las profesoras tenían cara de preocupación, intentando contenerse.

Las “misses” decidieron que ya nadie debía regresar a los salones, dejamos hasta nuestras mochilas y loncheras. Como media hora después, comenzaron a llegar las mamás de otras niñas y niños por ellos, yo veía que se iban casi todos.

Afortunadamente no fui la última y poco antes de las cuatro de la tarde, llegó una de mis tías por mí. Entonces entendí que mi mamá se había ido a trabajar, aunque me hubiera gustado que fuera por mí. Quería abrazarla, darle besos y decirle cuánto la quiero.

Pensé en mi mami, que seguramente había ido a alguna zona de riesgo, porque si había pasado algo, seguro la iban a mandar. Sentí miedo de que le pasara algo, estaba preocupada.

Cuando salimos del colegio vi a la gente paralizada, otros se veían apurados, caminaban aprisa. No había taxis, ni rutas, por eso tuvimos que ir caminando. Llegamos hasta el centro. Vi la torre del Palacio de Cortés toda rota, con cuarteaduras y el reloj hecho un desastre.  Sentí mucha impresión porque no pensé que el temblor había sido tan fuerte.

Mi tía le tomó una foto con el celular y platicamos de que entonces el sismo sí había estado muy intenso; ella me decía que camináramos por donde no hubiera bardas muy altas, o donde no hubiera piedras sueltas.

Cuando llegamos a la casa, mi tía América me dejó en la cochera y entró a revisar si no había cuarteaduras o daño en el techo, pero no le pasó nada, todo estaba bien.

No había luz y nos quedamos en el patio por si acaso había réplicas. Mi tía se quedó sin internet en el celular y sin pila. Creo que por eso tampoco me llamaba ella, ni hablaba mi papá, que trabaja en otra ciudad. Después llegó mi tío y subimos a su coche para cargar el teléfono.

Como hasta las ocho regresó la luz, pero mi mama no llegaba y no podíamos hablarle, eso me dio más preocupación. Pensaba que podía caerle una barda o el techo de alguna casa encima. Mi papá llamó después de las nueve de la noche y me dijo que todo iba a estar bien, que no me preocupara que ya había hablado con mi mamá y que estaba bien.

Me quedé dormida y no me di cuenta cuando llegó.  Al día siguiente me llevó con otra de mis tías, porque no había clases y ella estaba en su casa porque me contó que cuando empezó el temblor en su oficina salieron por las escaleras, ella se cayó y varios de sus compañeros le pasaron encima.

Por los golpes le dieron días de descanso, y por eso podría cuidarme unos días mientras mamá seguía trabajando. Ella llegaba en las noches. No pude platicarle lo que sentí en la escuela ese día, y tampoco en los siguientes, porque se iba muy temprano.

Yo sé que el trabajo que ella hace es difícil, pero es muy importante porque las periodistas informan a la gente de lo que pasa, por ejemplo de las casitas en lugares alejados, donde no había llegado nada de comida ni de ayuda. Eso sirvió para que les llevaran despensas y ropa, que algunos niños tuvieran leche y ropa, porque su casa resultó muy dañada.

Como dos semanas después mi papá trajo cosas que donaron él y sus compañeros de la fábrica donde trabaja, había alimentos, medicinas, cobijas y junto con mi mamá fuimos a entregarlas a las familias que todavía no tenían donde vivir. Ahí me explicó más cosas sobre lo que pasó por el temblor, que debemos ayudarnos entre toda la gente y que yo le ayudo en su trabajo cuando estoy tranquila y cuando pienso en que me quiere mucho, que se sabe cuidar y todo va a estar bien.  

 

 

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